por Fernando López Menéndez
(Comentario al libro "Antropofobia" de Ignacio Castro Rey).
“La inteligencia artificial nos ayuda a salvar el mundo”; “la inteligencia artificial es una amenaza para la humanidad”. Las opiniones más extendidas sobre la IA pasan de un extremo a otro. En Antropofobia, el nuevo libro de Ignacio Castro Rey, se rechazan ambos extremos: ni salvación ni condena, ni el fin del mundo ni el nuevo paraíso en la tierra. Se trata de un libro que se empeña en pensar sobre aquello que hacemos con la IA, y también sobre aquello que la IA hace con nosotros. Pensar en lo que hacemos, en lugar de dejarnos arrastrar por la inercia tecnológica, en lugar de quedar paralizados por aquello que aparentemente nos sobrepasa.
El título del libro hace referencia al rechazo y la repugnancia (fobia) hacia los seres humanos (antropo). Pero ¿quién siente ese rechazo? ¿La inteligencia artificial nos odia? No exactamente, porque la IA no es capaz de sentir nada, mucho menos algo tan complejo como el odio. El rechazo hacia lo humano no viene de la inteligencia artificial, sino de personas de carne y hueso que utilizan la IA para dar un paso más en el diseño de un “mundo feliz” que supere las “limitaciones” humanas. El “antropófobo” odia la condición humana, que es una condición en la que vida y muerte van unidas. Lo que critica Ignacio Castro es precisamente esa voluntad de perfección que considera limitaciones no solo nuestras imperfecciones y defectos, sino también nuestros deseos, afectos, pulsiones y, en suma, nuestro impulso vital. Si la IA fuera capaz de sentir algo, probablemente no sería odio, sino asombro hacia una máquina que ya es “perfecta” gracias a sus imperfecciones: el ser humano.
Además de un prólogo y un epílogo, el libro se divide en cuatro capítulos: “Números”, “Euforia virtual, depresión analógica”, “El formato digital de la violencia” y “De un inconsciente tecnológico”. En ellos, el autor va mostrando que la IA no está solamente hecha de limpias pantallas y limpias intenciones de progreso. La IA es inseparable de sus usos militares, de una explotación laboral despiadada, de nuevas formas de control estatal, de la ignorancia, la digitalización forzada o una apariencia de compañía en un mundo en el que hay cada vez más soledad, una soledad conectada. Este fenómeno que nos convierte en solitarios conectados es uno de los que más preocupa a Ignacio Castro, pues lejos de ser una soledad para estar en contacto con uno mismo y con el mundo, se trata de una soledad abandonada a los mandatos sociales y económicos. ¿Estamos más cerca de los instrumentos de la IA que de nosotros mismos, de nuestros sentimientos y reflexiones?
Frente a este rechazo calculado hacia la condición humana, rechazo acompañado muchas veces de crueldad, las cuestiones acerca de algunos usos de la IA (por ejemplo, el del ChatGPT) son secundarias. Como dice el autor, “la inteligencia generativa debe preocupar por el tipodehumanidad que hay detrás.” Es decir, el peligro de la IA se encuentra no solo en lo que podemos hacer con ella, sino también, y sobre todo, en lo que ella puede hacer con nosotros. “El plan, en general implícito, es que pronto todos seamos integrados, sobre todo como extraños a nosotros mismos”. Se trata de una movilización general silenciosa en la que, al mismo tiempo que nos desunimos, nos integramos; al mismo tiempo que nos conectamos, nos desarraigamos; y cuando hacemos más cosas simultáneamente y más rápido (siempre produciendo), más dejamos escapar el instante, el aquí y ahora no productivo, en el que cualquier cosa podría pasar. Se nos plantean aquí dos opciones: engrosar las filas de ese ejército civil anestesiado o convertirnos en “fanáticos militantes de la humanidad”.
¿Hay que decir, entonces, rotundamente no a la inteligencia artificial? Diremos, más bien, sí y no. Sí, en cuanto podamos intervenir en su uso, incluso crear mediante su uso; no, en cuanto la IA nos exija convertirnos en sus esclavos y confundirnos y odiarnos a nosotros mismos, impidiéndonos sentir y pensar por cuenta propia. Probablemente será el no el que necesitará un mayor esfuerzo por nuestra parte. Este libro, haciendo un brillante uso de la inteligencia común, nos da las claves para ello. Una de ellas es relativizar la importancia de los artefactos de la IA, levantar la cabeza y mirar hacia otro lado, hacia las innumerables formas de vida inteligente y sensible.