Por Eduardo Luis Aguirre

El filósofo y lingüista de origen búlgaro Tzvetan Todorov, analizó de manera exhaustiva la categoría política de verosimilitud, en el marco de las acciones comunicativas que producen y permiten la circulación de los discursos dominantes y la producción de sentido que los mismos asumen.



Para ejemplificar la gravitación de lo verosímil como sucedáneo de la verdad, el autor de El Miedo a los Bárbaros y Los Insumisos recurre a un relato original de un hecho que transcurre idealmente en el siglo V a. C, en Sicilia. En ese contexto, dos individuos discuten y se produce un accidente. “Al día siguiente aparecen ante las autoridades, que deben decidir cuál de los dos es culpable. Pero, ¿cómo elegir? La disputa no se ha producido ante los ojos de los jueces, quienes no han podido observar y constatar la verdad; los sentidos son impotentes; sólo queda un medio: escuchar los relatos de los querellantes, las partes involucradas. Con este hecho, la posición de estos últimos se ve modificada: ya no se trata de establecer una verdad (lo que es imposible) sino de aproximársele, de dar la impresión de ella, y esta impresión será tanto más fuerte cuanto más hábil sea el relato. Para ganar el proceso importa más hablar bien que haber obrado bien. Platón escribirá amargamente: «En los tribunales, en efecto, la gente no se inquieta lo más mínimo por decir la verdad, sino por persuadir, y la persuaden depende de la verosimilitud.»  Pero por ello mismo, el relato, el discurso, deja de ser en la conciencia de los que hablan un sumiso reflejo de las cosas, para adquirir un valor independiente. Las palabras no son pues, simplemente, los nombres transparentes de las cosas, sino que constituyen una entidad autónoma, regida por sus propias leyes y que se puede juzgar por si misma. Su importancia superala de las cosas que se suponía que reflejaban”.

Ese día  –señala Todorov- asistió al nacimiento simultáneo de la conciencia del lenguaje, de una ciencia que formula las leyes del lenguaje —la retórica—, y de un concepto: lo verosímil, lo “creíble” como verdad, que viene a llenar el vacío abierto entre esas leyes y lo que se creía que era la propiedad constitutiva del lenguaje: su referencia a lo real. El descubrimiento del lenguaje dará pronto sus primeros frutos: la teoría retórica, la filosofía del lenguaje de los sofistas Durante veinticinco siglos se intentará hacer creer que lo real es una razón suficiente de la palabra; durante veinticinco siglos, será necesario reconquistar sin cesar el derecho a percibir la palabra. La literatura a que, no obstante, simboliza la autonomía del discurso, no bastó para vencer la idea de que las palabras reflejan a las cosas. El rasgo fundamental de toda nuestra civilización sigue siendo esta concepción del lenguaje-sombra, con formas quizá cambiantes, pero que no por ello son menos las consecuencias directas de los objetos que reflejan.

En este trabajo Todorov trata de sacar al lenguaje de su transparencia ilusoria, de aprender a percibirlo y de estudiar al mismo tiempo las técnicas de que se sirve para suprimir la diferencia entre los discursos, las palabras, el lenguaje y lo real. Dicho de otro modo su objeto es lo verosímil.

El concepto de lo verosímil ya no está de moda. No se lo encuentra en la literatura científica «seria»; en cambio, continúa haciendo estragos en los comentarios de segundo orden, en las ediciones escolares de los clásicos, en la práctica pedagógica. He aquí un ejemplo de este uso, extraído de un comentario del Mariagede Fígaro {Las bodas de Fígaro) (Les petitsclassiques Bordas,1965): *El movimiento hace olvidar lo inverosímil. El Conde, al final del segundo acto, había enviado a Bazile y a Gripe- Soleil al pueblo por dos motivos precisos: prevenir a los jueces; hallar al «paisano del billete». ( . . . ) Casi no es verosímil que él Conde, perfectamente al corriente ahora de la presencia de Chérubin por la mañana en el cuarto de la Condesa, no pida ninguna explicación a Bazile sobre su mentira y no trate de confrontarlo con Fígaro cuya actitud acaba de aparecérsele cada vez más equívoca. Sabemos, y esto se confirmará en el quinto acto, que su expectativa ante la cita con Suzanne no es suficiente para perturbarlo a tal punto cuando la Condesa está en juego. Beaurnarchais era consciente de esta inverosimilitud (la anotó en sus manuscritos), pero pensaba con razón que en el teatro ningún espectador la descubriría.» O aún: «Beaumarchais mismo confesaba de buen grado a su amigo Gudin de la Brenellerie 'que había poca verosimilitud en los equívocos de las escenas nocturnas*. Pero, agregaba: *Los espectadores se prestan con gusto a esta suerte de ilusión cuando de ella nace un embrollo divertido'». El término «verosímil» está aquí empleado en su sentido más ingenuo de «conforme a la realidad». Se declara aquí que ciertas acciones, ciertas actitudes, son inverosímiles, pues parecen no poder  producirse en la realidad. Corax, primer teórico de lo verosímil, ya había ido más lejos: lo verosímil no era para él una relación con lo real (como lo es lo verdadero), sino con lo que la mayoría de la gente cree que es lo real, dicho de otro modo, con la opinión pública.

La cuestión de la verosimilutud y su relación asimétrica con lo real exige del lector un protagonismo activo, que debe llegar hasta a crear un pensamiento nuevo que prescinda de lo verosímil para evitar una virtual colonización de su subjetividad, como consecuencia de una producción de sentido tendenciosa y direccionada. Al lector le correspondería, en definitiva la responsabilidad de no caer víctima de esta ilusión y poder emanciparse de intentos infinitos de alienación de los discursos, por ende del sentido, de la ideología y de la comprensión de los poderes que gobiernan el mundo durante el tercer milenio. En ese contexto, el rol de los mass media debe analizarse con una paerspectiva impiadosamente crítica. Durante el tercer milenio, el principal objetivo de los grandes medios es -precisamente- secuestrar la verdad detrás de una comunicación y un relato verosímil.