Por Jorge Alemán (*)
La palabra Comunismo ha vuelto a ingresar en la escena teórica de distintos pensadores, que podríamos designar como “radicales”. En todos ellos encontramos un rasgo similar que insiste de distintos modos: la cada vez más evidente incompatibilidad entre el Poder del Capital y la organización democrática de la sociedad.
Por supuesto, no es demasiado difícil aceptar que el Capital siempre intenta presentarse bajo la forma de, como dirían los franceses, un “semblante” democrático. Aún cuando cada vez es más patente el carácter de reproducción ilimitada del Capital, reproducción que en sus efectos más logrados no respeta ningún vínculo social, sin embargo la máscara democrática se emplea siempre, incluso en el caso mismo de Trump.
Desde esta lógica, lo que plantea Badiou, a veces Zizek, a veces los comunistas italianos, es separarse radicalmente de la forma Estado y destruir el semblante parlamentario, electoral y del Estado de Derecho que encubre al Capitalismo en su poder imperial. Por esta pendiente, una política “anticapitalista “exigiría destruir lo que Badiou denomina el “capital-parlamentarismo”, verdadera coartada del Capital y auténtico obstáculo para cualquier lógica política con vocación emancipatoria.
No obstante, para que un debate como este fuese lo suficientemente explícito, una aclaración sería pertinente: ¿para establecer las condiciones de ese Comunismo, que cómo indican correctamente estos pensadores, no advendría como resultado de ninguna ley histórica, qué tipo de prácticas políticas deberían surgir y en qué estilo de confrontación deberían plantearse las mismas? ¿Cómo se destruiría el falso semblante del “capital-parlamentarismo”? ¿Qué tipo de guerra habría que asumir y qué tipo de violencia sería necesario afrontar para la supuesta ocupación de los lugares de lo “Común “por fuera del Estado.
Por supuesto, en todos estos autores “comunistas” existe una cláusula de reserva con respecto a aquellos movimientos latinoamericanos que ocuparon el Estado. Se niegan, en la mayor parte de los casos, a admitir que se puede estar en el Estado para ir mas allá de el mismo.
Badiou , uno de los defensores más lúcidos de la llamada “hipótesis comunista “, lo dice con todas las palabras que corresponden a esta idea: se trata de destruir a Estado para, por fin, acceder a lo real del Capital. Sin duda , en este esquema de pensamiento, aunque se haya renunciado al sentido finalístico de la Historia, aún permanece la idea de la ruptura absoluta propia del lenguaje de la Revolución.
Por último, quienes estarían de nuevo dispuestos al sacrificio heroico para lograr lo que Pasolini llamó en su día una “religión verídica”¿qué precio tendrían que pagar por hacer renacer de las cenizas de la Historia la experiencia comunista?
Si no se habla de esto y se condena cualquier experiencia que se introduzca en el barro “populista” del Estado, como insuficiente, que además, por razones estructurales siempre lo es la formulación de la hipótesis comunista, se mantiene aún en el campo de la especulación filosófica. Pero admitamos las buenas intenciones, aún insistentes en estos pensadores, sobre la condición humana, en una época donde su espectro apocalíptico planea con más fuerza que nunca.
(*) Publicado originariamente en https://www.cuartopoder.es/tribuna/2017/02/03/la-pregunta-por-el-comunismo/9708