Por Eduardo Luis Aguirre

Este texto constituye un renovado impulso de plantear continuas rupturas con las categorías eurocéntricas que en muchos campos del saber académico nos impiden pensar en lo que nos ha sido vedado pensar como consecuencia de un proceso de colonización cultural y epistemológico que duró siglos. La filosofía no es una excepción, y mucho menos cuando se trata de analizar la visión del mundo de los pueblos originarios de América Latina. 
La filosofía que empezaremos a conocer, esa percepción del mundo, de lo americano, de sus escalas de valores (en especial la influencia de lo seminal) serían fundamentales para la deconstrucción de un pensamiento hegemónico. El condicionamiento de nuestra condición originaria de juristas hace que muchas de las lecturas sobre filosofía de los pueblos americanos nos deriven implícitamente hacia ciertas categorías vinculadas al ser, pero también al deber ser.
 
Quiero volver a la noción central de la seminalidad expresada en mitos y símbolos que constituyen “lo americano”, justamente a partir de la idea de que el mundo está dada como una dinámica íntima antes que por un movimiento de extroversión, de esa acción rectilínea, progresiva,e inexorable “Lo seminal nunca es totalmente determinable sino que siempre conserva su lado de potencialidad, su aspecto de “aún no el todo” que precisamente es su lado más vital, más plenamente real y que alimenta todo darse objetivo en tanto ente del mundo.
 
Esta potencia de ser es la que posibilita el pasaje vida-muerte-vida y lo hace en función de su dinámica como crecimiento constante y provisorio antes que realización definitiva”. En definitiva, la superación de hegemonía de la causalidad como forma explicativa del positivismo colonizador (determinismo teleológico), por una causalidad por germinación, donde semilla, mundo y fruto adquieren una importancia existencial. La semilla es, de esa manera, expectativa y expresión de esa libertad. “En el pensamiento indígena y popular americano, es sólo a partir de una consagración del alimento a los ciclos de la tierra y del cielo que las cosas son verdaderamente restituidas al sujeto”, enseñan los textos.
 
Me interesa destacar, por su importancia, cómo se sustituye o desplaza la propiedad meramente individual que es tan cara al sujeto moderno, sea esta propiedad de objetos como bienes económicos o como voluntades (de autoconsciencia, poder, razón, libertad, etc.) por una posesión atravesada por un a priori colectivo y pre-objetivo que no opera nunca al modo de una totalidad externa e impuesta al individuo sino que se da ya formando parte de su modo de estar en el mundo. El deficitario conocimiento o el ocultamiento de la Historia de las Ideas, en el sentido en que venimos refiriendo, implica habernos asumido como carentes de pensamiento, cuando en realidad nos espera y nos sorprende un pensamiento latinoamericano emancipador, que pone patas para arriba los aspectos centrales del sistema capitalista europeo, entre ellos el sistema de apropiación y concepción de la tierra y la noción misma de propiedad. La obra del Profesor Enrique Dussel aporta mucho sobre este tema. 
 
 (*) Matías Ahumada: La investidura del paisaje, disponible en http://www.academia.edu/24503003/La_investidura_del_paisaje