Por Eduardo Luis Aguirre
La guerra de Ucrania ha dejado al descubierto la barbarie y la violencia que pueden perpetrar los estados. Los estados y eso que nos vamos acostumbrando a llamar "bloques'. Esos bloques son los protanonistas centrales de las modalidades criminales mediante las que se saldan las contradicciones y los diferendos que atañen a las hegemonias que tensiona un mundo multipolar que, paradójicamente, sigue reconociendo -al menos hasta ahora-a una superpotencia planetaria. En ese contexto, otros bloques ponen de relieve el retroceso al que los ha sometido el neoliberalismo. Uno de ellos, acaso al más notorio, es Europa.
Europa ha dejado atrás hace mucho tiempo las romantizadas socialdemocracias occidentales y los paises del este padecen la tercera década seguida de frustracion tras la caida de los experimentos socialistas. Por si esto furra poco, el seguidismo a los EEUU los coloca como fuerza de choque eventual contra Rusia. Eso implica tambien un distanciamiento con China. Justamente, dos potencias nacionales que marcan la preocupación geoestratégica más importantes de la primera potencia mundial. Desaparecido el fantasma del comunismo, los nacionalismos tercian. Eso también encuentra sin herramientas a la Europa aplanada por el neoliberalismo y la fatídica posmodernidad.