Por Eduardo Luis Aguirre
La curiosidad sociológica facilita el entrecruzamiento de variables y pensamientos que permiten, a veces, comprender mejor los cambios vertiginosos de un mundo capturado por un neoliberalismo feroz que terminó de cerrar su circularidad con millones de muertos a manos de una pandemia, una guerra y democracias en un ocaso profundo.
Los nuevos fascismos de los que hablaba Nicos Poulanzas se renuevan alrededor del descrédito de los sujetos para con la política y lo político y las derechas más brutales se multiplican en todo el planeta. Un estado global de excepción, un inédito y violento sistema de control y un horizonte de desesperanza son los fantasmas que recorren el mundo actual. Del comunismo quedan sólo sectas, espacios casi folklóricos reducidos al consignismo impertérrito. En este mundo no debe asombrar que el sujeto votante, desinteresado, distante, desconfiado, individualista acompañe a las expresiones más conservadoras. Amonestarlo desde una pretendida moral revolucionaria constituye un error grosero e injusto. Volvamos a la curiosidad sociológica. Muchas veces, seguramente, hemos pensado sin solución de continuidad en la forma en que se expresaría un sujeto que ha sufrido una pandemia, una guerra y la imposición cultural del capital. La pregunta volvía como una obsesión porque había algo que promovía su reiteración. Algo de lo vivido, observado, sufrido y dialogado con nuestros semejantes en los últimos y pavorosos tiempos. Ahora sabemos que ese impacto nos afectó a todos de manera rotunda. Nos agotó, quizás nos vació por dentro y nos dejó sin resrvas ni capacidad de resistencia. Ahora sabemos que 4 de cada 10 personas prefiere no leer ni escuchar noticias relacionadas con la pandemia, la guerra o la actualidad. En efecto, un estudio realizado por el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, a partir de más de 93.000 entrevistas a consumidores de 46 países concluyó que un 38% de los sujetos prefiere preservarse dándole la espalda a esas noticias (*). La política y lo político quedan más lejos todavía. Son insumos subalternos de los que que gran parte de la población prefiere prescindir. Por lo tanto, si de pronto alguien promete un orden, un nuevo orden o un reordenamiento de cualquier tipo y naturaleza está claro que esas promesas construirán rápidamente un sentido común. Una visión del mundo a la que pueden acceder ciudadanos desafiliados, enlutados, desocupados, des-existentes, espantados, angustiados. Un campo fértil para la fascistización de lo social. Sería bueno, imprescindible, que los sectores populares, por una vez, reflexionaran sobre los grandes cambios sociales. Si no lo hacen, como es también esperable, ya sabemos hacia dónde marchamos. Un giro rápido hacia el fortalecimiento de lo comunitario, de lo próximo, de lo humano, de lo dialógico y de lo común parece ser el único contrafuego capaz de detener el escarnio y el desastre.
(*) https://www.publico.es/sociedad/38-usuarios-evita-leer-noticias-pandemia-guerra-proteger-animo.html#md=modulo-portada-bloque:2col-t5;mm=mobile-big