Por Diego Hernando Gómez
“En el mundo de hoy se han acumulado inmensos valores materiales y espirituales, fruto de los esfuerzos seculares de la humanidad, de las conquistas que hicieron época en el dominio del conocimiento. Una tarea primordial de la comunidad humana es la de velar a que estas conquistas se pongan no al servicio de la destrucción de la civilización, sino al servicio del progreso y de la paz, de la transformación de la naturaleza en provecho del hombre, del mejoramiento de las condiciones de vida de los que habitan nuestro planeta. Eso es justamente el problema cardinal del mañana, del porvenir de la sociedad humana…”(1).
Nicolae Ceausescu fue criticado hasta el hartazgo, demonizado desde cualquier variable ideológica y fuerza política; el neoliberalismo occidental, el socialismo soviético (en sus últimos suspiros), la izquierda democrática burguesa, tanto como buena parte de la izquierda clasista y revolucionaria, lo caracterizaron como una suerte de tirano comunista, como un socialista de la miseria y la escasez. Luego de su asesinato, en diciembre de 1989, desde el periodismo, la historia, las ciencias sociales y la política (con matices de acuerdo a la concepción ideológica) se ha coincidido en defenestrar su figura, simplificando las singularidades del régimen político socialista rumano. De manera esquemática y estereotipada la mayor parte de los relatos e interpretaciones sobre la República Socialista de Rumania (RSR), desde la llegada al poder de Ceausescu, la caracterizan como un Estado atrasado, en donde la escasez era la norma, un país en donde la policía política (la Securitate) era omnipresente y donde reinaba un matrimonio tiránico: el de Elena Petrescu Y Nicolae Ceausescu.
No se trata aquí de hacer un revisionismo de los últimos 25 años de vida de la RSR, a partir de la figura de su líder político, sino que tan solo se pretende indagar cuales pueden haber sido las causas del quirúrgico ataque, de un lado y del otro de la “cortina de hierro”, a un régimen y a un líder que en términos objetivos no había sido peor que el promedio de cualquier otra figura dirigente de los “socialismos reales”, de Europa Central y Oriental, luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta principios de los años noventa del siglo pasado. Ceausescu, al igual que Josip Broz Tito de Yugoslavia (con matices diferentes), se había distinguido de la mayor parte de los dirigentes comunistas europeos, tendientes a llevar adelante una política de seguimiento ortodoxo de los lineamientos “bajados” desde Moscú. La continua tesitura acerca de la urgente necesidad del desarme mundial, en general, y del desarme nuclear, en particular, fue un sello distintivo de la RSR. En ese sentido se encontraba la necesidad, infinidad de veces enunciada, de liquidar los bloques militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia. Los discursos del líder asesinado, como consecuencia de un juicio sumarísimo que duró minutos, ponían atención sobre la cantidad de recursos materiales y humanos destinados a la guerra, a la industria de la destrucción, que no solo hacían que la muerte fuera una posibilidad a la vuelta de la esquina, sino que desviaban la producción social y la investigación científica hacia un fin que era contrario al bienestar general de la población mundial.
Otra cuestión que hacía de Rumania y su líder político un caso singular era la situación en relación a la deuda externa. Para principios de 1989 el gobierno había anunciado la cancelación total de la deuda. El país latino de Balcanes había llegado, como consecuencia de una dura austeridad sufrida por el pueblo, durante la década de 1980 a pagar el endeudamiento contraído por el mismo régimen durante el decenio anterior. En una década en la cual el Tercer Mundo no había parado de endeudarse, y los compromisos y la aceptación de las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) eran la norma, Rumania había conseguido independizarse, al menos momentáneamente, de los centros financieros del capitalismo mundial.
