Por Julio Rubén Yza *
1- INTRODUCIÓN:
Lo que vamos a describir en el presente trabajo, es el concepto de inseguridad y su relación con el miedo al delito en la sociedad, además su utilización como mecanismo de control social.
Posteriormente analizaremos la investigación realizada en el texto de David Garland “La cultura del control”. A partir de esta descripción haremos una comparación buscando similitudes y diferencias con la realidad Argentina.
* Abogado (UNLP). Especialista en Derecho Penal y Criminología (UNLP). Docente J T P Sociología Jurídica de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP). Profesor en Postgrado de la UNLP. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
** Este trabajo fue publicado en la Revista de Derecho y Ciencias Sociales. Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. UNLP.
2- DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE INSEGURIDAD Y SU RELACION CON EL MIEDO AL DELITO EN LA SOCIEDAD.
El objetivo de este parágrafo es analizar la gestión de políticas criminales, la inseguridad, el miedo al delito y su utilización como mecanismo de control social.
Si analizamos el mecanismo del miedo, podemos ver la utilización que se hace del mismo (ej: miedo al delito) como herramienta de control social y de mantenimiento del poder, hoy en la Argentina en las encuestas de opinión, la inseguridad aparece como el primer tema que preocupa a la población y si analizamos los períodos preelectorales es un tema central dentro de las campañas políticas, lo que pensamos, termina generando esta utilización política seguramente, un aumento de la sensación de inseguridad.
Como vemos, la inseguridad y el miedo al delito, es una herramienta para el mantenimiento del poder o como acceso al mismo, independientemente de las consecuencias que genere en la población.
Si agregamos otro tema central en esta cuestión, que es el tratamiento que los medios de comunicación realizan del tema de la inseguridad (ante la detención de un imputado, se lo condena anticipadamente, o se exige el aumento de penas como una solución al problema).
Ante esta descripción previa, nos parece que corresponde entonces, intentar precisar el término de inseguridad, Wagman hace la siguiente reflexión: “Un concepto clave en el mundo actual es la seguridad y como contrapartida también su opuesto la inseguridad. Buena parte de los acontecimientos de la vida contemporánea tienen que ver con la inseguridad en todas sus variantes: internacional, nacional y cotidiana. Sin duda, la búsqueda de la seguridad es un requisito básico para que el ser humano pueda satisfacer otras necesidades vitales. Sien embargo, el concepto de la palabra seguridad es abstracto, etéreo y poco concreto”.[1]
Este autor intentado precisar el concepto de inseguridad, nos habla de cuatro planos, que son los siguientes:
“Como primer plano la idea de la inseguridad como resultado de la existencia de crimen y delincuencia en la vida diaria.
Como segundo plano el de la inseguridad originada de múltiples dinámicas sociales y naturales que operan sobre el planeta. Peligros y amenazas que van desde desastres naturales, guerras, epidemias, accidentes de transporte, envenenamiento alimenticio, crisis económicas, pérdida de empleo, hasta un infinito etcétera.
El tercer plano es la inseguridad como percepción, como sentimiento o sensación. La percepción de seguridad o inseguridad puede no tener relación con la realidad objetiva, con la amenaza o con la ausencia de peligro. La percepción es subjetiva. Una situación de peligro puede no despertar miedo y, al contrario, el miedo puede existir aunque no exista peligro.
La sensación de inseguridad, de miedo aunque subjetiva en su raíz, se convierte en una realidad objetiva.
Un cuarto plano de investigación del concepto de inseguridad sería su faceta como mecanismo de poder, como herramienta de actuación política y social. El miedo como un arma para mantener relaciones de dominio”.[2]
A partir de esta descripción tan rica para el análisis de la inseguridad, un segundo concepto que nos parece oportuno describir es el miedo, citamos entonces a González Duro, este autor se pregunta si vale la pena hacer una biografía del miedo? entonces contesta a esta pregunta: “Oficiosamente se admite la palabra miedoso/miedosa, con la que se designa al/a la que tiene mido de cualquier cosa, en el caso de que alguna vez hubiese existido alguien con miedo a cualquier cosa”.[3]
“el equívoco –o manipulación ideológica- puede residir en que cuando se habla de miedo casi todo el mundo se refiere exclusivamente a quien lo padece como un sentimiento meramente personal e intransferible, además de vergonzante, y hay muy escasas referencias a los que tienen la fuerza o el poder suficiente para producirlo y mantenerlo, individual o colectivamente. Porque el miedo se contagia muy fácilmente y puede afectar a aquellas poblaciones que se vuelven susceptibles de ser dominadas, subyugadas”.[4]
Este autor hace referencia a una de las cuestiones centrales para entender la inseguridad, el miedo y su relación con el poder, la utilización del miedo como mecanismo de control social y mantenimiento del poder.
Dentro de nuestra realidad latinoamericana Aguirre nos ayuda a pensar el concepto de inseguridad haciendo la siguiente reflexión: “Hace algunos años, había intentado advertir acerca de que ‘el abordaje de las agencias estatales han hecho respecto de la –inseguridad- en Latinoamérica, y muy especialmente en la argentina, importa, en sustancia, un reduccionismo que parte, en casi todos los casos, de asimilar la inseguridad a la criminalidad. Esta particular e intencionada simplificación, por ende ha connotado tan sólo uno de los aspectos desde los que, epistemológicamente, podría referirse la relación seguridad/inseguridad: la que se circunscribe al -miedo al otro-, que se ciñe a la mera posibilidad de ser víctima de un delito y que se sostiene en base a un imaginario colectivo construido a partir de la idea de que la sociedad está habitada por una multitud de sujetos peligrosos y desviados, contra los que hay que acometer –antes que nada ocurra-, y que deben, además, desaparecer de la mirada banal de los consumidores alienados”.[5]
3- ANÁLISIS DEL TEXTO DE DE DAVID GARLAND “LA CULTURA DEL CONTROL”.
El autor de este libro sintéticamente nos explica el contenido del mismo cuando afirma: “Este libro trata de la cultura del control del delito y de la justicia penal en Estados Unidos y Gran Bretaña. O, para ser más precisos, se ocupa de los cambios dramáticos que se han producido en nuestra respuesta social al delito durante los últimos treinta años y de las fuerzas sociales, culturales y políticas que los han generado”.[6]
Precisando esta idea Garland, describe la caída del “Estado del Bienestar” de los años 70, y su correlación o impacto en el Sistema Penal,
en la disolución del paradigma de la resocialización, y la aparición de Políticas Neoliberales (o Neoconservadoras) y su consecuencia en el Sistema Penal, ya que en Estados Unidos, en 1970 el índice de delitos cada 100.000 habitantes estaba alrededor de 4.000, en 1998 este índice había ascendido solamente 4.500, sin embargo la población carcelaria cada 100.000 habitantes era en 1970 de 3.500 aproximadamente, en 1996 había ascendido a 9.000.
