Por Eduardo Luis Aguirre
La infinita obcecación del gobierno nacional, profundizada después del sordo fracaso de la amenazante “Ley Ómnibus”, parece no cejar en su obstinación. Se empeña en repartir culpas entre tirios y troyanos y entre sus elegidos a victimizar figuran los gobernadores. La máxima de Toto, el inefable y sempiterno deudor de impecable semblante porteño, parece ser una de las cartas a jugar por el presidente Milei, herido en un ala, pero intacto en sus delirios. Las provincias son las que sufrirán una sangría sin precedentes por voluntad de un grupo de energúmenos que tampoco ha cruzado nunca la General Paz.
Las amenazas son de tal calibre, y la posición del jefe del ejecutivo es tan irreductible que acaso el hambre y la privación de los provincianos sean las primeras víctimas de esta operación especial no militar, pero no las últimas. Un ejemplo inédito, extremo de un federalismo enclenque, compatible con el resultado de las luchas del siglo XIX.
Milei, doscientos años después, parece decidido a profundizar la grieta fundacional entre las provincias y el puerto. Los diario amigos del libertario dan cuenta de un puñado de medidas hostiles, todas ellas a adoptar como sacrificio en el altar del déficit cero. Ninguna de esas decisiones afecta a los más poderosos de la sociedad. Es una guerra contra el pueblo de las provincias. Hasta allí liega la perversidad de su lógica libertaria. Empeñado en reflotar la ilusoria gloria de un pasado perdido, el presidente no quiere emular la Argentina factoría de principio del siglo pasado. Va por más. Exacerba una inesperada grieta que emula las guerras interiores y no tiene la menor idea acerca de sus consecuencias.
Nunca pensamos en un desmembramiento nacional. Eso ocurría en la ex URSS, en los Balcanes, incluso en Europa occidental o en el África Profunda. Demasiado lejos de este Sur. Javier Milei ignora que, en distintas etapas de nuestra historia, parte de nuestro territorio nos fue arrancado y algunas provincias amagaron, algunas de ellas con más determinación que otras, con una separación de la Nación.
Es curioso. Milei empuja a las provincias que preceden a la Nación a una situación intolerable, mientras en el mundo el nacionalismo y los bloque se alzan decididos contra la globalización del capitalismo neoliberal. El mismo que le permite a Milei seguir espetando sus divagues mientras se prepara para asumir los cargos más relevantes del staff de gobierno. Mientras MM pronostica que ha llegado el “take over” del gobierno y se apresta a lanzar su jauría predatoria sobre los negocios que aún quedan en pie (que no son poco, desde luego) los gobernadores amenazan con una esperable rebelión fiscal. Las pujas capitalinas ocupan, como siempre, la primera plana de los diarios, que encubren o ignoran la absoluta razonabilidad de las provincias en este intríngulis de jerga bélica y perversa que esgrime el gobierno nacional.
Si la guerra de posiciones no cede, nos asaltan los recuerdos balcánicos. Que no vienen a ser otra cosa que la última expresión de la locura.