Por Eduardo Luis Aguirre

Profesor de Derecho Indígena (UNLPam)

Nunca imaginé que uno de los intelectuales argentinos más brillantes habilitaría el formato cultural que insólitamente verbalizó hace unas horas el Presidente de la Nación. Cuando esas opiniones provienen de gente que respetamos, apreciamos y admiramos, el impacto suele ser, esperablemente, mucho más duro.



Sinceramente, me sorprende muchísimo, me entristece que se llegue de esa manera imparable sin pausa ni intención alguna al precipicio de la insinuación del “supremacismo antiblanco”, una de las grandes adulteraciones conceptuales que ha construido una derecha extrema que, en este tramo especial de la historia, no reconoce límites éticos. Entre otras, llaman la atención frases que expresan que “el mestizaje argentino híbrido y diverso es impensable sin los barcos. Racismo sería anular esto escamoteando la historia”.

Repito entonces que no esperaba que un pensador a quien admiro argumentara de esa manera, supuestamente en defensa de lo que había señalado el Presidente en su desafortunado encuentro con Pedro Sánchez. Ni lo dicho por Fernández es meramente un furcio, ni somos hijos de los barcos, al menos como fue planteado por éste. Dispensar a Alberto con la palmada de un furcio constituye una suerte de técnica de neutralización. Un atajo para evitar indagar la intimidad de la cabeza política de quien nos gobierna. Mucho más grave aún es intentar darle la razón.

Liliana Ottaviano describe perfectamente en un texto breve tres oleadas de barcos. Sintéticos, sincréticos, absolutamente constitutivos todos ellos (1). De este lado, del lado de los americanos, de los argentinos del país profundo, no existe la reivindicación primitiva de un paradigma indigenista totalizante, de una homogeneidad que desde un todo impensable no haría más que debilitarnos como pueblo. Que establecería divisiones falsas respecto de las contradicciones fundamentales. Que auspiciaría los tambores de una guerra civil mundial en ciernes. No pretendemos correr a nadie desde el “indigenismo”. Eso sería una especulación que roza la falta de respeto para quienes pensamos que en este país, profunda, abiertamente racista, ciertos sectores del porteñismo y sus voceros progresistas urbanos han adquirido por primera vez en la historia una ontología propia y dramáticamente preocupante. Son un problema político porque su mirada de la realidad es francamente equivocada. El furcio que no fue, no radica en que Fernández haya remitido a los barcos como categoría histórica. Tampoco lo que está en discusión es la complejidad -de increíble diversidad- de la denominada genéricamente "cuestión indígena". Si descendemos o no de los barcos pasa a ser una consigna subalterna, porque, sin salir de su zona de confort, el presidente bien puede advertir la existencia de millones de personas cuya morenidad permite aventurar procesos migratorios internos que, como en todos los casos, son inexorablemente dolorosos y dramáticos. También sabemos de los inmigrantes, sus hijos y los hijos de sus hijos, que engrosan la enorme multitud de perdedores del país oligárquico. Discriminados, criminalizados, explotados, perseguidos, precarizados, despojados, humillados, aniquilados. A la cabeza de esa muchedumbre imaginamos icónicamente a Juan Bautista Vairoletto y Cayetano Santos Godino. Aquí quiero intercalar una añosa frase de Norberto Galasso, a la hora de describir la desinterpretación que del peronismo –en tanto frente nacional capaz de resumir nuestra identidad nacional- han hecho históricamente las izquierdas y las derechas liberales: “Estas interpretaciones parten de una apología –en mayor o menor medida- respecto a la Argentina anterior al 4 de junio de 1943 subordinándose a la óptica mitrista según la cual habría sido "un gran país blanco y europeizado", “ajeno a la barbarie latinoamericana” y que ocupaba “un lugar importante en el concierto de las naciones del mundo” (2). ¿O es que cree el Presidente que esa multitud morena, india, afrodescendiente, criolla, de rasgos indubitables y raíces curtidas en el país interior, e incluso los hijos de los hijos de los hijos de los barcos, derrotados, avalan su cosmovisión europeísta? La maravillosa diversidad argentina es, también, asimétrica y desigual. Y en ese trazo a la porteñidad le asiste una responsabilidad histórica desde Caseros y aun antes, una línea de tiempo que se extiende desde Rivadavia a Prat Gay, desde Ingenieros a Macri. No mezclemos las cosas extremando los argumentos. Perón se refirió a Spinoza, es cierto. Y seguramente tuvo razones para hacerlo. El autor del Tratado Teológico político es el filósofo que, para las izquierdas, siempre vuelve. Un marrano doblemente perseguido y discriminado que vivió en el siglo XVII y cuya influencia pervive hasta la fecha. La incorporación de “Latinoamérica, ahora o nunca”, como un subtítulo ulterior de “La hora de los Pueblos" sintetiza el pensamiento de Perón sobre nuestra identidad. Las piezas de oratoria flamígera de Evita se nutren de la magnífica ampulosidad del Quijote. Pero Eva en sus discursos advertía sobre la oligarquía, sobre el imperialismo y los vendepatrias que todavía no están derrotados “y atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad”. El peronismo es justamente sinónimo de esos cabecitas discriminados, despreciados, en alianza con otros sectores en pugna con el imperialismo. Contiene desde hace 80 años a los berissenses, santiagueños, neuquinos, riojanos, jujeños, pampeanos, porteños y correntinos que sufren desde siempre el racismo portuario soez y tienen sobradas razones para haberse molestado con Alberto. Y que tal vez no esperen de él una disculpa, sino que piense bien. Que no dilapide una doctrina. Que se permita cotejar la vigencia de las veinte verdades, aunque no le gusten, porque es su obligación, ya que fue el pueblo peronista el que lo votó. O que, al menos, recurriendo a su memoria de arquero, que no meta adentro del arco aquellas pelotas que van afuera. Leí, como al pasar, algo interesante que sugiere que, más que defenderlo de sus errores, al Presidente hay que protegerlo de sus intemperies.



(1)            “Europeización, racismo y matriz colonial, disponible en https://www.derechoareplica.org/secciones/filosofia/1328-europeizacion-racismo-y-matriz-colonial

(2)            Peronismo y Liberación Nacional (1945-1955), en Cuadernos para la otra historia, disponible en https://nomequieroolvidar.files.wordpress.com/2010/11/peronismo-y-liberacic3b3n-nacional-1945-1955.pdf