En esta investigación el autor intenta encontrar las razones que originaron este cambio y da una respuesta alternativa a estas políticas denominadas de “Ley y Orden”.
Dentro de las razones para que se produzca el cambio social que aludimos anteriormente Garlan nos dice: “…nuestros dispositivos de control del delito contemporáneos han sido moldeados por dos fuerzas sociales subyacentes, concretamente la organización social distintiva de la modernidad tardía y las políticas de libre mercado, conservadoras socialmente, que dominaron en Estados Unidos y Gran Bretaña durante los ochenta”.[7]
Otra de la razones para el cambio de políticas citadas por este autor es que “…los actores políticos y las agencias gubernamentales –fuerzas policiales, agencias de persecución penal, tribunales, prisiones, departamentos gubernamentales, funcionarios electos- se encontraron a un nuevo conjunto de problemas prácticos…estos nacieron fundamentalmente de la persistente presencia de altas tasas de delito y desorden y de la creciente conciencia acerca de los límites de la justicia penal moderna en lo que respecta a su capacidad de controlar el delito y proveer seguridad”.[8]
Este es un dato importante de la imposibilidad en las sociedades modernas por parte del Estado, de no poder combatir el delito y proveer seguridad, por lo tanto se explica la aplicación como diseño de política criminal la creación del Principio de Oportunidad, seleccionar sólo los hechos delictivos que más daño causa a la sociedad, o más alarma producen para darle una resolución rápida.
Posteriormente afirma: “durante las mismas décadas en que las agencias de la justicia penal luchaban por ajustarse a la realidad del delito en la sociedad tardomoderna, los ciudadanos, comunidades y empresas aprendieron a adaptarse a un mundo social en el que las tasas de delito elevadas eran un hecho social normal. Los actores privados de la sociedad civil desarrollaron sus propias adaptaciones a la nueva generalización del delito, sus propias precauciones y controles sociales rutinarios y estas adaptaciones más que las tasas de delito en si mismas son las que explican la relevancia cultural y social que el delito ha adquirido en los años recientes. Estas rutinas prácticas cotidianas proveen la base social de muchas de las nuevas políticas criminales de los últimos años y moldean la formación cultural –el complejo del delito- que ha surgido en torno al delito a fines del siglo XX”.[9]
Lo que posteriormente explica Garland, pensar que sólo las políticas Neoliberales aplicadas en Estados Unidos por Reagan en los 80, o Thacher en Gran Bretaña, no justifica el abandono del “Estado de Bienestar” sino que había razones económicas, sociales y culturales que acompañaron esas políticas, de otra manera no podría explicarse un cambio tan drástico, en lo político y social que termina impactando en la política criminal.
En este sentido afirma Garland: “Las raíces de los dispositivos contemporáneos de control del delito se encuentran en el carácter de la organización social actual y en las elecciones políticas y culturales que se realizaron en relación con ella. Este nuevo mundo del control del delito provee, a su vez, fuentes importantes de legitimación para una política
antiwelfare, así como una concepción de los pobres como una –underclass- que no merece ser ayudada”.[10]
En cuanto a los medios de comunicación y su influencia en las decisiones políticas este autor afirma: “…Hoy, el delito y el castigo están constantemente en la noticias. Las decisiones organizacionales y la elaboración de políticas públicas son típicamente reactivas y políticas y están atrapadas en las exigencias de la competencia electoral”.[11]
Respecto a una característica de los años 70 nos dice Garland, el temor al delito va adquiriendo mayor importancia, y la acción de política criminal de los gobiernos, están investigando estas circunstancias para actuar en consecuencia.
4- SIMILITUDES Y DIFERENCIAS DE LOS PROCESOS DESCRIPTOS POR GARLAND Y LA REALIDAD ARGERNTINA.
A modo de ensayo y sólo como especulación intentaremos buscar similitudes y diferencias entre el proceso descrito por Garland en EEUU y Gran Bretaña y compararlo con Argentina.
En principio tanto Estados Unidos y Gran Bretaña son países desarrollados con democracias consolidadas, donde en general funcionan las
instituciones, además la característica es que se realizan investigaciones socio-jurídicas que se aplican después como políticas de estado, como comenta Garlan: “El panorama del control del delito que ha surgido en Estados Unidos y Gran Bretaña a fines del siglo XX ha sorprendido a los expertos y ha desafiado predicciones históricas”.[12] Con esto hace referencia a que los procesos económicos, políticos y culturales terminaron produciendo las reformas en el Sistema Penal y una de las características es que no se tuvo en cuenta la opinión de los expertos, si no que esa presión social, por el aumento del delito, el miedo al mismo, la incorporación del delito como algo cotidiano, sumado a los medios de comunicación instalando constantemente este tema, condujeron a estas reformas de endurecimiento en las políticas criminológicas.
En Argentina, por el contrario, todo el siglo XX signado por la inestabilidad política, por los constantes golpes de estado, la falta de continuidad democrática, recién a partir de 1983 logramos estabilidad política, lo que nos permitiría realizar políticas de estado, fomentar las investigaciones criminológicas (cuestiones todavía pendientes), sin embargo los procesos de la segunda mitad del siglo veinte descritos por Garland en las sociedades tardomodernas, también se produjeron en nuestro país lo que condujeron a un aumento en los índices delictivos (según cifras oficiales) en
1980 se producían 806 delitos cada 100.000 habitantes, en 1997 se producen 2.507 cada 100.000 habitantes.[13] O las cifras que nos aporta Kaminsky, de los delitos denunciados en 1980 eran de 806 cada 100.000 habitantes, y pasó a 3200 cada 100.000 en el 2006, cuyo pico máximo se produjo en el 2002 con más de 3.500 delitos cada 100.000 habitantes.[14]
Respecto de la caída del estado de bienestar en Argentina, esto se produjo en la década de los 90, políticas neoliberales que implicaron la reforma del estado, privatizaciones de empresas del públicas (las cuales se pagaban con papeles de la deuda, y poco dinero en efectivo), flexibilización laboral, acompañado de una política económica (convertibilidad: un peso igual a un dólar) que implicaba hacer descender la inflación a partir de un tipo de cambio fijo, al haber inflación en dólares, permitía la importación de productos, los que presionaban artificialmente los precios internos, lo que produjo la quiebra de las industrias nacionales, ya que era más rentable importar que producir en Argentina, todas esta políticas produjeron los niveles más altos de desocupación y pobreza, esto hizo eclosión en la crisis del 2001. Según la Encuesta Permanente de Hogares: “La abrupta caída bajo la línea de pobreza en los últimos años en el GBA (siendo en 2001 de 35,4 % de las personas, de 49,7 % en 2002 y llegando a la cifra histórica de 51,7 % en 2003)”.
