Por Jorge Alemán (*)

Parece que cada discurso lleva en su matriz una fatalidad insuperable .

Al comienzo mantiene su novedad disruptiva, su condición de ruptura, su apertura a otro modo de pensar y habitar la lengua.

Pero lentamente o no tan lentamente, según los casos, a medida que circula y se organiza su transmisión, va tomando forma en su ejercicio una lengua de madera .El verdadero estrago de la repetición y su inercia .Son los momentos en donde el discurso produce un cierre ideológico y comienza a funcionar como una marca identitaria o un signo de pertenencia a un grupo .Ya no descubre ni sorprende a nadie pero se constituye en un rasgo de distinción .

De este modo ya hemos visto a muchos discursos contemporáneos, muy potentes en sus primeras emergencias, volverse una parodia de sus gramáticas y al final letra muerta .Pocos pasan la prueba y cuando lo hacen es porque un suplemento poético les permite no quedar fijado a esas significaciones siempre a punto de ser capturadas por un goce inerte.

(*) De su muro de facebook.