Por Eduardo Luis Aguirre

En nuestra entrega anterior aludíamos a las particulares connotaciones del capitalismo en su versión contemporánea, a sus consecuencias devastadoras, a su influencia trágica en los pueblos del mundo.

En esa oportunidad decíamos que nuestra reflexión se producía en un tiempo de transición abismal, de fenómenos mórbidos, en la acepción de Gramsci. De monstruos que configuran verdaderas amenazas para el planeta en su conjunto.

Nos toca ahora detallar en qué consisten esas monstruosidades que se abaten sobre el conjunto de la humanidad. Para eso, habremos de tomar siete aspectos que también explicara en su momento Boaventura de Sousa Santos. Nos permitiremos, en este caso, añadir tres consideraciones a las que enunciara el profesor de la Universidad de Coimbra.

1. Una reconfiguración drástica del estado. Estábamos acostumbrados, hasta ahora, a convivir con un estado destinado a garantizar bienes públicos y relaciones no mercantiles entre la gente (salud, educación, seguridad social) y a afianzar también la soberanía. Con el neoliberalismo, en cambio, el estado es un gran productor de bienes privados, un privatizador cuyo principal cometido es justamente la custodia de esos bienes privados. Hoy sabemos que la soberanía de los países está condicionada de manera decisiva por los mercados financieros. Las experiencias catastróficas de esas recetas en todo el mundo no merecen mayores consideraciones. Tampoco las réplicas que se abatieron sobre los pueblos que intentaron vías autonómicas dentro del sistema capitalista global.
2. El capitalismo ha declarado una guerra ambiental contra el planeta, cuya verdadera dramaticidad ignoramos o preferimos ignorar. Estamos frente a un proceso de destrucción sistemática de la naturaleza y crisis ambientales sin precedentes.
3. Se ha perpetrado, en todo el mundo una desvalorización planificada del trabajo. En casi todos los países avanzan leyes que significan formas análogas de degradación y precarización laboral y afectación criminal de las jubilaciones y pensiones. Paradójicamente, mientras muchos pensadores de izquierda plantean el agotamiento del concepto de lucha de clases, el poderoso millonario Warren Buffet dice que la lucha de clases existe, sólo que la sigue ganando el capital.
4. Asistimos a la aparición de una  nueva derecha que logró desmontar en muy poco tiempo los derechos conseguidos en diversos países durante más de una década. Derechos que parecían consolidados, asegurados, absolutamente inconmovibles, han sido borrados de un plumazo por las nuevas expresiones conservadoras que han llegado al gobierno con el favor popular.
5. Se ha producido una brutal mercantilización del conocimiento. La nueva dicotomía epistemológica enfrenta al pensamiento crítico –que aparece denostado a diario por las voces dominantes del neoliberalismo- con expresiones que piensan el conocimiento únicamente en relación con los intereses del mercado. Esto redunda en una sustitución del argumento por la lógica de la publicidad y la comunicación, donde solamente hay espacio para espectáculos, donde se ejercita un pensamiento aparente, que dura pocos minutos, reivindica la lógica de la autoayuda y escamotea del discurso las contradicciones fundamentales que asolan a las democracias modernas. Se me ocurre mencionar como ejemplo  la experiencia globalizada del TEDx, consistente en exposiciones cronometradas, infantilizadas, seriadas, absolutamente iguales en todo el planeta. Esas presentaciones  causan furor entre los miles de asistentes con los que cuentan, los que creen encontrarse frente a expresiones luminosas de un nuevo conocimiento expresado de manera sencilla, breve, clara y moralizante (1).
6. La recolonización en ciernes de la perspectiva de género y los derechos de las mujeres es otro monstruo acuciante. El capitalismo siempre fue racista, colonial y patriarcal. Ahora, como muestra acabada de estos retrocesos, aparecen voces impugnando fuertemente a las militantes y doctrinarias de esta perspectiva emancipatoria (el caso más reciente es el de la filósofa Judith Butler en Brasil), mientras  asistimos a un aumento constante de los femicidios en todo el mundo.
7. El neoliberalismo es incapaz de soportar los conflictos respetando los derechos de las personas. Mucho menos,  la disconformidad colectiva. Por eso, en todo el mundo, recurre a la criminalización sistemática de la protesta social. Para eso utiliza el favor de los medios, de las fuerzas de seguridad, de las burocracias judiciales e incluso de los servicio de inteligencia, puntualmente infiltrados en las concentraciones de masas. Una de sus recurrencias es la construcción de un  otro desvalorado. Un enemigo interno al que no confiere derecho alguno y respecto de cuya represión cuenta con el favor de amplios sectores de la sociedad. Esto augura serios riesgos en materia de Derechos Humanos, porque la construcción de un enemigo interno ha sido el pretexto para los grandes crímenes de masas de los últimos siglos. Es más, habrá que considerar que en el futuro, las protestas legítimas van a ser cada vez más difíciles de realizar, no solamente por la brutalidad de las réplicas estatales, sino también por la estigmatización previa que se abate respecto de los sectores populares, a quien sin ningún prurito se señala como peligrosos, indeseables o, lisa y llanamente, terroristas.
8. La etapa contemporánea del capital nos ubica en la disyuntiva estratégica de delimitar si nos encontramos ante una crisis sistémica permanente o, por el contrario, si estamos frente a una nueva forma de acumulación de capital y colonización de subjetividades. La cuestión no es menor. Sabemos cómo el capitalismo ha resuelto sus crisis históricas. Lo que no tenemos claro es cómo habrá de comportarse frente a un escenario de producción masiva y a gran escala de falsa conciencia, donde es posible enfrentar víctimas contra víctimas y asistir a la perplejidad inesperada de víctimas que eligen a sus victimarios u oprimidos que votan a sus opresores.
9. En tiempos de “normalidades” democrático- formales hay poderes extremos que se ejercen en el mundo, y la relación de fuerzas entre esos poderes y los pueblos parece ser muy desfavorable para estos últimos. Hay drones convencionales que se abaten criminalmente sobre Yemen y Afganistán. Pero también hay otro tipo de drones cuyo combustible es la inteligencia y su objetivo la colonización de las subjetividades. Es el reinado de los trolls, la exacerbación de la imagen, la autoridad de los coach, el marketing, la autoayuda y el pensamiento edulcorado y menor. Ambos tipos de drones, por supuesto,  pueden destruir un país en poco tiempo. El problema es que, además de éstos, existen drones financieros y mediáticos.
10. Estas nuevas tecnologías han echado mano, cuando las circunstancias o los intereses lo hicieron necesario, a la destrucción o el desmembramiento  liso y llano de los países. Hemos hablado de la experiencia de la ex Yugoslavia. Podríamos analizar los intentos separatistas mucho más cercanos de Bolivia. Todo esto, mientras  las imágenes muestran cómo la gente llora en las calles de  Grecia las penurias causadas por la mano de hierro que conduce el estado de excepción. La tragedia del retroceso no ha terminado y el capital domina el escenario global con estrategias comunes de sometimiento.

Nota: el presente artículo es un resumen que completa la conferencia dictada el pasado 17 de octubre en el Salón "Rector Leopoldo Rómulo Casal", de la UNLPam.