Es interesante analizar, si la caída del estado de bienestar influyó en las políticas criminales, es difícil hacer esta afirmación, ya que lo que caracteriza la Argentina es la ausencia de políticas públicas, lo que si se puede percibir son acciones reactivas por parte de los gobiernos de turno, ante hechos delictivos que conmocionaban a la opinión pública, como respuesta de los gobiernos se aumentaron las penas en el Código Penal de la
Nación y se restringió la posibilidad de conceder la libertad a través de la modificación de los Códigos de Procedimiento Provinciales.
Ejemplo de esto es la Reforma al Código Procesal de la Provincia de Buenos Aires sancionada por la ley 11.922 el 11/12/1997, que introdujo un
procedimiento Acusatorio, en el título de “medidas de coerción” establecía como regla general que el imputado permanecerá en libertad durante el proceso, salvo que esta pueda resultar un medio para su evasión o entorpecimiento de la investigación, esto fue sucesivamente modificado restringiendo la libertad, hasta llegar a utilizar la casuística, en determinados delitos o por características de los imputados o por modalidades de comisión del delito, ver art. 171 del C.P.P., para limitar la posibilidad de otorgar la libertad.
Una característica particular de los países periféricos son las crisis socioeconómicas recurrentes, la última en la Argentina es la del 2001, los efectos sociales de la misma están bien descriptos en la investigación realizada por Duschatzky y Corea realizada en el 2001, en los barrios pobres de la periferia de la Provincia de Córdoba, en la que nos dicen: “El texto que presentamos intenta pensar la situación de la escuela en una coyuntura singular, que hemos denominado, a partir de la lectura de los testimonios de la investigación, el declive de las instituciones en tiempos de fragmentación”.[15]
Mas adelante realiza la siguiente pregunta: “…¿Cómo habitan los jóvenes situaciones de exclusión social?”, y responde “…La violencia se presenta como el sustrato cotidiano sobre el que construyen la subjetividad niños y jóvenes…Nuestra hipótesis es que la violencia se presenta como un modo de relación que aparece en condiciones de impotencia instituyente de la escuela y la familia, es decir en una época en que parecen haber perdido potencia enunciativa los discursos de autoridad y el saber de padres y maestros, que tuvieron la capacidad de interpelar, formar y educar en tiempos modernos”.[16]
Vemos como la crisis del 2001 impactó directamente en los niveles del delito ver Kaminsky [17], de los delitos denunciados en 1980 eran de 806 cada 100.000 habitantes, y pasó a 3200 cada 100.000 en el 2006, cuyo pico máximo se produjo en el 2002 con más de 3.500 delitos cada 100.000 habitantes.
Una información interesante que nos aporta Jock Young sobre la relación entre exclusión social y delito, lo ocurrido en los 60 en Estado Unidos, que habiendo pleno empleo, aumentaban los niveles de delito.[18]
Otro de los temas tratados por Garland, es el de los medios de comunicación, el tratamiento que hacen del delito en nuestro país, nosotros
observamos que aparecen diariamente los hechos delictivos como en una novela en episodios, ya que dura meses el seguimiento de los casos, hasta un nuevo hecho delictivo que conmociona a la sociedad, y se inicia un nuevo episodio trágico de esta novela, donde las víctimas cuentan su sufrimiento y los periodistas concluyen exigiendo sanciones, y condenas.
Un ejemplo de cómo presentan los medios de comunicación los delitos es el
caso de los homicidios dolosos, mientras que en la proporción a otros delitos es de un 0,2 %, en los medios de comunicación se presentan en 24,1 %, tomando el período septiembre 2004 agosto 2005.[19]
Este tratamiento de los hechos delictivos por los medios de comunicación influyen en la sociedad aumentando la sensación de inseguridad, y la presión que la sociedad ejerce sobre los dirigentes políticos, que piensan en términos electorales, aumentado penas y limitando excarcelaciones, o presionando a los jueces para que no concedan la libertad de procesados y condenados.
En una investigación que realizamos en la ciudad de La Plata, sobre la sensación de inseguridad en 1998/99, teníamos dos opiniones mayoritarias los que asociaban al los niveles de delito con la alta desocupación, pobreza, marginalidad, lo que les producía temor; pensaban que la respuesta al problema era mejorar las condiciones sociales y la presencia policial, y otro sector de la sociedad que estaba más expuesto a los delitos por su contacto con el público, comerciantes, colectiveros, taxistas, la respuesta era esencialmente al aumento de penas y mayor presencia policial como solución.
Un dato interesante nos aporta Kaminsky, en el capítulo escrito por Kessler, sobre la evolución de victimización y percepción de victimización en la Ciudad de Buenos Aires. “…esta percepción de probabilidad de victimización se ha mantenido muy alta desde 1997 hasta el 2005. Sin embargo, del 2003 al 2005 se produce una caída de la victimización pero a la vez, un aumento de la percepción de probabilidad de victimización”.[20]
En esta investigación nos demuestra que no hay relación entre los niveles de delito y la percepción que la sociedad tiene, ya que mientras los
niveles de delito desde el 2003 empezaron a descender, la percepción social sobre la inseguridad y miedo a ser victimizado aumentó.
En el final del texto de Kaminsky, Kessler propone políticas frente al temor al delito, realizamos una cita textual: “Es evidente, por un lado, la autonomía relativa del temor al delito como problema social y, por otro, que más allá de una eventual disminución de la victimización en un futuro cercano, no necesariamente el temor disminuirá…”. Posteriormente Kessler, describe diseños de política criminal para reducir el temor al delito, con una
advertencia[21] previa, que lo que puede servir para reducir el temor para algunos grupos sociales (clases medias urbanas) puede no ser útil para otros, presencia policial en barrios catalogados como peligroso (Ej:La Caba, -el ejemplo es nuestro-), porque puede aumentar el temor como ejercito de ocupación[22]. Es por esto que la presentencia policial debe ir acompañada también de políticas sociales que ayuden a mejorar la situación de los individuos que viven en los barrios periféricos o carenciados.
Como consecuencia de lo descrito anteriormente, lo primero que nos propone es la capacitación de las fuerzas de seguridad; otro tema relacionado con el anterior, consiste es fomentar la participación ciudadana y recrear de otra manera las relaciones entre la institución policial y los ciudadanos. Lo que secundariamente ayudaría a reducir el temor de la población al delito.
