Carlos Luis Miguel Cornaglia es médico y psicólogo. De sólida formación científica, gran parte de la cual desarrolló en Alemania, este reconocido académico es un experto en dos materias que tienen una actualidad indiscutible: adicciones y narcotráfico. Hace un tiempo, le propusimos una entrevista sobre ambas cuestiones. Éstas son sus respuestas.
Esbozar la
situación actual de Argentina en materia de adicciones resulta una tarea
difícilmente accesible en el marco de esta comunicación, puesto que, en primer
lugar, habría que realizar diversas interpretaciones semánticas de cada
componente del texto de su enunciado. Entenderé la significación del lexema /adicciones/ como sinónimo de
/dependencia de drogas/. A su vez la dependencia de drogas, resulta ser, en mi
concepción, un componente de la dependencia con drogas. Es decir, una forma de
relación, lazo, entre por lo menos dos sujetos/actores, en la cual, o en el
cual uno de los sujetos se encuentra en una relación de menor poder que otro.
Lo que generalmente se designa como /droga/ constituye un mediador en esa
relación de poder; de tal manera que el actor de mayor poder puede realizar
actos de imposición de su poder, direccionados hacia el comportamiento del otro
miembro, por medio de diversos instrumentos, entre ellos la droga. En el mundo
globalizado el poder que puede imponer la “droga” (prohibida o no, en función
de algunas leyes enunciadas en forma escrita) crea un notable desequilibrio en
la relación de poder entre el productor y el “consumidor”, o mejor dicho, entre el amo y el esclavo.
Decimos esclavo porque la supuesta capacidad de conciencia para decidir la asimilación,, o no de una droga es ante todo una creencia, y/o un juicio fáctico carente de toda fundamentación científica, moral y ética. En la Argentina actual, como en la mayor parte del resto del mundo contemporáneo el embrión y el feto humano son sometidos a la asimilación de “drogas”, desde la concepción intrauterina. Esta imposición se prolonga extra útero por medio de todas las imposiciones que nos podamos imaginar. En la mayoría de los casos, el embrión humano recibirá componentes químicos de las “drogas no prohibidas” actuales (pero prohibidas en diversas circunstancias y condiciones de la historia: café, mate, bebidas alcohólicas, cigarrillos de tabaco, fármacos, bebidas energizantes, “nafta”, pegamentos, etc.). Este hecho emergente, complementado por la asimilación embrionaria de componentes químicos y bioquímicos de las llamadas “drogas prohibidas”, compone un hecho nuevo en la historia de la humanidad y no sólo de las/los argentinas/os. Esta asimilación se prolonga por el resto de la vida, hasta la muerte, en nuestro país y en la mayor parte de las/los habitantes del planeta. En síntesis: la mayoría de las/los argentinos, desde el inicio de la vida intrauterina hasta el momento inmediato anterior a la muerte, somos obligados a asimilar ese mediador (mercancía) de las relaciones de dependencia (micro, meso y macro).
Decimos esclavo porque la supuesta capacidad de conciencia para decidir la asimilación,, o no de una droga es ante todo una creencia, y/o un juicio fáctico carente de toda fundamentación científica, moral y ética. En la Argentina actual, como en la mayor parte del resto del mundo contemporáneo el embrión y el feto humano son sometidos a la asimilación de “drogas”, desde la concepción intrauterina. Esta imposición se prolonga extra útero por medio de todas las imposiciones que nos podamos imaginar. En la mayoría de los casos, el embrión humano recibirá componentes químicos de las “drogas no prohibidas” actuales (pero prohibidas en diversas circunstancias y condiciones de la historia: café, mate, bebidas alcohólicas, cigarrillos de tabaco, fármacos, bebidas energizantes, “nafta”, pegamentos, etc.). Este hecho emergente, complementado por la asimilación embrionaria de componentes químicos y bioquímicos de las llamadas “drogas prohibidas”, compone un hecho nuevo en la historia de la humanidad y no sólo de las/los argentinas/os. Esta asimilación se prolonga por el resto de la vida, hasta la muerte, en nuestro país y en la mayor parte de las/los habitantes del planeta. En síntesis: la mayoría de las/los argentinos, desde el inicio de la vida intrauterina hasta el momento inmediato anterior a la muerte, somos obligados a asimilar ese mediador (mercancía) de las relaciones de dependencia (micro, meso y macro).
