Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

 

 

 

Hace muchos años que el medievalista Enrique Ruiz Doménec viene insistiendo sobre un aspecto esencial de esa etapa crucial de la historia europea. Durante décadas, este catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona ha desarrollado una tesis difícil de conciliar con los relatos que asimilan al medioevo a un período oscurantista, teocrático, profundamente místico y conservador, con formas de control social reactivas a toda transformación y cambios colectivos, que llegarían recién con el Renacimiento y se consolidarían institucionalmente en la denominada modernidad.



Ruiz Doménec ha trabajado sobre una fina distinción en estas caracterizaciones hegemónicas. Por ejemplo, que si bien la Edad Media fue un período donde lo religioso tuvo un predicamento esencial y sentó las bases de las subjetividades y las instituciones políticas de la época, no todo era oscuridad en ese entonces. Por ejemplo, la Edad Media contribuyó a consolidar formas de convivencia social disruptivas, nuevas formas dialógicas de encuentros entre las personas, destacándose la tertulia y la conversación en las mesas que asumían nuevas y más cuidadosas formas en la presentación, la alimentación (la cucina) y la utilización de modales y elementos novedosos como cubiertos y servilletas. Este aspecto, que podría ser pensado como menor, introdujo a la vida social a las mujeres, con un grado de participación y libertad nunca antes conocida. Sobre este tema versa su libro “El despertar de las mujeres. La mirada femenina en la Edad Media” (*). El historiador reafirma por escrito lo mucho que ha señalado en diferentes conferencias. Durante la sociedad medieval, las mujeres europeas (único lugar donde tuvo lugar la “Edad Media”, como aclara Enrique Dussel). Durante el feudalismo, las mujeres en un mundo todavía sin cortes, lujos y ostentaciones (que llegarían en el siglo XVII), irrumpieron en las conversaciones que hasta ese momento eran patrimonio de los hombres. Y lo hicieron cooperativizándose, asociándose para contratar novelistas que les proporcionaran nuevos textos para ser leídos por ellas, en un primer momento en voz baja. Ese escenario constituyó un proceso de introspección e individuación trascendental, que facilitó el ingreso femenino a los círculos sociales de ese momento y sacudió las bases de los procesos de construcción de la cultura y de la historia, como veremos, y que incluso intervino disruptivamente en la forma de adaptación a los vínculos afectivos y familiares. Las novelas de caballería eran el género por excelencia del medioevo y luego de este fenómeno revulsivo las mismas ya no sólo serían leídas por los nobles, los señores o los viajeros que se adentraban a la Mar Océano rumbo al Nuevo Mundo. Las mujeres construían pensamiento y diálogo. Y lo exponían en sitios que hasta ese entonces les había estado vedado.