Otras políticas que nos sugiere tiene que ver con lo ecológico, la iluminación de los barrios (reduce el miedo a la oscuridad), el aspecto de los mismos, el cuidado, su limpieza.
Finalmente Kessler, se refiere a los medios de comunicación, aconseja por parte de los gobiernos transmitir a los que los dirigen, comunicarles que el modo de informar aumenta los niveles de miedo al delito y de inseguridad, propone llegar a acuerdos, solicitar que se especialice al personal para el tratamiento de los temas de seguridad, que también haya un control y participación de los ciudadanos, para que ellos mismos sean los que controlen el tratamiento que los medios hacen de los temas ligados a la seguridad.[23]
5- CONCLUSIONES.
1) Como síntesis de este trabajo, la primer conclusión a la que podemos arribar es la necesidad de fomentar por parte del Estado las investigaciones criminológicas, para que a partir de ellas se diseñen políticas públicas, que superen a los gobiernos de turno, en este caso se elaboren políticas criminales que este dirigidas en principio, a descender en la población la sensación de inseguridad y miedo al delito.
2) También podemos concluir que en Argentina, en líneas generales se producen los fenómenos descritos en el texto de Garlan, respecto a las sociedades tardomodernas y los crecientes niveles de delito, además de una mayor represión penal por parte del Estado.
3) Las diferencias que podemos percibir en Argentina como país periférico, que vivimos en crisis socioeconómicas recurrentes (la última 2001, la que produjo un aumento los niveles de delito), y también produjo un aumento de la sensación de inseguridad, aunque los índices delictivos desciendan (ver período 2003 a 2005).[24]
4) Uno de los desafíos debería ser, el poder instalar en la sociedad la convicción que la represión penal permanente, no es la solución al problema de la inseguridad, sino que contribuye a agravarlo (Encuesta de Seguridad Pública de Cataluña, 2002).[25]
5) Para concluir pensamos, que un ejercicio permanente que debemos realizar es el de la imaginación y la creatividad, en busca de nueva soluciones a los problemas sociales que nos aquejan, y que repercuten en los niveles de inseguridad; pensando en la creatividad recordamos un cuento de Eduardo Galeano, el escritor Uruguayo que dice.
Bajan de un camión una enorme roca, en la casa de un escultor. Este
hace surgir de ella un hermoso caballo; un niño se le acerca y le pregunta: ¿Cómo sabia usted que en esa roca enorme había un caballo?.
Galeano como reflexión final nos pregunta: ¿Cuántos caballos nos están esperando dentro de las rocas, para trotar en libertad?.
6- BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
-Aguirre, Eduardo Luís. (2005). Bienes Jurídicos y sistema Penal. Ed. Fabián Di Plácido. Buenos Aires.
Plan de Gestión Dirección Nacional de Política Criminal. (desconocemos si fue publicado).
(2006). La influencia del positivismo criminológico y del derecho penal del enemigo en el sistema de justicia juvenil. Disponible en www.derechopenalonline.com
(2007). Acerca de la Inseguridad y el miedo a delito. Disponible en: www.derechopenalonline.com
(2007). Elementos de control social en las naciones sin Estado. Disponible en: www.derechopenalonline.com
-Anitua, Gabriel Ignacio.(2005). Historias de los pensamientos criminológicos. Editores del Puerto. Buenos Aires.
-Bauman, Zigmunt. (2007). Miedo Líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. Ed. Paidós. Buenos Aires.
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-González Duro, Enrique. (2007). Biografía del miedo. Ed. Debate. Barcelona.
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-Medina, Juanjo.(2003).Inseguridad Ciudadana, miedo al delito y policía en España. Disponible en: http://criminet.ugr.es/recpc
-Tieghi, Osvaldo N. (2004). Criminalidad. Ciencia, filosofía y prevención. Revisión Histórica y Experimental. Ed Universidad. Buenos Aires.
-Wacquant, Löic. (2001). Parias urbanos. Ed. Manantial, Buenos Aires.
-Wagman, Daniel. (2003). Los cuatro planos de la seguridad. En Revista “Revista Seguridad Sostenible”. Instituto Internacional de Gobernabilidad. Disponible en: www.iigov.org/seguridad/?p=17_01
-Young, Jock. (2001). Canibalismo y Bulimia. Patrones de control social en la modernidad tardía. en “Delito y Sociedad”. N° 15-16.
[1] Wagman, Daniel. (2003). Los cuatro planos de la seguridad. En Revista “Revista Seguridad Sostenible”. Instituto Internacional de Gobernabilidad, disponible en www.iigov.org/seguridad/?p=17_01. pág.1
[2] Wagman, Daniel. (2003). Los cuatro planos de la seguridad. En Revista “Revista Seguridad Sostenible”. Instituto Internacional de Gobernabilidad, disponible en www.iigov.org/seguridad/?p=17_01. Pág. 2
[3] González Duro, Enrique. (2007). Biografía del miedo. Ed. Debate. Barcelona. Pág. 11
[4] González Duro, Enrique. (2007). Biografía del miedo. Ed. Debate. Barcelona. Pág. 11.
[5] Aguirre, Eduardo L. (2007). Acerca de la Inseguridad y el miedo a delito. disponible en www.derechopenalonline.com . Pág. 1.
[6] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 11.
[7] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 14.
[8] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 14.
[9] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 15.
[10] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 16.
[11] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 21.
[12] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 313.
[13] Tieghi, Osvaldo N. (2004). Criminalidad. Ciencia, filosofía y prevención. Revisión Histórica y Experimental. Ed Universidad. Buenos Aires. Pág. 607.
[14] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 51.
[15] Duschatzky, S. Corea, C. (2005). Chicos en banda. Paidós. Bs. As. Pág. 10.
[16] Duschatzky, S. Corea, C. (2005). Chicos en banda. Paidós. Bs. As. Pág. 21.
[17] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 51.
[18] Young, Jock. (2001). Canibalismo y Bulimia. Patrones de control social en la modernidad tardía. en “Delito y Sociedad”. N° 15-16. Pag. 31. este autor nos dice “La segunda aproximación también es un modelo de déficit pero, en este caso, el delito y la desviación se ven sobrevenir en razón de una carencia de bienes materiales –de desigualdad, pobreza, desempleo, etc.- Este enfoque está preocupado por la privación absoluta; las personas comenten delitos porque no están incluidos en la economía, la política correlativa es que los delitos y los desórdenes desaparecerán si se les proveen trabajo e ingresos monetarios. Semejante mirada de la exclusión social es un lugar común; ella informa, por ejemplo, las políticas de las administraciones Clinton y Blair. Este positivismo social fue sacudido severamente por la experiencia de los años 60, cuando el pleno empleo y los crecientes estándares de vida a lo largo del mundo occidental fueron acompañados por índices delictuales en alza. No fue la privación absoluta sino la privación relativa la fuente de intranquilidad, y tal experiencia subjetiva de desigualdad e injusticia está relacionada con la meritocracia, no solamente con la oportunidad de trabajar”.