Quizás las dos cuestiones mencionadas arriba, la política de desarme y el pago de la deuda externa, hayan desencadenado el proceso desestabilización que llevó a la caída y asesinato de Ceausescu y su esposa. Los sucesos que provocaron el fin de la RSR fueron harto confusos y seguramente orquestados desde el exterior en una “extraña” alianza entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos de América (EUA). La infiltración de elementos soviéticos en el ejército rumano, por un lado, y el apoyo logístico y propagandístico (con el objetivo de deslegitimar al régimen) del gobierno estadounidense parecen haber sido una alianza bastante cercana a la realidad. En definitiva las posturas de Rumania, a favor del desarme y en contra de la dependencia económica, pudieron ser la causa de su fin. En la última reunión de los países miembros del Pacto de Varsovia, en Moscú, la tensión entre la URRS y la RSR, entre Gorbachov y Ceausescu, era notoriamente manifiesta y no podía ser escondida. Ante la proposición del líder rumano de que la próxima reunión de la alianza militar se realizase en Bucarest el premier soviético le contestó: “vamos a ver sí llegas”. Contemporáneamente EUA y Europa Occidental jugaban la carta del desprestigio mediático del gobierno rumano. Quien había sido la niña prodigio, la “atleta del régimen”, Nadia Comaneci, huía de Rumania a través de Hungría para llegar a New York dos días después y declarar, en el mismo aeropuerto, que al fin había llegado a un país democrático y que entonces podía ser libre. Mientras tanto, cuando todavía estaban calientes los dos cuerpos fusilados, Rumania comenzaba un camino vertiginoso y sin escalas hacia la economía de mercado. La deuda externa, cancelada en 1989, iba a ser nuevamente una variable central de la economía. En 1991 ya ascendía a 1.143 millones de dólares, pero 24 años más tarde, en 2015, llegaba a 114.000 millones de la moneda estadounidense.
Abajo, tomando como fuente los discursos y escritos, se analiza la postura de Nicolae Ceausescu en relación a la cuestión del desarme en general (y el nuclear en particular), a la liquidación de los bloques político-militares de la Guerra Fría, a la necesidad de destinar los avances y descubrimientos de la ciencia en pos del bienestar y desarrollo de la humanidad, al rol que deben jugar los partidos comunistas y sus militantes en defensa del derecho a la libertad de los pueblos y, por último, a la política de unión y pacificación de los pueblos balcánicos en pos de un fortalecimiento que impidiera la penetración de los intereses foráneos, ya fueran occidentales o soviéticos.
Nicolae Ceausescu sostenía que la carrera armamentista absorbía no solo ingentes recursos materiales sino que también desperdiciaba un gran potencial científico y de investigación. Denunciaba que casi la mitad de los científicos e ingenieros y el 40% de los fondos de los Estados más desarrollados se destinaban, de una u otra manera, a la creación y perfeccionamiento de los medios de destrucción. Para el líder comunista rumano, asesinado en diciembre de 1989, “las maravillosas conquistas de la ciencia y la técnica contemporánea no pueden ser empleadas con el fin de destruir y oprimir, sino para servir al progreso y a la civilización, el bienestar y la felicidad de todos los pueblos”[2].
Hacía un llamado a los comunistas del mundo a luchar contra las guerras injustas (de conquista y dominación) que libran las clases dominantes de cada Estado. Pero en primer lugar los trabajadores comunistas debían luchar contra las libradas por las clases dominantes al interior de su país, y al mismo tiempo se debían apoyar las justas luchas de los pueblos, es decir las de liberación nacional: “En eso reside la verdadera actitud internacionalista de la clase obrera, de los partidos comunistas, de las fuerzas sociales progresistas en relación a la guerra”[3]. El rol que debían jugar los comunistas al interior de cada Estado estaba absolutamente imbuido de la concepción leninista de acerca de la cuestión nacional pues ningún pueblo puede ser libre si oprime a otro pueblo. La clase obrera y los comunistas del país opresor debían luchar por la autodeterminación política del pueblo o la nación oprimida como condición necesaria para que la posibilidad de unión fuera el resultado de un libre proceso de fraternidad del internacionalismo proletario.
Al oponerse a la guerra imperialista y a la carrera armamentista, también, Rumania, pretendía luchar contra el subdesarrollo y el hambre en el mundo: “No podemos olvidar que en la actualidad los gastos militares han alcanzado la suma de 300.000 millones de dólares, y que crecen de año en año… Todo esto coloca con apremio a la orden del día el problema del desarme y, en primer lugar, del nuclear; exige que los pueblos actúen, en plena solidaridad, para poder asegurar el empleo de las riquezas que disponen (tanto materiales como espirituales) para su desarrollo económico-social, para crear el bienestar y la felicidad de cada nación, de todo el mundo” [4].
