Por Eduardo Luis Aguirre

Jacques Derrida es una de las figuras más trascendentales y controvertidas de la filosofía moderna, cuya obra es reconocida y consultada en todo el mundo. Él fue quien acuñó el concepto de “deconstrucción”, que estimula el desmantelamiento de las formas clásicas del pensar en distintos campos del saber, en especial la literatura, un territorio inescindible de la filosofía de este pensador nacido en la Argelia colonial en 1930 y fallecido en 2004.



Las distintas formas de segregación racial y cultural que sufriera a lo largo de su infancia este niño judío, luego aventajado estudiante de la Escuela Normal Superior de París, parecen atravesar toda su obra posterior.

La herencia de Derrida, además de 40 libros de compleja lectura y escritura incomparablemente sutil, se compone de tres conceptos originales, dinámicos y controvertidos. Deconstrucción, aporía y logocentrismo.

Como ya lo hemos adelantado, la deconstrucción supone un ejercicio intelectual permanente de desmantelamiento de nuestras formas de reflexionar y nuestros pre-juicios, y un esfuerzo por encontrar las razonabilidades yacentes en los estilos y creencias de las que naturalmente nos diferenciamos. Esto significa una desacralización de nuestras tesis y la posibilidad de atender a sus antítesis, algo de por sí infrecuente en las radicalizadas cruzadas ideológicas de la modernidad y de la filosofía clásica.

En 1967, Derrida publica “De la gramatología”, considerada su obra programática. El texto, de etilo exquisito y ardua lectura, intenta poner patas arriba lo que para la filosofía clásica occidental es un pilar dos milenios de data: el discurso. En su lugar se esfuerza por rescatar un objeto de conocimiento menoscabado desde los antiguos griegos hasta la actualidad: la escritura, considerada históricamente una mera forma de de exégesis o síntesis del pensamiento previamente elaborado. Tal vez esa vocación por especular sobre la arbitraria forma de ordenar las distintas maneras de expresión lo interpelaban al autor desde la reprobación de su primer examen oral de graduación en la Escuela Normal Superior de París.

En cualquier caso, esta forma de jerarquizar una forma expresar el pensamiento sobre otra, este “fonocentrismo” que Derrida analiza comparativa y contextualmente, le permite descubrir a su vez distintas formas de superposición y privilegio de algunos objetos de conocimiento respecto de otros. “Indudablemente, el fonologismo es, en el interior de la lingüística como de la metafísica, la exclusión o el rebajamiento de la escritura” (1). Así como el discurso es privilegiado por sobre la escritura, la razón iluminista lo es también sobre la pasión, el ser sobre el estar, los hombres sobre las mujeres, las palabras sobre las imágenes, la visión sobre el tacto, el lucro sobre la generosidad, la cultura elitista sobre la cultura popular, algunos seres humanos sobre otros semejantes. El dar por sentado apriorísticamente la superioridad de una parte sobre otra en estas (y otras tantas) ecuaciones de la vida de relación, le hace pensar a Derrida que en esa clase de pensamiento hay una mirada sesgada respecto del valor de los términos menos apreciados. Esos contrastes subalternizados en los discursos dominantes, deben ser, para el filósofo de prosa incomparable, motivo de apasionante y amorosa atención. Esta tarea encierra buena parte de la deconstrucción que este postestructuralista intenta a lo largo de toda su frondosa obra: llamar la atención respecto de que -tras la aparente irreconciabilidad de esas concepciones binarias y su valoración- ambos términos, siempre, se necesitan el uno al otro, justamente porque a ambos les asiste parte de razón. Y esta admisión posibilita, a su vez, acceder a una nueva forma de pensamiento. “El deconstructivismo, que exige lecturas subversivas y no dogmáticas de los textos (de todo tipo), es un acto de descentralización, una disolución radical de todos los reclamos de “verdad” absoluta, homogénea y hegemónica” (2). La idea de deconstrucción es una creación de Derrida, pero claramente abreva en la idea heideggeriana de “destrucción”, e implica una técnica del pensamiento destinada a revisar las formas de reflexión convencional que se operan en la filosofía, pero también en otros campos del saber, en especial en las disciplinas humanas y particularmente en la literatura. Para el filósofo, la degradación de la lengua es un síntoma de la degradación social y política, caracterización que resulta difícil no compartir.