[19] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 72.
[20] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 87.
[21] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 96.
[22] La presencia policial, en general es requerida en todos los barrios, pero para ser eficaz esta debe ir acompañada con una buena comunicación entre los agentes de seguridad y los vecinos del barrio.
[23] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 99.
[24] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 87.
[25] Aguirre, Eduardo Luís. (2005). Bienes Jurídicos y sistema Penal. Ed. Fabián Di Plácido. Buenos Aires. Pág. 102.
Lo que vamos a describir en el presente trabajo, es el concepto de inseguridad y su relación con el miedo al delito en la sociedad, además su utilización como mecanismo de control social.
Posteriormente analizaremos la investigación realizada en el texto de David Garland “La cultura del control”. A partir de esta descripción haremos una comparación buscando similitudes y diferencias con la realidad Argentina.
* Abogado (UNLP). Especialista en Derecho Penal y Criminología (UNLP). Docente J T P Sociología Jurídica de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP). Profesor en Postgrado de la UNLP. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
** Este trabajo fue publicado en la Revista de Derecho y Ciencias Sociales. Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. UNLP.
2- DEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE INSEGURIDAD Y SU RELACION CON EL MIEDO AL DELITO EN LA SOCIEDAD.
El objetivo de este parágrafo es analizar la gestión de políticas criminales, la inseguridad, el miedo al delito y su utilización como mecanismo de control social.
Si analizamos el mecanismo del miedo, podemos ver la utilización que se hace del mismo (ej: miedo al delito) como herramienta de control social y de mantenimiento del poder, hoy en la Argentina en las encuestas de opinión, la inseguridad aparece como el primer tema que preocupa a la población y si analizamos los períodos preelectorales es un tema central dentro de las campañas políticas, lo que pensamos, termina generando esta utilización política seguramente, un aumento de la sensación de inseguridad.
Como vemos, la inseguridad y el miedo al delito, es una herramienta para el mantenimiento del poder o como acceso al mismo, independientemente de las consecuencias que genere en la población.
Si agregamos otro tema central en esta cuestión, que es el tratamiento que los medios de comunicación realizan del tema de la inseguridad (ante la detención de un imputado, se lo condena anticipadamente, o se exige el aumento de penas como una solución al problema).
Ante esta descripción previa, nos parece que corresponde entonces, intentar precisar el término de inseguridad, Wagman hace la siguiente reflexión: “Un concepto clave en el mundo actual es la seguridad y como contrapartida también su opuesto la inseguridad. Buena parte de los acontecimientos de la vida contemporánea tienen que ver con la inseguridad en todas sus variantes: internacional, nacional y cotidiana. Sin duda, la búsqueda de la seguridad es un requisito básico para que el ser humano pueda satisfacer otras necesidades vitales. Sien embargo, el concepto de la palabra seguridad es abstracto, etéreo y poco concreto”.[1]
Este autor intentado precisar el concepto de inseguridad, nos habla de cuatro planos, que son los siguientes:
“Como primer plano la idea de la inseguridad como resultado de la existencia de crimen y delincuencia en la vida diaria.
Como segundo plano el de la inseguridad originada de múltiples dinámicas sociales y naturales que operan sobre el planeta. Peligros y amenazas que van desde desastres naturales, guerras, epidemias, accidentes de transporte, envenenamiento alimenticio, crisis económicas, pérdida de empleo, hasta un infinito etcétera.
El tercer plano es la inseguridad como percepción, como sentimiento o sensación. La percepción de seguridad o inseguridad puede no tener relación con la realidad objetiva, con la amenaza o con la ausencia de peligro. La percepción es subjetiva. Una situación de peligro puede no despertar miedo y, al contrario, el miedo puede existir aunque no exista peligro.
La sensación de inseguridad, de miedo aunque subjetiva en su raíz, se convierte en una realidad objetiva.
Un cuarto plano de investigación del concepto de inseguridad sería su faceta como mecanismo de poder, como herramienta de actuación política y social. El miedo como un arma para mantener relaciones de dominio”.[2]
A partir de esta descripción tan rica para el análisis de la inseguridad, un segundo concepto que nos parece oportuno describir es el miedo, citamos entonces a González Duro, este autor se pregunta si vale la pena hacer una biografía del miedo? entonces contesta a esta pregunta: “Oficiosamente se admite la palabra miedoso/miedosa, con la que se designa al/a la que tiene mido de cualquier cosa, en el caso de que alguna vez hubiese existido alguien con miedo a cualquier cosa”.[3]
“el equívoco –o manipulación ideológica- puede residir en que cuando se habla de miedo casi todo el mundo se refiere exclusivamente a quien lo padece como un sentimiento meramente personal e intransferible, además de vergonzante, y hay muy escasas referencias a los que tienen la fuerza o el poder suficiente para producirlo y mantenerlo, individual o colectivamente. Porque el miedo se contagia muy fácilmente y puede afectar a aquellas poblaciones que se vuelven susceptibles de ser dominadas, subyugadas”.[4]
Este autor hace referencia a una de las cuestiones centrales para entender la inseguridad, el miedo y su relación con el poder, la utilización del miedo como mecanismo de control social y mantenimiento del poder.
Dentro de nuestra realidad latinoamericana Aguirre nos ayuda a pensar el concepto de inseguridad haciendo la siguiente reflexión: “Hace algunos años, había intentado advertir acerca de que ‘el abordaje de las agencias estatales han hecho respecto de la –inseguridad- en Latinoamérica, y muy especialmente en la argentina, importa, en sustancia, un reduccionismo que parte, en casi todos los casos, de asimilar la inseguridad a la criminalidad. Esta particular e intencionada simplificación, por ende ha connotado tan sólo uno de los aspectos desde los que, epistemológicamente, podría referirse la relación seguridad/inseguridad: la que se circunscribe al -miedo al otro-, que se ciñe a la mera posibilidad de ser víctima de un delito y que se sostiene en base a un imaginario colectivo construido a partir de la idea de que la sociedad está habitada por una multitud de sujetos peligrosos y desviados, contra los que hay que acometer –antes que nada ocurra-, y que deben, además, desaparecer de la mirada banal de los consumidores alienados”.[5]
3- ANÁLISIS DEL TEXTO DE DE DAVID GARLAND “LA CULTURA DEL CONTROL”.
