Por Jorge Alemán (*)
El capitalismo en su actual tiempo de concentración se propone subsumir todo en la lógica de sus operaciones megaconectadas. Las distintas narraciones políticas que no acompañen esta marcha incesante e ilimitada cada vez encontrarán más obstáculos para resolver su existencia. Por ello, es habitual ver que a políticos que -en otros tiempos- se los hubiera reconocido de entrada en su nulidad evidente, ahora se les concede a los mismos, una inteligencia especial en sus distintos modos de acumular poder. Hay ciertos intelectuales que tienen un gusto especial por dotar de una agudeza singular a distintos presidentes claramente mediocres, se llamen Macri, Rajoy, etc. En realidad, es atribuir a los políticos y al sentido que ponen en juego la “astucia” especifica de los dispositivos neoliberales, los cuales sí disponen de un gran capacidad para construir narraciones perfectamente preparadas para la reproducción del poder.
El propósito del Neoliberalismo es que los proyectos transformadores y emancipatorios queden relegados a parques temáticos testimoniales o que encarnen una realidad amenazante y caótica. Pero esto varía según las coyunturas.
Si los proyectos emancipatorios quieren llegar a las mayorías, como las mismas están ya intervenidas mediáticamente, es muy difícil que puedan transmitir su discurso. A su vez si sólo se entregan al cálculo electoral y prescinden de su legado ético y político pierden su filo cortante, su verdad y su razón de ser. En estos casos no que hay más remedio que asumir la apuesta sin garantías, una elección forzada, que revela que la izquierda se define por ser una fuerza, que a diferencia de otras, siempre habita el límite de su propia dispersión, la derecha en este punto siempre se preserva , con su inercia constitutiva, de estas encrucijadas.
En una situación semejante y dado que la partida se juega en el terreno del Otro neoliberal es muy determinante poder pensar en el acto instituyente, en su lógica discursiva y en el sujeto que fuera capaz de sostenerlo. Ya no habrá insurrección ni corte revolucionario ni ruptura con la realidad constituida. Pero sí rendijas por donde se cuele la historia, la memoria, y aquellos recursos donde un nuevo sujeto se articule a una sensibilidad colectiva distinta al circuito del desprecio por lo humano propio del Neoliberalismo. La articulación de estas sensibilidades que, en determinadas encrucijadas, encuentran un deseo que las relanza a un proyecto, es la tarea mayor de una izquierda que no se deje seducir ni por el parque temático, ni por la tribu testimonial.
(*) Remitido a Derecho a Réplica por el autor.