Los textos de Derrida configuran, precisamente, una lectura crítica, capaz de despertar reflexiones profundamente éticas. Por ejemplo, el rechazo de la colonización de las subjetividades por la ideología del neoliberalismo. Fue justamente por ese motivo, que a lo largo de su vida Derrida luchó denodadamente contra las tendencias hegemónicas de convertir a las universidades en campos de experimentación, enseñanza y aprendizaje afines a los designios del capital y su ideología.

Las reiteradas apariciones de Derrida fustigando los procesos de colonización se extreman cuando el profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París analiza el apartheid y más propiamente el racismo, esa categoría acuñada por las potencias coloniales para legitimar los procesos de dominación. El filósofo es uno de los máximos representantes de la postmodernidad, una corriente que Enrique Dussel caracteriza como una mera crítica de la modernidad europea realizada por europeos. Derrida sabe perfectamente que puede haberse puesto fin al colonialismo, pero que la colonialidad, como proyecto cultural, permanece incólume. Lo conoce de primera mano, por su propia biografía. Y allí, entonces, la prédica deconstructiva de la revalorización de los términos subalternos de toda ecuación social –en este caso, las diferencias raciales, cruciales para entender las jerarquías en América- reciben de este pensador universal una apoyatura teórica rotunda que pone al descubierto la influencia eurocéntrica en la construcción de los discursos opresores: “Todos los racismos dependen de la cultura y de la institución pero no todos dan lugar a estructuras estatales. Ahora bien, el simulacro jurídico y el teatro político de ese racismo de Estado no tienen ningún sentido y no hubieran tenido ninguna oportunidad fuera de un “discurso” europeo sobre el concepto de raza. Ese discurso pertenece a todo un sistema de “fantasmas”, a cierta representación de la naturaleza, de la vida, de la historia, de la religión y del derecho, a la cultura misma que ha podido dar lugar a esa nacionalización. Sin duda hay allí también, es justo insistir sobre esto, una contradicción interior a Occidente y a la afirmación de su derecho”. En el apartheid, y en el racismo, Derrida ve justamente eso, una intención de apartar. Que se hace efectiva a partir de palabras. Palabras que legitiman el horror de la segregación. Las alambradas, los campos de concentración, el apartacionismo, la separación confinada son para él "monstruosidades de un idioma político intraducible". Un idioma no debería, por supuesto, jamás inclinarse al racismo. Ahora bien, lo hace con frecuencia y esto no es del todo fortuito. No hay racismo sin una lengua. Las violencias raciales no son solamente palabras, pero requieren de una palabra. Aunque invoque la sangre, el color, el nacimiento, o más bien porque mantiene un discurso naturalista y a veces creacionista, el racismo descubre siempre la perversión de un hombre “animal parlante”. Instituye, declara, escribe, inscribe, prescribe. Sistema de marcas, precisa los lugares para asignar residencia o cerrar las fronteras. No discierne, discrimina" (3). Aunque esos lugares para "asignar residencia" forzada sean Sudáfrica, Auschwitz o Valcheta (4).
  1. Derrida, Jacques: “De la gramatología”, p. 134, disponible en http://eltalondeaquiles.pucp.edu.pe/wp-content/uploads/2017/05/derrida-jacques-de-la-gramatologia-compressed.pdf

  2. Krieger, Peter: “La deconstrucción de Jacques Derrida”, disponible en http://www.scielo.org.mx/pdf/aiie/v26n84/v26n84a9.pdf

  3. Derrida, Jacques: “La última palabra del racismo”, disponible en file:///C:/Users/user/Downloads/Dialnet-LaUltimaPalabraDelRacismo-3699303.pdf


  4. http://www.derechoareplica.org/index.php/control-social/1046-practicas-concentracionarias-en-la-patagonia-el-primer-genocidio-reorganizador