El autor de este libro sintéticamente nos explica el contenido del mismo cuando afirma: “Este libro trata de la cultura del control del delito y de la justicia penal en Estados Unidos y Gran Bretaña. O, para ser más precisos, se ocupa de los cambios dramáticos que se han producido en nuestra respuesta social al delito durante los últimos treinta años y de las fuerzas sociales, culturales y políticas que los han generado”.[6]
Precisando esta idea Garland, describe la caída del “Estado del Bienestar” de los años 70, y su correlación o impacto en el Sistema Penal,
en la disolución del paradigma de la resocialización, y la aparición de Políticas Neoliberales (o Neoconservadoras) y su consecuencia en el Sistema Penal, ya que en Estados Unidos, en 1970 el índice de delitos cada 100.000 habitantes estaba alrededor de 4.000, en 1998 este índice había ascendido solamente 4.500, sin embargo la población carcelaria cada 100.000 habitantes era en 1970 de 3.500 aproximadamente, en 1996 había ascendido a 9.000.
En esta investigación el autor intenta encontrar las razones que originaron este cambio y da una respuesta alternativa a estas políticas denominadas de “Ley y Orden”.
Dentro de las razones para que se produzca el cambio social que aludimos anteriormente Garlan nos dice: “…nuestros dispositivos de control del delito contemporáneos han sido moldeados por dos fuerzas sociales subyacentes, concretamente la organización social distintiva de la modernidad tardía y las políticas de libre mercado, conservadoras socialmente, que dominaron en Estados Unidos y Gran Bretaña durante los ochenta”.[7]
Otra de la razones para el cambio de políticas citadas por este autor es que “…los actores políticos y las agencias gubernamentales –fuerzas policiales, agencias de persecución penal, tribunales, prisiones, departamentos gubernamentales, funcionarios electos- se encontraron a un nuevo conjunto de problemas prácticos…estos nacieron fundamentalmente de la persistente presencia de altas tasas de delito y desorden y de la creciente conciencia acerca de los límites de la justicia penal moderna en lo que respecta a su capacidad de controlar el delito y proveer seguridad”.[8]
Este es un dato importante de la imposibilidad en las sociedades modernas por parte del Estado, de no poder combatir el delito y proveer seguridad, por lo tanto se explica la aplicación como diseño de política criminal la creación del Principio de Oportunidad, seleccionar sólo los hechos delictivos que más daño causa a la sociedad, o más alarma producen para darle una resolución rápida.
Posteriormente afirma: “durante las mismas décadas en que las agencias de la justicia penal luchaban por ajustarse a la realidad del delito en la sociedad tardomoderna, los ciudadanos, comunidades y empresas aprendieron a adaptarse a un mundo social en el que las tasas de delito elevadas eran un hecho social normal. Los actores privados de la sociedad civil desarrollaron sus propias adaptaciones a la nueva generalización del delito, sus propias precauciones y controles sociales rutinarios y estas adaptaciones más que las tasas de delito en si mismas son las que explican la relevancia cultural y social que el delito ha adquirido en los años recientes. Estas rutinas prácticas cotidianas proveen la base social de muchas de las nuevas políticas criminales de los últimos años y moldean la formación cultural –el complejo del delito- que ha surgido en torno al delito a fines del siglo XX”.[9]
Lo que posteriormente explica Garland, pensar que sólo las políticas Neoliberales aplicadas en Estados Unidos por Reagan en los 80, o Thacher en Gran Bretaña, no justifica el abandono del “Estado de Bienestar” sino que había razones económicas, sociales y culturales que acompañaron esas políticas, de otra manera no podría explicarse un cambio tan drástico, en lo político y social que termina impactando en la política criminal.
En este sentido afirma Garland: “Las raíces de los dispositivos contemporáneos de control del delito se encuentran en el carácter de la organización social actual y en las elecciones políticas y culturales que se realizaron en relación con ella. Este nuevo mundo del control del delito provee, a su vez, fuentes importantes de legitimación para una política
antiwelfare, así como una concepción de los pobres como una –underclass- que no merece ser ayudada”.[10]
En cuanto a los medios de comunicación y su influencia en las decisiones políticas este autor afirma: “…Hoy, el delito y el castigo están constantemente en la noticias. Las decisiones organizacionales y la elaboración de políticas públicas son típicamente reactivas y políticas y están atrapadas en las exigencias de la competencia electoral”.[11]
Respecto a una característica de los años 70 nos dice Garland, el temor al delito va adquiriendo mayor importancia, y la acción de política criminal de los gobiernos, están investigando estas circunstancias para actuar en consecuencia.
4- SIMILITUDES Y DIFERENCIAS DE LOS PROCESOS DESCRIPTOS POR GARLAND Y LA REALIDAD ARGERNTINA.
A modo de ensayo y sólo como especulación intentaremos buscar similitudes y diferencias entre el proceso descrito por Garland en EEUU y Gran Bretaña y compararlo con Argentina.
En principio tanto Estados Unidos y Gran Bretaña son países desarrollados con democracias consolidadas, donde en general funcionan las
instituciones, además la característica es que se realizan investigaciones socio-jurídicas que se aplican después como políticas de estado, como comenta Garlan: “El panorama del control del delito que ha surgido en Estados Unidos y Gran Bretaña a fines del siglo XX ha sorprendido a los expertos y ha desafiado predicciones históricas”.[12] Con esto hace referencia a que los procesos económicos, políticos y culturales terminaron produciendo las reformas en el Sistema Penal y una de las características es que no se tuvo en cuenta la opinión de los expertos, si no que esa presión social, por el aumento del delito, el miedo al mismo, la incorporación del delito como algo cotidiano, sumado a los medios de comunicación instalando constantemente este tema, condujeron a estas reformas de endurecimiento en las políticas criminológicas.
