Por Diego Tatián (*)
Toni Negri murió hoy en París. Pocos libros de un filósofo sobre otro han dejado una marca tan honda y perdurable como “La anomalía salvaje”, que escribió durante su reclusión en la cárcel de Rebibbia. Sin tiempo para denostaciones o lamentos, simplemente ocupó los años de prisión en escribir un libro revolucionario que desde hace cuarenta años está en el centro de los debates spinozistas.
Cuando en 2012 vino a Córdoba a participar de uno de nuestros coloquios escuchó con humildad activa todas y cada una de las intervenciones, aunque hubiera sido la de un estudiante que iba por primera vez a un encuentro como ese. Recuerdo haberle oído en esos días la inversión de la célebre frase gramsciana: “el spinozismo -dijo- es optimismo de la inteligencia y pesimismo de la voluntad”.
Su sola manera de estar trasuntaba una ética de la discusión: enseñaba que la crítica podía estar siempre acompañada de gentileza, y a no abandonar posiciones sin perder el gusto por la conjetura. También a no cansarse nunca por la adversidad de las cosas, sino más bien tomarla como material de pensamiento y de trabajo.
(*) De su muro de facebook.