¿Qué hicieron y qué dijeron las mujeres de ellas mismas en el transcurso de la Edad Media? He aqui el tema y, al mismo tiempo, el reto que se plantea cl profesor Ruiz-Doménec en el prólogo de su nuevo libro, dice en su resumen del mismo José Adrián Escudero.” Se trata, ahora, de rastrear los testimonios de las propias protagonistas de este período histórico. Atrás quedaron las diversas miradas y fantasías masculinas sobre la mujer. Entra en escena una necesaria recuperación de la memoria de las mujeres para rescatarlas del olvido del pasado. ¿Por qué? La respuesta del historiador es contundente: una cosa son las estrategias discursivas diseñadas por los hombres y otra cosa es la realidad histórica. Nos hallamos ante un conflicto de interpretaciones que cuestiona seriamente una visión unitaria de las sociedades a partir del ideal de progreso del historicismo. Ante la imposibilidad de lograr un conocimiento exacto de la realidad, la articulación histórica del pasado se realiza a partir de un acto de rememoración. Eso significa adueñarse del recuerdo femenino, cuyos testimonios nos brindan una percepción diferente de la Historia y nos permite constatar que en muchas ocasiones la historia escrita se parece más bien a un discurso de legitimación androcéntrica. «La Historia -como afirma el autor- deja de ser un relato épico sobre las vicisitudes dc los hombres, para convertirse en una apertura al fondo multicultural de las sociedades humanas). He aquí la verdadera índole reflexiva de la mirada y escritura de las mujeres. La actitud distanciada de las mujeres medievales permite lograr una perspectiva genuina del pasado, presente y futuro y posibilita una apropiación comprensiva de la realidad histórica de su momento. La tesis de fondo que late en el libro de Ruiz-Doménec viene a decir que el discurso rememorativo de las mujeres no se pliega sobre el principio de identidad masculino presente en todas sus acciones: antes bien, obliga a un reconocimiento de la alteridad y de la diferencia que, a la postre, es el que permite ofrecer una visión mucho más plural y abierta de la Historia. Ahora bien ¿sobre qué cosas hablan y escriben las mujeres de la Edad Media? ¿Cuáies son algunas de las constantes de la mirada femenina? Básicamente podrían cifrarse en dos: el arte de la memoria y el significado del amor. La galería de mujeres que desfilan en el libro de Ruiz-Domenec se mueve en el horizonte de estas coordenadas. Encontramos, por un lado, a Ana Commeno que, en el relato de la vida de su padre en la Alexiada, retiene el tiempo histórico en el espacio narrativo de la mirada femenina y asiente el significado del trabajo del historiador a partir de un constante equilibrio entre la narración y la memoria. Un asunto que comprendieron perfectamente mujeres como Berenguela de Barcelona, Leonor de Aquitania y, sobre todo, Blanca de Castilla. Sus reflexiones acerca de las estrategias de alianza matrimonial, que convierte sus recuerdos familiares en materia de reflexión política, ponen de manifiesto como en la Edad Media europea la memoria transita por la genealogía. No en vano, tres esposas, Leonor dc Provenza, Leonor de Castilla y Leonor de Aragón, constituyen el fundamento del Estado dinástico europeo de los siglos XIV y XV diseñado por Blanca de Castilla. La política de los hombres y la fijación de sus hechos de armas desembocan así en la necesidad de las mujeres de buscar razón literaria a los actos de sus padres, hermanos e hijos. A partir de ese momento el principio de legitimación de la política pasará siempre por el discurso: un modo de afirmar que los recuerdos configuran la materia para cualquier ulterior invención del pasado. Por otro lado, el libro lleva a cabo una interesante y sugestiva reconstrucción de la mirada femenina sobre el amor y los placeres, que demuestra el papel activo de las mujeres en la creación de un espacio narrativo donde fabular una relación amorosa. Desde los testimonios de Eloísa que, después de la pérdida de su amante Abelardo, cifra la verdadera naturaleza del amor en la renuncia al placer, hasta María de Francia, primera mujer escritora en lengua francesa, que propone un ejercicio de rememoración desde el prisma femenino y un análisis del significado del amor cortés. Frente al dilema amoroso planteado por la relación del sobrino del rey Marc, Tristán, con su esposa, Iseo, ofrece una audaz y atrevida solución para su época: el triángulo amoroso que conjuga respeto al marido y amor por el joven amante. Nuevamente es la novela, esto es, el discurso, la que fija la experiencia personal y la realidad social. Otro ámbito de esa experiencia personal y realidad social vivida por las mujeres de la Edad Media se encuentra en las diferentes narraciones de sus vivencias monísticas. Las biografías de Christine Markyate o Juette fijan los modelos de comportamiento de aquellas mujeres que huyen de las obligaciones sociales de su época en un intento de pensar en sí mismas. Su rechazo de la tiranía matrimonial, su renuncia al contacto con los hombres y su inclinación por la vida ascética resquebraja, por un lado, los principios de ordenación social de la época feudal, pero, por otro lado, permite la toma de conciencia de su propia existencia. Finalmente, el autor nos ofrece una valoración del protagonismo alcanzado por las mujeres en los albores del Renacimiento como críticas de un sistema de valores androcéntricos y promotoras de la vida artística y literaria. Christine de Pizan encarna un movimiento femenino contra la misoginia que se opone al despertar de las mujeres por medio de la cultura cortés y el espíritu de caballería. Denuncia esa forma abyecta del pensar masculino, que en ocasiones trasciende el plano puramente literario y se traduce en actos de violencia, y reivindica el papel de la mujer en el trabajo, la política y la cultura. He aquí una de las aportaciones claves de las mujeres: su promoción de la cultura. Frente a la responsabilidad masculina de la acumulación de capital, las mujeres se concentraron primariamente en la distribución de la riqueza para la financiación y difusión de obras de arte y literatura. Sin embargo ¿qué es más importante en la configuración de la cultura del Renacimiento, la acumulación de capital o la distribución de riqueza? La respuesta, como señala el mismo Ruiz Doménec, es osada: los hombres aportan el dinero y el trabajo necesario para la ejecución de las obras de arte y literatura, mientras 1as mujeres pagan por saber. Ahora bien, simultáneamente a la fascinante, documentada y a la par inquietante exposición de la mirada femenina en la Edad Media, el libro resulta tremendamente sugerente por el enfoque teórico que da al tratamiento de los textos y documentos utilizados a la hora de trazar este itinerario rememorativo de las experiencias de las mujeres. El autor se hace eco de las últimas teorías discursivas de la hermenéutica literaria y filosófica de corte postestructuralista, adoptando una actitud crítica frente a la Historia concebida como ordenación cronológica de hechos y producción de orden. Perdida la confianza en la existencia de una unidad metanarrativa de la Historia, se abre la posibilidad de una aceptación sin prejuicios de lo diferente, plural, heterogéneo y discontinuo. Esta perspectiva permite explorar los múltiples contextos vitales en los que se ubican las experiencias y los comportamientos de las mujeres. Un proceso de exploración permanente y continuo, que da cabida a una diversidad de sistemas de valores y criterios dc legitimación. En definitiva, una aproximación discursiva a la realidad de las mujeres en un ejercicio de reescritura narrativa, porque precisamente la forma narrativa admite una pluralidad de lenguajes y formas dc vida que se entretejen en un relato que reordena acontecimientos a modo de una descripción densa” (**).