En Argentina, por el contrario, todo el siglo XX signado por la inestabilidad política, por los constantes golpes de estado, la falta de continuidad democrática, recién a partir de 1983 logramos estabilidad política, lo que nos permitiría realizar políticas de estado, fomentar las investigaciones criminológicas (cuestiones todavía pendientes), sin embargo los procesos de la segunda mitad del siglo veinte descritos por Garland en las sociedades tardomodernas, también se produjeron en nuestro país lo que condujeron a un aumento en los índices delictivos (según cifras oficiales) en
1980 se producían 806 delitos cada 100.000 habitantes, en 1997 se producen 2.507 cada 100.000 habitantes.[13] O las cifras que nos aporta Kaminsky, de los delitos denunciados en 1980 eran de 806 cada 100.000 habitantes, y pasó a 3200 cada 100.000 en el 2006, cuyo pico máximo se produjo en el 2002 con más de 3.500 delitos cada 100.000 habitantes.[14]
Respecto de la caída del estado de bienestar en Argentina, esto se produjo en la década de los 90, políticas neoliberales que implicaron la reforma del estado, privatizaciones de empresas del públicas (las cuales se pagaban con papeles de la deuda, y poco dinero en efectivo), flexibilización laboral, acompañado de una política económica (convertibilidad: un peso igual a un dólar) que implicaba hacer descender la inflación a partir de un tipo de cambio fijo, al haber inflación en dólares, permitía la importación de productos, los que presionaban artificialmente los precios internos, lo que produjo la quiebra de las industrias nacionales, ya que era más rentable importar que producir en Argentina, todas esta políticas produjeron los niveles más altos de desocupación y pobreza, esto hizo eclosión en la crisis del 2001. Según la Encuesta Permanente de Hogares: “La abrupta caída bajo la línea de pobreza en los últimos años en el GBA (siendo en 2001 de 35,4 % de las personas, de 49,7 % en 2002 y llegando a la cifra histórica de 51,7 % en 2003)”.
Es interesante analizar, si la caída del estado de bienestar influyó en las políticas criminales, es difícil hacer esta afirmación, ya que lo que caracteriza la Argentina es la ausencia de políticas públicas, lo que si se puede percibir son acciones reactivas por parte de los gobiernos de turno, ante hechos delictivos que conmocionaban a la opinión pública, como respuesta de los gobiernos se aumentaron las penas en el Código Penal de la
Nación y se restringió la posibilidad de conceder la libertad a través de la modificación de los Códigos de Procedimiento Provinciales.
Ejemplo de esto es la Reforma al Código Procesal de la Provincia de Buenos Aires sancionada por la ley 11.922 el 11/12/1997, que introdujo un
procedimiento Acusatorio, en el título de “medidas de coerción” establecía como regla general que el imputado permanecerá en libertad durante el proceso, salvo que esta pueda resultar un medio para su evasión o entorpecimiento de la investigación, esto fue sucesivamente modificado restringiendo la libertad, hasta llegar a utilizar la casuística, en determinados delitos o por características de los imputados o por modalidades de comisión del delito, ver art. 171 del C.P.P., para limitar la posibilidad de otorgar la libertad.
Una característica particular de los países periféricos son las crisis socioeconómicas recurrentes, la última en la Argentina es la del 2001, los efectos sociales de la misma están bien descriptos en la investigación realizada por Duschatzky y Corea realizada en el 2001, en los barrios pobres de la periferia de la Provincia de Córdoba, en la que nos dicen: “El texto que presentamos intenta pensar la situación de la escuela en una coyuntura singular, que hemos denominado, a partir de la lectura de los testimonios de la investigación, el declive de las instituciones en tiempos de fragmentación”.[15]
Mas adelante realiza la siguiente pregunta: “…¿Cómo habitan los jóvenes situaciones de exclusión social?”, y responde “…La violencia se presenta como el sustrato cotidiano sobre el que construyen la subjetividad niños y jóvenes…Nuestra hipótesis es que la violencia se presenta como un modo de relación que aparece en condiciones de impotencia instituyente de la escuela y la familia, es decir en una época en que parecen haber perdido potencia enunciativa los discursos de autoridad y el saber de padres y maestros, que tuvieron la capacidad de interpelar, formar y educar en tiempos modernos”.[16]
Vemos como la crisis del 2001 impactó directamente en los niveles del delito ver Kaminsky [17], de los delitos denunciados en 1980 eran de 806 cada 100.000 habitantes, y pasó a 3200 cada 100.000 en el 2006, cuyo pico máximo se produjo en el 2002 con más de 3.500 delitos cada 100.000 habitantes.
Una información interesante que nos aporta Jock Young sobre la relación entre exclusión social y delito, lo ocurrido en los 60 en Estado Unidos, que habiendo pleno empleo, aumentaban los niveles de delito.[18]
Otro de los temas tratados por Garland, es el de los medios de comunicación, el tratamiento que hacen del delito en nuestro país, nosotros
observamos que aparecen diariamente los hechos delictivos como en una novela en episodios, ya que dura meses el seguimiento de los casos, hasta un nuevo hecho delictivo que conmociona a la sociedad, y se inicia un nuevo episodio trágico de esta novela, donde las víctimas cuentan su sufrimiento y los periodistas concluyen exigiendo sanciones, y condenas.
Un ejemplo de cómo presentan los medios de comunicación los delitos es el
caso de los homicidios dolosos, mientras que en la proporción a otros delitos es de un 0,2 %, en los medios de comunicación se presentan en 24,1 %, tomando el período septiembre 2004 agosto 2005.[19]
Este tratamiento de los hechos delictivos por los medios de comunicación influyen en la sociedad aumentando la sensación de inseguridad, y la presión que la sociedad ejerce sobre los dirigentes políticos, que piensan en términos electorales, aumentado penas y limitando excarcelaciones, o presionando a los jueces para que no concedan la libertad de procesados y condenados.
En una investigación que realizamos en la ciudad de La Plata, sobre la sensación de inseguridad en 1998/99, teníamos dos opiniones mayoritarias los que asociaban al los niveles de delito con la alta desocupación, pobreza, marginalidad, lo que les producía temor; pensaban que la respuesta al problema era mejorar las condiciones sociales y la presencia policial, y otro sector de la sociedad que estaba más expuesto a los delitos por su contacto con el público, comerciantes, colectiveros, taxistas, la respuesta era esencialmente al aumento de penas y mayor presencia policial como solución.
Un dato interesante nos aporta Kaminsky, en el capítulo escrito por Kessler, sobre la evolución de victimización y percepción de victimización en la Ciudad de Buenos Aires. “…esta percepción de probabilidad de victimización se ha mantenido muy alta desde 1997 hasta el 2005. Sin embargo, del 2003 al 2005 se produce una caída de la victimización pero a la vez, un aumento de la percepción de probabilidad de victimización”.[20]
En esta investigación nos demuestra que no hay relación entre los niveles de delito y la percepción que la sociedad tiene, ya que mientras los
niveles de delito desde el 2003 empezaron a descender, la percepción social sobre la inseguridad y miedo a ser victimizado aumentó.
En el final del texto de Kaminsky, Kessler propone políticas frente al temor al delito, realizamos una cita textual: “Es evidente, por un lado, la autonomía relativa del temor al delito como problema social y, por otro, que más allá de una eventual disminución de la victimización en un futuro cercano, no necesariamente el temor disminuirá…”. Posteriormente Kessler, describe diseños de política criminal para reducir el temor al delito, con una
advertencia[21] previa, que lo que puede servir para reducir el temor para algunos grupos sociales (clases medias urbanas) puede no ser útil para otros, presencia policial en barrios catalogados como peligroso (Ej:La Caba, -el ejemplo es nuestro-), porque puede aumentar el temor como ejercito de ocupación[22]. Es por esto que la presentencia policial debe ir acompañada también de políticas sociales que ayuden a mejorar la situación de los individuos que viven en los barrios periféricos o carenciados.
