Comentario obligado al libro "Consumidores y ciudadanos. Conflictos Multiculturales de la Globalización”, de Néstor García Canclini. 

Digo comentario porque el artículo no pretende más que eso. Señalar un insumo teórico fundamental para terminar de explicar muchas de las cosas que venimos ensayando e intentando en el blog, todas tendientes a explorar la nueva composición de clases en la Argentina, las tendencias que se arraigan en las nuevas multitudes y hasta hechos singulares como el resultado de una elección reciente. Para eso, no hay más que revisar un par de entradas (http://www.derreplica.blogspot.com.ar/2013/09/argentina-ano-verde-e-inseguridades.html y http://127.0.0.1/wordpress/2013/08/26/un-denominador-comun-claramente/), que ponen de manifiesto nuestra preocupación constante por auscultar las nuevas contradicciones de clases después de aquella nota que publicara Héctor Huergo en La Nación, en la que revelaba hasta qué punto la derecha argentina tiene en claro las nuevas formaciones sociales en pugna. Lejos de construir una fuerza popular, con conciencia de sí y para sí, el gobierno ha contribuido a crear una enorme multitud de incluidos (en puridad, "promovidos") sociales que se incorporan a la preexistente clase media de pretensión consumista y a un capitalismo cuya principal coordenada ha dejado de ser la "competencia". Ahora lo constituye la envidia y la percepción de la existencia de una gigantesca plusvalía que, desde luego no favorece a todos. Entonces, a poco de andar, los incluidos terminan rebelándose contra sus propios mentores, paradoja global de los nuevos capitalismos con rostro humano.
  Para eso, entonces, creemos que vale la pena recorrer algunos párrafos del libro de García Canclini.

El marxismo ha caído, víctima de la revolución informática, afirma el autor, en un proceso que no hubiera sorprendido a Marx, estudioso de la revolución industrial.

Lo que no hubiera sido fácil de prever es el “efecto dominó” que arrastraría,( junto a lo que quedaba del despotismo soviético), a algunas de las construcciones más sólidas de la Modernidad:  la confianza en la razón y la educación, el ideal de la objetividad, las estructuras de la democracia representativa. Su mayor víctima es el Estado, que ha caído en un descrédito inédito (nadie cree en el estado) porque el neoliberalismo lo acusa de ser la fuente de todos los males en la economía y la política..

Las telecomunicaciones, con su ideal “moderno” de integrar a las personas, parecen haber producido el efecto de acelerar la fragmentación (diferenciación). Estimulan una  búsqueda  de la identidad (de generos, de raza, de dogmas). En las  áreas donde aún se puede convivir, surge una identidad transterritorial(va mas allá del territorio donde se está)  y multilingüística. Los usuarios de Internet, no  se sienten ya  ciudadanos de una nación, con lel mismo territorio y lengua (misma lengua)que había defendido el Estado Moderno.

García Canclini analiza un nuevo panorama antropológico. Cuestiona  los conceptos de cultura “popular” y “nacional” de los que antes se hablaba y escribia. A través de la experiencia sociológica, constata el fracaso de las políticas de extensión cultural realizadas desde el Estado que, en México y  en otras partes, puede llegar a fracasar en la organización de grandes festivales al aire libre porque la gente prefiere quedarse en sus casas a ver televisión.

Pasa de la desmovilización de las masas  a su atomización y a un multiculturalismo que es alentado por las fuerzas del mercado. Éstas hacen una apología (defensa elogio) del fragmento. Desacreditan la búsqueda de toda “verdad” que no sea la del gusto o el capricho. Para el autor, resulta curioso que, en este tiempo de concentración planetaria en el mercado, alcancen tanto auge las celebraciones acríticas de la diseminación individual y la visión de las sociedades como coexistencia errática de impulsos y deseos (pág. 46).?

Es que el Estado que era el que propiciaba todo lo  cultural, aún considera a los individuos consumidores del s. XXI, como si fueran ciudadanos del XVIII. Cuando se traslada la cuestión al terreno político, se plantea la gran pregunta: ¿Cómo es posible que los latinoamericanos, aterrorizados por la inflación y la deuda, apoyen de hecho a gobiernos como los de Fujimori, Collor o Menem, los héroes políticos massmediáticos (de los medios masivos)  que les van quitando poco a poco todos sus derechos?

La respuesta es compleja, y en los distintos ensayos que componen esta  lectura de la realidad,- hecha con el diario a la mano y el televisor encendido-, se pueden encontrar valiosas pistas.

Se trata de comenzar a construir una nueva identidad que tenga en cuenta las nuevas relaciones de convivencia globales.
El libro de García Canglini  trata de entender cómo los cambios en la manera de consumir han alterado la concepción de ser ciudadano en los últimos siglos. "Siempre el ejercicio de la ciudadanía estuvo asociado a la capacidad de adquirir bienes y a cómo usarlos, pero se suponía que esas diferencias estaban niveladas por la igualdad en derechos abstractos que se concretaban al votar, al sentirse representado por un partido político o un sindicato. Junto con el descreimiento de la política y  sus instituciones van ganando fuerzas otros modos de participación".
"Las luchas generacionales acerca de lo que se quiere tener y lo que realmente es necesario tener muestran otro modo de establecer las identidades y distinguir quiénes somos. Nos vamos alejando de la época en que las identidades se definían por esencias ahistóricas; : ahora se defeinen por el consumo, dependen de lo que uno posee o es capaz de llegar a tener. Las transformaciones constantes en la tecnología, en el diseño de los objetos, en la comunicación más fácil entre sociedades —y las expectativas  que esto genera — hacen que las identidades basadas en la raza y la nación en común se vuelvan inestables.. Esa versión política del “estar contento con lo que se tiene” fue típica del nacionalismo de los años sesenta y setenta. Hoy es
vista hoy como el último esfuerzo de las élites desarrollistas, las clases medias y algunos movimientos populares por contener dentro de la nación la explosión globalizada de las identidades y de los bienes de consumo.Finalmente, la frase perdió sentido. ¿Cómo vamos a estar felices con lo propio cuando ni siquiera se sabe qué es?", terminaba preguntándose García Canclini, durante los años noventa.