Por Eduardo Luis Aguirre



La sobreactuación de menor calado que han hecho el presidente Milei y la Cancillería argentina comienzan a proporcionarnos las devoluciones de esas torpezas estrafalarias. Justo en momentos en que el presidente se aprestaba en otro episodio vergonzante a volar un avión de guerra F16, los insumos militares de segunda mano que actualmente posee casi como material de descarte la fuerza aérea danesa y son -como era dable esperar- de fabricación estadounidense, estalló otra esperable crisis en Medio Oriente. La réplica que -en su dogmática concepción estratégica- ideó Irán contra Israel por el ataque criminal que el gobierno cada vez más acorralado de Netanyahu perpetrara con antelación contra funcionarios persas en Damasco.



Mientras hasta el Vaticano clama por el cese del fuego y la criminalización de civiles inocentes en la región, sean éstos israelíes, palestinos o iraníes, el presidente argentino imposta desde el precipicio del ridículo palabrotas sin sentido que dan cuenta de su extravío y su profundo desconocimiento del mundo.

El presidente decidió volver de inmediato de Dinamarca, el país que nos habrá de vender las aeronaves destinadas a reequipar en parte a nuestra fuerza aérea, producto de la crisis desatada con el ataque iraní sobre ciudades israelíes mediante drones. Muchos de estos nuevos hallazgos tecnológicos fueron derribados por la fuerza aérea jordana, un país cuya fuerza aérea fue devastada durante la Guerra de los Seis días por los ataques fulminantes de Israel. En poco más de medio siglo, el reino jordano ha pasado de ser parte de un panarabismo neonato a convertirse en aliado de Tel Aviv. Una de las tantas muestras de la volatilidad que dan cuenta de la complejidad de la situación política de Medio Oriente y que nuestro gobierno no comprende, fundamentalmente porque tiene una visión maniquea en un planisferio donde no hay -ni hubo nunca- buenos y malos. De hecho, hubo un tiempo en que estos dos países tuvieron relaciones inequívocas de amistad. Irán fue la segunda nación en reconocer, después de EEUU, al estado de Israel en 1960. 

Ahora bien, para derribar esos drones, los jordanos utilizaron los aviones F16. Los mismos que Argentina eligió adquirir, desechando la posibilidad de ser provisto por Rusia de los Mig 35 y por China de los JF-17 Thunder (de fabricación sino- pakistaní), en medio del alineamiento innecesario y febril de la cancillería argenta respecto de Washington e Israel y frente a la presión explícita de Estados Unidos. Los viajes sucesivos de la generala Laura Richardson a nuestro país así parecen indicarlo, sobre todo porque las mismas fueron anunciadas en medio de una agenda de seguridad continental.

Las distintas publicaciones periodísticas emanadas de periódicos de tirada nacional (https://www.ambito.com/opiniones/aviones-combate-la-fuerza-aerea-otra-oportunidad-perdida-n5970194) o de revistas militares diferían de la conveniencia o no de optar por la compra de aviones vetustos que incluso Dinamarca, de no producirse la transacción, insinuaba que los enviaría a Ucrania como forma de “colaboración” con el gobierno de Kiev, acorralado por el acoso de los rusos. Otros analistas consideran que la elección fue la correcta por diferentes motivos que van desde la sugestiva realidad de que ni la propia China incorpora a los aviones ofertados a su fuerza aérea de primera línea hasta la adquisición de F16 por parte de países vecinos. Calificada como una compra “de oportunidad”, la operación debía realizarse en Copenhague y debió suspenderse por el urgente regreso del presidente argentino, condicionado por la crisis internacional y por los estertores al interior de su propio gobierno.

La pregunta es si los F16 que lograron derribar los drones de Irán en el cielo jordano serían los mejores instrumentos para las hipótesis de conflicto argentinas. Y en esa cuestión parecían parecían radicar serias dudas.

En cualquier caso, así como la situación de tensión militar en oriente medio es impredecible en su evolución, las consecuencias del seguidismo argentino ha obligado a montar alarmas especiales frente al riesgo de un coletazo concreto del conflicto, en el que intervienen (o podrían hacerlo) no solamente países y ejércitos regulares sino también grupos irregulares y terroristas. Ni hablar si la hipótesis que ensaya, con abundante información, el periodista Ari Lijalad sobre la dudosa condición "histórica" del fallo reciente de la Cámara de Casación argentina sobre el encubrimiento del atentado de la causa AMIA y sus consecuencias geopolíticas, cuya escucha sugerimos para que este desaguisado adquiera un sentido alternativo (https://www.youtube.com/watch?v=wZJlw-b4HMk).