Como consecuencia de lo descrito anteriormente, lo primero que nos propone es la capacitación de las fuerzas de seguridad; otro tema relacionado con el anterior, consiste es fomentar la participación ciudadana y recrear de otra manera las relaciones entre la institución policial y los ciudadanos. Lo que secundariamente ayudaría a reducir el temor de la población al delito.
Otras políticas que nos sugiere tiene que ver con lo ecológico, la iluminación de los barrios (reduce el miedo a la oscuridad), el aspecto de los mismos, el cuidado, su limpieza.
Finalmente Kessler, se refiere a los medios de comunicación, aconseja por parte de los gobiernos transmitir a los que los dirigen, comunicarles que el modo de informar aumenta los niveles de miedo al delito y de inseguridad, propone llegar a acuerdos, solicitar que se especialice al personal para el tratamiento de los temas de seguridad, que también haya un control y participación de los ciudadanos, para que ellos mismos sean los que controlen el tratamiento que los medios hacen de los temas ligados a la seguridad.[23]
5- CONCLUSIONES.
1) Como síntesis de este trabajo, la primer conclusión a la que podemos arribar es la necesidad de fomentar por parte del Estado las investigaciones criminológicas, para que a partir de ellas se diseñen políticas públicas, que superen a los gobiernos de turno, en este caso se elaboren políticas criminales que este dirigidas en principio, a descender en la población la sensación de inseguridad y miedo al delito.
2) También podemos concluir que en Argentina, en líneas generales se producen los fenómenos descritos en el texto de Garlan, respecto a las sociedades tardomodernas y los crecientes niveles de delito, además de una mayor represión penal por parte del Estado.
3) Las diferencias que podemos percibir en Argentina como país periférico, que vivimos en crisis socioeconómicas recurrentes (la última 2001, la que produjo un aumento los niveles de delito), y también produjo un aumento de la sensación de inseguridad, aunque los índices delictivos desciendan (ver período 2003 a 2005).[24]
4) Uno de los desafíos debería ser, el poder instalar en la sociedad la convicción que la represión penal permanente, no es la solución al problema de la inseguridad, sino que contribuye a agravarlo (Encuesta de Seguridad Pública de Cataluña, 2002).[25]
5) Para concluir pensamos, que un ejercicio permanente que debemos realizar es el de la imaginación y la creatividad, en busca de nueva soluciones a los problemas sociales que nos aquejan, y que repercuten en los niveles de inseguridad; pensando en la creatividad recordamos un cuento de Eduardo Galeano, el escritor Uruguayo que dice.
Bajan de un camión una enorme roca, en la casa de un escultor. Este
hace surgir de ella un hermoso caballo; un niño se le acerca y le pregunta: ¿Cómo sabia usted que en esa roca enorme había un caballo?.
Galeano como reflexión final nos pregunta: ¿Cuántos caballos nos están esperando dentro de las rocas, para trotar en libertad?.
6- BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
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[1] Wagman, Daniel. (2003). Los cuatro planos de la seguridad. En Revista “Revista Seguridad Sostenible”. Instituto Internacional de Gobernabilidad, disponible en www.iigov.org/seguridad/?p=17_01. pág.1
[2] Wagman, Daniel. (2003). Los cuatro planos de la seguridad. En Revista “Revista Seguridad Sostenible”. Instituto Internacional de Gobernabilidad, disponible en www.iigov.org/seguridad/?p=17_01. Pág. 2
[3] González Duro, Enrique. (2007). Biografía del miedo. Ed. Debate. Barcelona. Pág. 11
[4] González Duro, Enrique. (2007). Biografía del miedo. Ed. Debate. Barcelona. Pág. 11.
[5] Aguirre, Eduardo L. (2007). Acerca de la Inseguridad y el miedo a delito. disponible en www.derechopenalonline.com . Pág. 1.
[6] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 11.
[7] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 14.
[8] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 14.
[9] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 15.
[10] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 16.
[11] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 21.
[12] Garland, David. (2005). La cultura del control. Ed. Gedisa. España. Pág. 313.
[13] Tieghi, Osvaldo N. (2004). Criminalidad. Ciencia, filosofía y prevención. Revisión Histórica y Experimental. Ed Universidad. Buenos Aires. Pág. 607.
[14] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 51.
[15] Duschatzky, S. Corea, C. (2005). Chicos en banda. Paidós. Bs. As. Pág. 10.
[16] Duschatzky, S. Corea, C. (2005). Chicos en banda. Paidós. Bs. As. Pág. 21.
[17] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 51.
[18] Young, Jock. (2001). Canibalismo y Bulimia. Patrones de control social en la modernidad tardía. en “Delito y Sociedad”. N° 15-16. Pag. 31. este autor nos dice “La segunda aproximación también es un modelo de déficit pero, en este caso, el delito y la desviación se ven sobrevenir en razón de una carencia de bienes materiales –de desigualdad, pobreza, desempleo, etc.- Este enfoque está preocupado por la privación absoluta; las personas comenten delitos porque no están incluidos en la economía, la política correlativa es que los delitos y los desórdenes desaparecerán si se les proveen trabajo e ingresos monetarios. Semejante mirada de la exclusión social es un lugar común; ella informa, por ejemplo, las políticas de las administraciones Clinton y Blair. Este positivismo social fue sacudido severamente por la experiencia de los años 60, cuando el pleno empleo y los crecientes estándares de vida a lo largo del mundo occidental fueron acompañados por índices delictuales en alza. No fue la privación absoluta sino la privación relativa la fuente de intranquilidad, y tal experiencia subjetiva de desigualdad e injusticia está relacionada con la meritocracia, no solamente con la oportunidad de trabajar”.
[19] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 72.
[20] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 87.
[21] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 96.
[22] La presencia policial, en general es requerida en todos los barrios, pero para ser eficaz esta debe ir acompañada con una buena comunicación entre los agentes de seguridad y los vecinos del barrio.
[23] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 99.
[24] Kaminsky, G. Kosovky, A., Kessler, G. (2007). El delito en la Argentina post-crisis. Ed. Sociedad Impresora Americana. Argentina. Pág. 87.
[25] Aguirre, Eduardo Luís. (2005). Bienes Jurídicos y sistema Penal. Ed. Fabián Di Plácido. Buenos Aires. Pág. 102.