Por Jorge Alemán (*)


No deja de sorprender que Trump y sus seguidores, como lo acabo de comprobar en una cadena americana que suelo ver, haga permanentes referencias a la “clase trabajadora”, matizada con una retórica “antisistema”. Incluso sazonada con algunas declaraciones contra los organismos internacionales y su supuesta amistad con Putin.

Pero finalmente se hace evidente el elemento que resignifica todo su discurso: un racismo y una xenofobia monstruosa. En este aspecto, Donald Trump es el emergente culminante de una lógica social que atraviesa la vida social norteamericana.

¿Es esto populismo de derechas? No lo admito, la matriz subyacente de ese discurso es la que —inspirándome en Lacan— se puede adjudicar a la lógica masculina, y digo lógica para no recubrirla directamente con una cuestión de género. La lógica masculina, que busca en la identidad la cuestión esencial a custodiar y recuperar en su totalidad. Para constituir esta totalidad es necesario que exista una excepción amenazante que hay que destruir y expulsar. Nada de la hegemonía en la articulación lógica de un sujeto popular se pone en juego. En esto discrepo de mis compañeros y compañeras “posmarxistas” que aceptan, al ser el populismo un modo de ser de lo “político” mismo, que el mismo se reparta a izquierda y derecha.

Comparto con los llamados posmarxistas la crítica a la metafísica de la izquierda que desea que la “lucha de clases” sea un motor objetivo de la Historia que funciona como una ley ineluctable de la misma, sin embargo, pienso que el populismo es el modo radical de pensar los antagonismos que instituyen políticamente lo social frente al orden dominante del neoliberalismo. Entre los cuales, sin duda, tiene un lugar destacado pero no el único, la explotación de la fuerza de trabajo en la forma mercancía. Por eso considero que podríamos caracterizar al “fenómeno Trump” como neofascismo neoliberal, a sabiendas del carácter en principio antinómico de los términos.

Los demócratas que ahora se horrorizan frente al surgimiento del monstruo y los Estados que lo votarán contribuyeron con su surgimiento, confiando siempre exclusivamente su política a las élites y las grandes fortunas. Solo Bernie Sanders fue capaz de señalar en distintas ocasiones que el capital oligárquico, desde hace tiempo, se ha adueñado del Estado norteamericano y sólo a partir de un trabajo con los verdadero antagonismos populares puede surgir un proyecto popular de izquierda. Vaya como ejemplo su lucha contra la gran estafa de las industrias farmacéuticas. Por esta razón, podríamos pensar que el triunfo de Sanders era estructuralmente imposible en los Estados Unidos. Una de las tendencias del Neoliberalismo actual, en su captura de la Democracia es, salvo excepciones, que las elecciones propongan disyuntivas aparentes entre lo malo y lo peor.

Pero el Imperio de un modo u otro, además del expolio de los demás, que apunta a un nuevo modelo de acumulación donde el escándalo de la corrupción y la intervención permanente en guerras sin declarar no sólo no constituyen anomalía alguna, sino que más bien revelan su auténtico modo de ser.

En este aspecto, el neoliberalismo ha inscripto un nuevo capítulo en nuestro horizonte histórico, finalizar con el mundo y consumar por fin el ciclo de la pulsión de muerte.

(*) Publicado originariamente en http://blogs.publico.es/dominiopublico/18243/trump-existe-un-populismo-de-derechas/