Por Jorge Vicente Paladines. Guatemala es uno de los países más violentos con una tasa de homicidios de no menos de veinte asesinatos por día. Se suma la violencia del narcotráfico y de las afamadas maras. Como si fuera poco, cerca de medio millón de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas de personas, a lo que se une más de un millón de desplazados, determinó la mayor masacre del continente en sus treinta y seis años de violencia política. Desde este escenario no es menor el planteo de su presidente Otto Pérez Molina, sobre la necesidad de revisar la política y legislación de drogas en América Latina, uno de los temas centrales a proponer en la próxima Cumbre de las Américas a celebrarse en Colombia. Y es que la “guerra contra las drogas” ha traído sencillamente más violencia (más de 40.000 muertes en México). Por otro lado, mientras las drogas son posicionadas en el mercado a mayor precio, millones de dólares se destinan para entrenamientos y equipos a militares y policías en lugar de inversión social. Miles de personas –la mayoría extranjeras– son encerradas por las mismas razones de quienes hurtarían un teléfono celular. Penas desproporcionadas –mayores que las impuestas a los homicidas– son el común denominador de su legislación, sin contar que en Guatemala está vigente la “pena de muerte” para los traficantes, tanto desde su Constitución como de su Ley contra la Narcoactividad. Un simple parte policial se convierte muchas veces en la sentencia, sin dejar a un lado las capacitaciones, viajes y otros “incentivos” para endurecer la indolencia e irracionalidad judicial. La diabetes es el mayor problema se salud pública en Guatemala, sin despreciar que las ínfimas cifras de adicciones también lo sean. No obstante, el consumir gaseosas o drogas es un derecho que depende de la libre decisión de las personas, pues incluso su mayor demandante reguló el uso de drogas con la afamada “dosis californiana”. Despenalizar no significa descriminalizar la violencia del narco, sino dar sentido al manejo político y legal de las drogas para evitar el encierro y la pérdida de más vidas. Si algo del prohibicionismo de Guatemala coincide con el nuestro, entonces que esperamos también para despenalizar nuestro sentido común.