Ruiz Doménec, nuestro “historiador de las mentalidades”, reitero, se ha ocupado siempre del rol de las mujeres a lo largo de la historia, en especial durante el medioevo, interrumpiendo así un ruidoso silencio historiográfico sobre un tema crucial en materia de cambios y conflictos en las sociedades de hace más de cinco siglos. En uno de esos libros (Isabel la Católica o el yugo del poder. La cruda historia de la reina que marcó el destino de España. Ediciones Península, Barcelona, 2004. ISBN 84- 8307-627-6) hace una semblanza humana y política de la misma persona:” la niña que crece sin referente paterno, escuchando las historias de las mujeres de la familia, la joven culta y devota, la esposa amante y celosa, la máter dolorosa… Como reina, sacrificó incluso a sus hijos por llevar a cabo su ambicioso proyecto de Estado; como beata, concluirá la antigua cuestión pendiente del cristianismo hispano: la recuperación de España a los moros” y la habilitación de la gesta colombina.

En otro, con el mismo talento para describir las formas culturales de la superstructura en los distintos modos de acumulación histórica del capital, se mete con un tema crucial, clásico pero a la vez de una vigencia palpitante, y escribe “La ambición del amor:historia del matrimonio en Europa”. A quien le interese comprender y profundizar el mundo laberíntico de la historia de las relaciones humanas, de las formas de sometimiento y las luchas por la liberación, la obra de este maestro granadino le será de una utilidad inmensa.





(*) RUIZ DOMÉNEC, José Enrique, Ed. Peninsula.-Barcelona, 1999- 369 pags., 5 fig. (23 x 15)

(**) Ref: José Adrián Escudero, disponible en https://www.academia.edu/3120920/JOS%C3%89_ENRIQUE_RUIZ_DOM%C3%89NEC_El_despertar_de_las_mujeres_la_mirada_femenina_en_la_Edad_Media_Barcelona_1999_