Por Eduardo Luis Aguirre

El predominio mundial del neoliberalismo y la inexistencia de ideologías políticas alternativas robustas y consistentes parecen caracterizar los albores del tercer milenio. En ese contexto inédito de agobio, la pregunta sobre los márgenes de acción para intentar políticas nacionales y populares indóciles a los mandatos unidireccionales del capitalismo financiero surge de manera inexorable y prioritaria.



La cuestión de la relación de fuerzas es un dilema sobre el que es preciso reflexionar de manera urgente, tal como lo hace el nuevo sistema de control global punitivo sin precedentes consolidado desde el Consenso de Washington, la implosión de los socialismos reales, la reconversión de la OTAN en alianza ofensiva y la aptitud verificada del neoliberalismo para crear subjetividades colonizadas hechas a medida de la naturalización de un sistema aberrante. Es cierto que no existe ningún lugar desde donde hacer pie para caracterizar con una mínima pretensión de certeza la cuestión de la "correlación de fuerzas". Pero también parece bastante evidente que estamos en una “situación” (al decir de Gramsci) de luchas defensivas, contra una derecha empoderada que, en todo el mundo, avanza sin pudor desmontando las conquistas del liberalismo clásico. Que la pandemia ha corroborado la existencia de nuevos tecnofeudalismos donde el circulante disponible es proporcional al aumento de la destitución, la vulnerabilidad, la desafiliación y la subalternización social cada vez más pronunciada de millones y millones de seres humanos. Sin embargo, contrariando los dogmas de las categorías marxianas, esa multitud de excluidos no garantiza la construcción de un sujeto político dispuesto a advertir las contradicciones fundamentales y acompañar procesos emancipatorios.

Si, como también explica Gramsci, “las relaciones internacionales siguen a las contradicciones sociales fundamentales” y pudiéramos coincidir en la caracterización empírica y orgánica de lo que acontece en el orden internacional e interno, de ninguna manera el optimismo de la voluntad podría evitar la distinción entre lo orgánico y lo ocasional. Esos errores podrían liberar energías horrendas y derivar en una tragedia.