Por Eduardo Luis Aguirre
Desde el paterfamilias en la antigua Roma hasta las heterogeneidades de las nuevas familias de occidente, esos grupos no dejan de exhibir el poder de las pulsiones que, como en toda institución, las habitan. Esas tensiones admiten las más diversas direccionalidades y están atravesadas por cuestiones de clase que se expresan impugnando antiguos formatos, intentando revalidarlos o dejar al descubierto las mutaciones de ciertos roles al interior de las mismas.
En estos últimos casos, los forcejeos sin mucho más sutiles, no siempre necesitan de la violencia tradicional y han mostrado una enorme efectividad para sacudir los cimientos de los órdenes antiguos como para convertirse en un rol de disgregación interno. Es interesante en este caso abordar el caso del tío materino, una figura explorada por Malinowski y Lévi- Straus en sociedades denominadas exóticas, como ciertas civilizaciones africanas o pueblos del pacífico sur. Pero esa presencia penetra con dramática actualidad, también, a las familias occidentales. El tío materno es ubicable en las sociedades extensas de la denominada Edad Media europea. El tío materno y el sobrino tenían una relación especial, en la que aquel le prodigaba presentes, regalos y obsequios y terminaba moldeando la vida del joven, a veces designándolo caballero. Con el correr de los siglos, y con la aparición cada vez más plena del capitalismo en las sociedades europeas, ese rol jerárquico respetado y temido en las familias patrilineales pasa a cumplirlo el padre desplazando al tío, que queda relegado a casos donde se dan situaciones que alteran la familia nuclear, sobre todo en casos de muerte del padre o ausencia de éste. Siempre el rol arcaico que reivindica el tío materno implica un intento de desplazamiento del padre del rol paterno, y los métodos utilizados son los ya mencionados pero alcanzan un poder sobre el resto de las mujeres de las familias o de las tribus y comunidades si se trata del caso de sociedades no occidentales. De hecho, Bronislaw Malinowski (imagen) concluye que en ciertas sociedades matriarcales, la autoridad sobre los hijos no es conferida al padre, como ocurre con el complejo de Edipo Occidental, sino al tío materno o avuncular. Incluso, se dan nuevas formas de gobierno de la sexualidad al interior de esos grupos, sean éstos del medioevo, de las sociedades no tradicionales o de las occidentales contemporáneas. La idea de la comunidad de sangre, que estimábamos superada en el fondo de los tiempos es la que retorna con su poder coactivo, extorsivo y excluyente de lo que vino del afuera del clan. En este caso, del padre. La familia en este esquema se limita a hermano, hermana e hijos de la hermana respecto de los cuales el tío realiza un proceso sostenido de enculturación. Es el linaje lo que predomina entre esos vínculos.
Debemos recordar con Lévi- Straus que el sistema de inscripción del parentesco viene acompañado de cuatro tipo de actitudes elementales que comprenden afecto, ternura y espontaneidad, pero también, con el avunculado, una actitud resultante del intercambio recíproco de prestaciones y contraprestaciones (reciprocidad); una actitud de acreedor (derecho); una actitud de deudor (obligación) (Lévi-Strauss, 1945: p. 93). En ese entramado sórsiso juega su influencia el avúnculo.