Queda escaso
margen de poder al individuo, a cada persona adulta (pues desde la vida
intrauterina y hasta los 24 años aproximadamente no disponemos de la máxima
posibilidad de maduración del SNC) para poder decidir, conscientemente, qué
hacer ante el impacto del comportamiento del miembro con mayor poder en la
relación de dependencia. Entiéndase que cuando nos referimos a miembros de la
relación de dependencia y poder, incluimos no sólo seres humanos individuales
sino todas las formas de organización humana posibles (desde una empresa, una
pareja humana, una institución, un embrión humano intra útero, un adulto,
etc.). En las condiciones actuales el miembro de mayor poder, en las relaciones
de dependencia mediadas por drogas (prohibidas
o no) está constituido por las empresas monopólicas transnacionales productoras
de compuestos químicos (contenidos en el producto droga), por los Estados de la
OTAN y sus respectivas asociaciones de diverso tipo (políticas, económicas, financieras,
culturales, bélicas, etc.). El miembro de menor poder, es lógicamente, y fácticamente
el embrión humano y todas sus expresiones fenotípicas ulteriores; así como
todas las formaciones sociales humanas que carecen de interés
económico-financiero en las operaciones de venta/compra de la mercancía droga.
Todas las
argentinas y todos los argentinos somos afectados, abusados, usados,
directamente y/o indirectamente por los actos del poder productor, distribuidor
y vendedor de la mercancía droga. Aún cuando esta afirmación podría parecer
exagerada,, a las percepciones y al entendimiento de legos, y de muchos de
quienes no lo son, tenemos medios para demostrar en detalle nuestro juicio
fáctico, pero ello es sólo posible mediante un exhaustivo estudio realizado y
presentado en otro lugar.
¿Cree que
hay una política consistente en materia de adicciones en el
país?
país?
Toda la
política del Estado referida a la ‘narcoproducción’ (incluimos aquí lo que se
designa como “droga”, “narcótico”, “estupefaciente”, “fármacos”, cigarrillos de
tabaco, café, bebidas colas, energizantes, etc.), distribución, venta,
publicidad, etc. esta mercancía es totalmente inconsistente para transformar
los problemas relacionados con la dependencia con drogas y por el contrario es
muy consistente para mantener e incrementar el status quo. Todos los poderes del Estado Nacional, expresados en
los diferentes gobiernos democráticos (incluido el actual) realizan por
comisión u omisión actos que promueven, favorecen y determinan el desarrollo
del libre mercado de producción y venta de “droga”. Las adictas y los adictos son
víctimas, en su mayoría impotentes, de la inconsistencia/ consistencia de los
actos del Ejecutivo Nacional, del poder Legislativo y Judicial de nuestro país.
Desde la denominada “Revolución Libertadora”, y hasta la fecha, con excepción
de algunos actos como los realizados por el Ejecutivo Nacional y por el poder
Legislativo durante el gobierno de Illia (con la denominada Ley Oñativia), y
últimamente por lo ejecutado y legislado por los tres gobiernos anteriores al
actual (Presidente Mauricio Macri), en referencia a la publicidad de los
cigarrillos de tabaco y a la prohibición de fumar en determinados espacios
públicos; la mayoría de los actos propios de cada uno de los poderes (y sus
respectivas relaciones) determinan inconsistencias de toda clase y materia y
consistencia en otras.
¿Qué
relación establece entre las adicciones y la alienación propia de las sociedades occidentales postmodernas?
La capacidad
desarrollada por los poderes narcoproductores, financiadores, distribuidores y
vendedores de seres humanos y drogas se expresa en la vida cotidiana, de
las/los argentinas/os y de la mayoría de quienes habitan las naciones
occidentales (posiblemente también las orientales), como un nuevo componente de
las posibilidades de alienación y enajenación humanas. El ser humano, desde su
forma embrionaria y hasta su muerte es vuelto otro, es transformado
fenotípicamente, somáticamente, comportamentalmente y subjetivamente por medio
de los actos de poder que expropian todos los componentes del ser humano. En
ese volverse otro (posibilidad ínsita a lo humano) el narcopoder (lícito e
ilícito, legal e ilegal) introduce en todas las formas humanas (al menos de
occidente) una posibilidad de alienación tal vez no existente previamente, hasta
hace dos siglos aproximadamente. El ser humano individual o en grupo, paga a
ese poder para que éste (con todos y cada uno de sus componentes) lo venda en
el mercado de la narcoventa, lo enajene al más bajo costo posible y concrete
así, por medio todo tipo de actos materiales, la forma más extrema de
alienación conocida hasta la actualidad. Los narcoproductores y sus
representantes no producen solamente “drogas” para venderlas a los seres
humanos, producen una nueva clase de seres humanos para ser vendidos en el
mercado del narcoconsumo. Esto acontece en todos los componentes de este
mercado, desde la producción de bebidas alcohólicas y de cigarrillos de tabaco
hasta la últimas “”pastillas producida por la industria farmacéutica, o la
“cocina” más elemental de la droga sintética producida y vendida en las TIME
WARP creadas (al parecer con el correspondiente derecho de patente) por
COSMOPOP (firma domiciliada en la ciudad de Ludwigshafen, Alemania).
¿Cuál es el
rol que juegan las grandes empresas multinacionales en materia de
drogas?