En plena Guerra Fría, en una visita oficial a Polonia en 1977, el presidente de la RSR sostenía que era necesaria la liquidación del Pacto de Varsovia y la OTAN. La política mundial de desarme estaba íntimamente ligada al conjunto de la población mundial y a la consecuente división entre países ricos y pobres: “El logro del desarme liberaría ingentes medios de producción y fuerzas de trabajo para mejorar las condiciones de vida de los pueblos, acelerar el desarrollo económico-social de las naciones y, en primer lugar, de los quedados a la zaga”[5]. En este párrafo se pude notar la irracionalidad del régimen capitalista, visto desde el punto de vista de la clase trabajadora, en su afán por generar instrumentos de destrucción masiva, por un lado, pero al mismo tiempo enfocando el trabajo humano en un sentido absolutamente contrario a la satisfacción de las necesidades del conjunto de la población mundial. Y sí bien cuando Ceaucescu hablaba acerca de la imperiosa necesidad de llevar adelante el desarme mundial no se refería explícitamente a la irracionalidad o “racionalidad” del capital en tanto generador de mercancías y (como consecuencia) negador del bienestar de la población mundial, se puede sostener que dicha lógica estaba de manera implícita en su razonamiento.
Las guerras imperialistas, históricamente emparentadas con la necesidad que tiene el capital de ir “conquistando” territorios para poder valorizarse, por un lado, pero a la vez un negocio en sí mismo: un “emprendimiento económico más” son la antítesis de cualquier proyecto civilizatorio que plantee la igualdad, la fraternidad y la libertad del género humano. En su visita oficial a México, en 1975, Ceausescu reflexionaba sobre la irracionalidad capitalista llevada al terreno de la industria de la guerra: “Vivimos en una época de grandes adelantos científicos, el hombre domina cada vez más los elementos de la naturaleza, penetra en el cosmos, pisó la luna, al mismo tiempo, en la tierra quedan muchos problemas por resolver. Las dos terceras partes de la humanidad carecen de alimentos, de asistencia médica, de condiciones para estudiar… El logro del desarme tendría no solo una inmensa importancia para la paz sino contribuiría directamente a la aceleración del desarrollo de la civilización humana”[6] . En definitiva el subdesarrollo y la carrera armamentista no serían más que las dos caras de una misma moneda.
En relación a los bloque militares de la Guerra Fría, la OTAN y el Pacto de Varsovia, Nicolae Ceausescu se manifestaba a favor de la liquidación de ambos. Consideraba necesaria la cancelación concomitante de ambas alianzas militares pues su permanencia, además de incrementar el riesgo de una guerra de destrucción masiva, favorecía las tendencias de dominación de unos Estados imperialistas sobre otros Estados más débiles: “Estamos plenamente convencidos de que se garantizarán la seguridad de nuestro pueblo, de todos los pueblos, la paz, no a través de la intensificación de la carrera armamentista y la consolidación de los bloques militares, sino de la disminución y la disolución de los bloques militares” [7].
