Por Eduardo Luis Aguirre
No es la primera vez que me detengo a leer a Wendy Brown. Es una de las pensadoras que me atraen especialmente por su capacidad de enlazar, de articular ideas, teorías y categoría con una impecable claridad.
Esa condición asequible hace que sus especulaciones no queden sometidas al albur de interpretaciones varias ni se empantanen en la comprensión fragmentaria del lector.
Si bien no comparto algunas de sus formulaciones, que pasan por definir qué es la izquierda o la derecha, entre otros inconvenientes, creo que es una filósofa que no escatima la originalidad en sus razonamientos y transforma en conceptos lo que a veces nos asalta en formato de conjeturas. Eso se advierte claramente en una entrevista que le hiciera el portal Nueva sociedad, titulada “¿Hacia qué está mutando la derecha?”. Por eso me animé a ensayar esta síntesis, que no otra cosa es el producto de una búsqueda previa que permite despuntar el hábito de ponderar los interrogantes y socializar las ideas.
Preguntada por el politólogo Rafael Khachaturian si las crisis sociales, ecológicas y políticas que vivimos actualmente han dejado más claro qué elementos de la vida social se han integrado plenamente a la lógica del neoliberalismo y qué elementos no, Brown responde:
Sabemos que el neoliberalismo tiene que ver con el desmantelamiento del Estado social, la desregulación, la privatización, los impuestos regresivos y la sospecha hacia los bienes públicos, en favor de emprendimientos empresariales, privatizados y con fines de lucro. Sin embargo, hay otras dos cosas que quiero mencionar.
Foucault, entre otros, nos enseñó a pensar en el neoliberalismo como algo que excede un conjunto de políticas, más bien como una forma de razón gobernante. Con eso se refería a una forma de razón que moldea nuestra conducta en todas las dimensiones de la vida, desde la educación hasta la atención de la salud, cómo pensamos el ocio, el retiro o la mera supervivencia. Por ejemplo, ¿entendemos la educación como un bien orientado a construir democracia o como una inversión que hace un individuo para mejorar su capital humano? Al concebir el neoliberalismo como una forma de razón gobernante, podemos entender cómo orienta a los individuos como sujetos que invierten en ellos mismos.
Pero el neoliberalismo también rehace el Estado y la sociedad. Una de sus características cruciales como forma de razón es su idea del Estado como facilitador o sustentador de la economía. El neoliberalismo a menudo es entendido como antiestatista, pero a lo que se opone es al Estado regulador. El Estado es usado todo el tiempo para apuntalar o crear mercados en determinados campos. Eso está perfectamente legitimado en un orden de cosas neoliberal. Pero es más un Estado desdemocratizado que un Estado representativo, un Estado donde la igualdad política entre los ciudadanos se organiza en instituciones y prácticas a través de las cuales nos gobernamos. El Estado es un administrador de la vida económica y de lo que solemos llamar en la actualidad vida biopolítica.
El neoliberalismo, como en la célebre formulación de Margaret Thatcher (parafraseando a Hayek), busca desintegrar la noción de sociedad o de lo social. La famosa frase de Thatcher es: «No existe como tal la sociedad. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias». En otras palabras, somos reducidos a unidades individuales no ligadas ni conectadas socialmente, ya sea en términos de ser responsables ante los asociados o de enfrentar los poderes de la sociedad (ya sean los poderes del capital, la raza, el género y la sexualidad). Solo hay individuos, y nuestra libertad radica en poder hacer lo que queramos como individuos.
Me alejo de Wendy cuando define izquierdas y derechas subsumiéndose impertérrita en categorías anglosajonas donde hasta la noción del populismo es denostada tangencialmente sin detenerse a la vera de los intrincados senderos que atraviesan los países que no nos hemos llevado tan mal con la bestia negra de la filosofía política.
Pero luego vuelve a marcar aspectos en cuyos renglones habitan interrogantes imprescindibles que nos acercan a sus especulaciones. Por ejemplo, cuando alude a la democracia, y particularmente cuando explicita su horizonte de proyección demográfica originaria.
“El experimento de la Unión Europea muestra el sinsentido de llamar democrático a ese foro transnacional: no lo es. Incluso a escala de Estado-nación, las limitaciones son enormes.
La democracia funciona mejor en pequeños órdenes de cercanía. Nos damos cuenta cuando nos sentamos en una habitación, ya sea un aula, un lugar de trabajo o una cooperativa colectiva, y decidimos juntos cómo tomaremos decisiones y cómo viviremos respetándolas. Esa fue la concepción de Rousseau. ¿Se puede ampliar ese orden de cosas de alguna manera modesta o conectarlo con otras formas democráticas? ¿Podemos tener muchas cápsulas democráticas conectadas entre sí que nos permitan un control honesto de las condiciones, los términos y principios, y las reglas que nos damos a nosotros mismos y al mismo tiempo lidiar con un mundo verdaderamente globalizado?”
Más adelante, el entrevistador le pregunta ¿Cuál es el futuro de la política y el activismo feministas, particularmente dada la capacidad de los Estados y las corporaciones para cooptar el lenguaje feminista y los marcadores de identidad hacia fines neoliberales, y el carácter diverso y heterogéneo de las luchas feministas?
Brown ilumina la respuesta con un toque de curiosidad sociológica para nada habitual.
“Espero que no tengamos que reinventar la rueda cada vez que nos enfrentemos a este tipo de dificultades, pero también he terminado por aceptar que probablemente terminemos haciéndolo. Ahora entiendo mejor que cuando tenía 20 años por qué la vieja izquierda estaba tan irritada con la nueva izquierda. Pensábamos que estábamos haciendo una forma de política emancipadora, igualitaria, socialista democrática, feminista, ecológica. Los de la vieja izquierda pensaban que ya la habían hecho ellos, y nosotros creíamos que eran un montón de viejos leninistas, estalinistas y patriarcas blancos. Era un error; había más cosas allí, y nosotros estábamos reinventando la rueda. Pero eso es parte de lo que hacen los movimientos sociales”.
Introducir el largo y áspero devenir de las izquierdas, el socialismo a la vuelta de la esquina, la cultura de la militancia, las frustraciones y la derrota, el trasvasamiento y la historia política de los militantes de distintas generaciones que nadie ha mirado como una empinada continuidad en la Argentina me pareció un párrafo necesario, convocante, mostrenco y pendiente. Todas y todos sabemos que eso forma parte de nuestras evocaciones cotidianas de cara al presente continuo e imperfecto, completo y trágico que encarna el neoliberalismo, que es un punto de partida para volver a levantarnos, con lo que queda, con lo que todavía nos habita para contribuir a un mundo más justo.
Fuente: https://nuso.org/articulo/hacia-donde-esta-mutando-la-derecha/