Por Lidia Ferrari (*)

 


El atentado contra Cristina nos puso de frente a la gravedad de la situación política argentina y los riesgos de la dirigente más importante del país (y con ella la del país mismo). Nos puso en frente la imagen de lo que podría haber ocurrido si el proyectil hubiera partido del arma del atacante. Pero, precisamente, porque eso no ocurrió, recordé a la diosa Fortuna de los romanos (Tyche, la diosa griega de la fortuna, el azar y el destino).

No sé si fue ella la que se hizo presente en la calle Juncal, pero debemos agradecer a la suerte, a la Providencia, a Dios, a Alá o a quién sea encarne eso que seguimos llamando Fortuna. O a Néstor, quizás, como lo muestran interponiéndose entre Cristina y el Arma varias bellas imágenes que circulan en las redes. Quien quiera haya encarnado a la Fortuna, en ese instante, estuvo del lado del pueblo. No puedo dejar de evocar el valor enorme que tenía para los romanos esa Diosa Fortuna -y sus variadas formas-. En la Roma todavía republicana para acceder a los más altos cargos era necesario para la carrera política actuar en empresas militares llenas de riesgos, de enormes riesgos, inclusive a aquellos de influyentes familias. Se debía salir victorioso de varias campañas militares antes de acceder a un cargo. Superar estas pruebas riesgosas era señal que la diosa fortuna era de tu parte. Se veía ese favor de la diosa Fortuna como prueba de que se era un ser predestinado y, sobre todo, esencial para el destino de la ciudad de Roma. En consecuencia, salir incólume de situaciones muy peligrosas era señal de que esa carrera política estaba no sólo empujada por los humanos sino favorecida por los dioses. No tenemos ninguna duda que Cristina es fundamental protagonista de la escena política argentina de los últimos 30 años. Pese a quienes quieran borrar y cancelar esta evidencia, una vez más, ella tiene muchas vidas para ofrecer a la patria.

(*) Psicoanalista y escritora.