Por Eduardo Luis Aguirre
¿Es la voluntad la que puede describir los entresijos y la interminable cantidad de sucesos que conforman la realidad o, por el contrario, es la propia realidad la que nos conmina a una persecución cada vez más frenética para tratar de reconocer y comprender -hasta donde podemos- esa arrolladora y cambiante realidad?
Cualquier sea la respuesta a la que elijamos asirnos, este año ha sido pródigo en sucesos, circunstancias, acontecimientos y nuevos motivos del pensar. Del pensar y del sentir. Del pensar, del sentir y de padecer. Padecer es el término del cual deriva la idea de pasión.
La pasión, el padecere, es en definitiva lo que nos ha conducido a estar atentos, profundamente alertas a las transformaciones, cambios y crisis que suceden en todo el mundo. Incluso a nuestro alrededor más cercano.
Ese es el desafío que asumimos durante este 2024, de la misma manera que venimos haciéndolo hace ya casi una década.
Analizamos la guerra en Ucrania, pero también el experimento anarcocapitalista que supimos conseguir, la miseria del Yo ideológico y la corrupción política. Bregamos por la inexorable obligación de intentar comprender el mundo y alcanzar nuevas formas de hacer política, ensayamos reflexiones sobre la ética, el amor y la vejez. Nos animamos a teorizar sobre el ocaso de los imperios y la emancipación, asumimos nuestras disputas con el progresismo y actualizamos en clave filosófica uno de los desastres ecológicos más graves del continente, derivado del corte intencional y todavía vigente del Río Atuel. Ensayamos y pensamos sobre las confederaciones y sobre nuestros hermanos, los indios, sobre el psicoanálisis, la filosofía y la literatura. Fuimos rotundamente incómodos con aquellos medios que subestiman el interés de los lectores, a quienes destinan generalmente banalidades y noticias menores que no hacen más que encubrir lo relevante. Nos atrevimos a filosofar a través de filósofos, a permitir que la palabra circulara en nuestras páginas, a que el psicoanálisis y la política se conjugaran con el mismo objetivo de reconocer los acontecimientos históricos y evitar la clausura de los sueños comunes por un mundo más solidario y más justo. Dimos cuenta del capitalismo más salvaje y de sus formas de expresión en todos y cada uno de los continentes. Fuimos una publicación, como ya lo señalamos que nunca perdió la ética de la pasión y el respeto por el desafío de pensar a contramano de los discursos hegemónicos.