El resultado electoral del cataclísmico 25/10 hizo mucho más que herir de gravedad al gobierno argentino. Excedió largamente las conocidas prácticas de la autocrítica ritual por errores puntuales. Perforó las históricas lógicas que permitían entretejer lecturas coyunturales
de baja intensidad. Y corroboró el desamparo metodológico y la escasísima comprensión política de los encuestadores, un sujeto empresarial  que encabeza la lista de los grandes derrotados de la contienda. Seamos sinceros. Hay que admitir, a esta altura, que el kirchnerismo perdió la segunda batalla cultural. Aquella mediante la cual los sectores dominantes desarrollaron, consolidaron y construyeron un modelo cultural, propagandístico y discursivo que impidió a amplias capas del campo popular (en especial las clases medias) percibir las contradicciones fundamentales, los antagonismos estratégicos y las nuevas formas de control y dominación, en forma crítica. La pregunta que debemos hacernos es por qué. Y para ello volvemos a intentar apartarnos de los análisis epidérmicos de matriz periodística express.
Con una advertencia inaugural. Probablemente Macri, que expresó durante toda su vida empresarial y política las coordenadas del neoliberalismo más feroz, haya ido ahora demasiado lejos en su desprolija y oportunista voltereta ideológica, convencido de que debe admitir una adhesión forzada a las grandes conquistas sociales del kirchnerismo para ganar las elecciones (un territorio todavía en disputa), pero a su vez presentándolas -y prometiéndolas- a través de formas más "consensuadas" y menos "confrontativas", dos de las ideas fuerzas reiteradas hasta el cansancio por su jefe ecuatoriano de campaña y por la prensa hegemónica argentina. 


Por un momento, me permito especular si un eventual gobierno de Macri no vendría solamente de la mano de los esperables globos noventistas, sino que implicaría la instauración de un temible populismo de derecha mucho más brutal. Que impactaría no solamente en la desarticulación de las conquistas sociales conseguidas con mucho esfuerzo durante doce años de peronismo kirchnerista, sino en los derechos humanos, sociales,civiles y políticos. No en vano la consagrada gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, en una de sus primeras apariciones post escrutinio hizo un guiño explícito a la policía de Buenos Aires, un ejército de ocupación de más de 90.000 hombres. La forma en que el multimillonario empresario conjuró los conflictos de la capital argentina también ayudan a fortalecer esa hipótesis. Desde la represión en el Parque Indoamericano hasta los impensados desbordes policiales en el Borda hacen pensar en un estado de policía que viene a poner orden de la mano del voto complaciente de muchos consumidores insatisfechos (creación cultural y social que es pura responsabilidad del gobierno argentino y de sus pares latinoamericanos que creyeron encontrar en este sujeto político de extrema volatilidad y máximo conservadurismo un aliado social incondicional).
Sobre esta categoría política, reivindicada hasta el hartazgo por las retóricas kirchneristas, quisiera poner el acento. Porque es probable, que, contrariando las frenéticas apariciones públicas de los módicos polemistas gubernamentales, el huevo de la serpiente se incube fronteras afuera de la Argentina, y el período de gestación sea sensiblemente más generoso que el que espetan en sus declaraciones los referentes del kirchnerismo.
Estoy pensando en una primavera con dólares conseguidos a favor de un guiño imperial complaciente, de cara a la perspectiva de que una eventual derrota del FPV en el balotaje habilite una nueva inserción de la Argentina "en el mundo", pero fundamentalmente precipite un efecto dominó fatal para las experiencias populistas inconclusas de América Latina, mientras gran parte de una población anestesiada por años de propaganda hegemónica disfrute la vuelta a la normalidad de la pax romana. Esa es también una perspectiva posible que preceda al saqueo y la colonización definitiva. Un giro copernicano que tendría consecuencias políticas, desde luego económicas, culturales e incluso morales. La derecha sueña con una clausura casi eterna de las utopías emancipatorias. Y el imperio va por ella. Por eso, al contrario de lo que pronostican en sus graficaciones no exentas de atolondramiento los voceros, oficiales, las principales pistas de lo que vendrá deberían encontrarse en lo que tiene de explícito - y no ha sido alcanzada por reformulación oportunista alguna- la política exterior del macrismo.
Fluvio Pompeo, uno de los principales referentes de la derecha argentina en materia de Relaciones Internacionales, sindicado por algunos como el futuro canciller de Macri, ha dado pistas inequívocas. Ha denostado lo que para él significaron las "contracumbres" (léase Mar del Plata); promueve la inserción de Argentina en el Acuerdo Transpacífico (TPP)
; advierte sobre la debilidad y el inmovilismo (cierto) del Mercosur; no evoca en ningún momento a CELAC, ni a UNASUR, ni a Rusia, por ejemplo; cuestiona los vínculos con China; afirma que los países a los que "le ha ido bien" en la región son aquellos que han demostrado políticas más afines a Washington; cree en la necesidad de poner en práctica la "cláusula democrática" en el Mercosur respecto de Venezuela, que -vale recordarlo- se apresta a celebrar en medio de su crisis elecciones cruciales en el diciembre regional más caliente. Esto, y convertirse en copartícipe de las recurrentes tentativas desestabilizadoras imperiales respecto de la patria de Bolívar es más o menos lo mismo. Y todas estas manifestaciones se las ha hecho a Joaquín Morales Solá, uno de los referentes periodísticos más connotados del establishment, y fueron publicadas en el mítico diario de la oligarquía argentina. Poco que ver con la casualidad. Imposible de ser ignoradas. Pese a ello, salvo Leonardo Morgenfeld (http://notas.org.ar/2015/11/02/macri-peligro-restauracion-conservadora-nuestra-america/), nadie ha advertido sobre el contenido de la política exterior que plantea el candidato conservador del gran capital transnacional. Grave error. Porque por ahí viene la mano. Y a poco de explorar en ese campo, se verá que la supuesta campaña del miedo que aduce la derecha se asienta sobre la más legítima preocupación que ha ganado a buena parte de la sociedad argentina. Motivos le sobran. América Latina y su futuro están en juego.