Los Balcanes, durante toda la primera mitad del siglo XX, habían sido escenario de distintos conflictos bélicos; las Guerras Balcánicas de 1912/13, la Primera y la Segunda Guerra Mundial y, la tensión y la amenaza de URSS de invadir Yugoslavia luego de la ruptura Tito-Stalin. Un región conflictiva por su condición de “puente” entre dos continentes, pero permeable al usufructo externo debido a histórica debilidad de sus formaciones estatales estaba en permanente estado de desestabilización. Georgi Dimitrov y Leon Trotsky habían escrito durante el periodo de entreguerras acerca de la Cuestión Nacional en los Balcanes llegando a conclusiones similares; para ambos teóricos y políticos marxistas la solución al problema del imperialismo y los pequeños nacionalismos autónomos se encontraba en la unión de los pueblos mediado por el internacionalismo proletario. Desde una óptica de colaboración estatal, Nicolae Ceausescu, sostenía lo siguiente en relación a los Balcanes: “Sabemos que en el pasado esta zona era llamada el polvorín de Europa; queremos que la situación del pasado no se repita nunca, que se desarrollen tales relaciones entre los países balcánicos que hagan de esta región una zona que pueda ser denominada: la zona de la colaboración y de la amistad pacífica entre los pueblos”[8]. Para ello proponía la liquidación de las bases militares extranjeras, ya fueran estas dependientes del Pacto de Varsovia o de la OTAN, y la intensificación de todas las relaciones que tuvieran que ver con la colaboración mutua: “Rumanía se ha pronunciado siempre por la extensión de la colaboración en distintos dominios entre los países Balcánicos, pues el desarrollo de las relaciones de amistad y cooperación es una necesidad para el progreso de cada uno de estos países, para la consolidación de la paz en Europa y en el mundo” [9].
En pos de conseguir el desarme mundial (sobre todo el nuclear) y la liquidación de los bloques militares, Causescu consideraba primordial intensificar la lucha de todas las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas. Sostenía que a pesar de la acentuación de la política imperialista de dominación era imperioso llegar al entendimiento y fraternidad de los pueblos.
No es la intención de este pequeño artículo hacer una reivindicación de la corta vida de un Estado obrero deformado, que seguramente tuvo una gran cantidad de deficiencias y un sendero alejado de la revolución comunista, pero el “trabajo” de la crítica, desde todos los campos ideológicos y políticos posibles, ya ha sido realizado. Sin hacer una reivindicación de socialismo burocrático rumano, no está mal, de vez en cuando cepillar la historia a contrapelo a ver sí se “encuentra” algo.
“No podemos ignorar lo grave que es que una parte de los recursos de la energía, de las realizaciones del conocimiento científico en este campo (en primer término el de la energía atómica) se utilicen no para asegurar el progreso y el desarrollo de la humanidad, sino con la meta de fabricar medios de destrucción en masa, lo que implica grandes peligros para la paz en el mundo y puede tener consecuencias incalculables para la paz humana”[10].
[1] Discurso en la sesión jubilar de la Asamblea General de las Naciones Unidas. 19 de octubre de 1970
[2] Discurso en el XXIV Congreso del P.C.U.S. 1 de abril de 1971.
[3] Discurso en la asamblea solemne dedicada al XXX aniversario del ejército de la República Socialista de Rumanía. 24 de octubre de 1974.
[4]Discurso en el acto solemne celebrado con motivo de la otorgamiento del título de doctor Honoris y Causa de la Universidad de Teherán al presidente de la República Socialista de Rumania, Nicolae Ceausescu, y a la camarada Elena Ceausescu. Con motivo de la visita Irán . 30 de noviembre de 1975.
[5]Discurso en el gran mitín de la amistad rumano-polaca con motivo de la visita a la República Popular Polaca. 19 de mayo de 1977.
[6]Brindis en la cena ofrecida por el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Luis Echeverría Alvarez, y la señora María Esther Zuno de Echeverría en honor del presidente y de la República Socialista de Rumania, Nicolae Ceausescu, y de la camarada Elena Ceausescu. Con motivo de la visita a México. 9 de junio de 1975.
[7] Exposición hecha en la sesión solemne de conjunta del Comité Central del Partido Comunista Rumano, el Consejo Nacional del Frente de la Unidad Socialista y la Gran Asamblea Nacional dedicada sl 60 aniversario del forjamiento del Estado Nacional unitario rumano. 1 de diciembre de 1978.
[8]Discurso en la asamblea festiva dedicada al aniversario al 50 aniversario de la planta “23 de Agosto” de la Capital. 22 de septiembre de 1971.
[9]Entrevista concedida al diario “Delo” de la R.S.F. de Yugoslavia. 20 de febrero de 1976.
[10]Discurso en la asamblea festiva celebrada en la Capital con motivo del 30 aniversario de la victoria sobre el fascismo y el 98 aniversario de la conquista de la independencia de Estado de Rumania. 9 de mayo de 1975.