Estas
empresas multi- y trasnacionales, como la antes mencionada COSMOPOP,
determinan todos y cada uno de los actos
de cada uno de los miembros dependientes (es decir la mayor parte de la
población argentina, de occidente y tal vez de todo el planeta), sea per se, y/o en asociación deliberada de
conjunto, y/o por medio de la sinergia ideológica intrínseca a su poder económico,
geopolítico, semiótico, cultural, publicitario, bélico. Las denominadas
“Guerras del Opio” constituyen, en Oriente, un modelo histórico del poder
creado y desarrollado por el imperio británico en la población de indochina.
Este modelo es equivalente a la invasión guerrera impuesta a los pueblos originarios de nuestro
continente, por los actos colonizadores
del imperio de España. En lugar del opio los instrumentos bélicos de los
españoles y sus derivados nacionales (en Argentina los genocidas de la “campaña
del desierto”) incluyeron la coca (por ejemplo en Potosí) y/o las bebidas
alcohólicas (vino) de acuerdo a las regiones y las diferentes fases de la
conquista. COSMOPOP y la firma BASF (también radicada en Ludwigshafen;
productora de efedrina, cafeína, agroquímicos, pinturas para autos, casettes,
etc.) son dos exponentes paradigmáticos del rol estructuralmente y
sistémicamente determinante de estas empresas en la imposición de la
dependencia con drogas. Los productores de “drogas prohibidas“ son sus
subsidarios de hecho (aunque no en los papeles, como es lógico esperar). La
primera producción de cocaína fue efectuada por la firma MERCK en Alemania, y
por la PARKE en EE.UU; en ese entonces (fin del siglo XIX y comienzo del XX)
este compuesto químico no era prohibido; pues formaba parte de la Coca-Cola y
de diferentes tónicos vendidos en cualquier farmacia. . BAYER (Alemania) creó
la heroína (no prohibida entonces pero sí ahora). Una forma simple y directa de
captar la unidad operativa de las productoras legales e ilegales de la
dependencia de drogas, de adictos y de drogas, es entender que todas los
componentes de sus operaciones se transforman en divisas (de cualquier signo
monetario o sus equivalentes), y forman parte así del negocio financiero. Toda
cosa y todo ser humano se transforman en divisa en el negocio, y en el mercado
fármaco-narco-estupefaciente-drogadicto-dependiente.
En los
últimos tiempos han recrudecido en la Argentina las referencias oficiales y
mediáticas a la "lucha contra el narcotráfico" ¿Qué lectura
hace de esos mensajes?
En mi
concepto el “narcotráfico”, como se lo sobreentiende (sin definirlo la mayor
parte de las veces) no existe. Por lo
tanto no puede realizarse una lucha contra algo inexistente. Si esta lucha
existiese, sólo podría concebirse como una lucha en la subjetividad fantasiosa,
imaginaria, de algún ser humano que pudiera así concebirla. Los procedimientos
más frecuentes y comunes que los estados nacionales organizan y ejecutan
constituyen, generalmente, por acción u omisión, lo mejor que se puede hacer
para crear, mantener, desarrollar, promover, sostener, proteger, cubrir,
encubrir, la producción de seres humanos para el mercado narcoproductor (legal
e ilegal); y la de “drogas” para los atrapados, narcotratados, y victimizados
seres humanos que son ingresados a él.
¿Imagina que tras el ropaje de una guerra contra un nuevo enemigo se encubran nuevas formas de intervención imperial, similares al Plan Colombia?
La Guerra
fundamental es la que realizan los diferentes componentes de la narcoproducción
victimaria contra quienes no poseen todos los instrumentos bélicos que ella si
dispones: 1) Guerra química de última
generación (producción e imposición de: cigarrillos de tabaco, bebidas
alcohólicas, bebidas cola, toda clase de fármacos, bebidas “energizantes”,
productos xantínicos, pegamentos, y todos los productos “ilegales” –compuestos
por componentes legales-). 2) Manejo de los capitales materiales más
voluminosos del mundo global. 3) Manejo de todas las formas y contenidos
posibles de capital simbólico. 4) Manejo ideológico de todos los poderes de
gobierno de los estados nacionales. 5) Manejo de todos los componentes del
mercado financiero. 6) Manejo de todas las relaciones entre todos los
componentes anteriores. En estas condiciones este poder realiza una operación
de hipostasis atribuyendo poder a una cosa sin poder alguno (cosas químicas
llamadas drogas; cosas que no se
trafican a si mismas) y a un narcotráfico inexistente. Luego se publicitan
notables operaciones contra la “droga y el narcotráfico”, con lo cuál se cierra
el circuito ideológico imaginario consistente para mantener el poder
narco-financiero legal y dar continuidad a la manipulación enajenante y
alienante de todo ser humano que se pueda enredar al mercado. El Plan Colombia
ha sido y es un ejemplo muy elocuente del modelo extendido y actualizado de la
conquista del desierto y de la guerra del opio; otro tanto vale para el Plan
México y su distribución para todo el continente americano.