Por Lidia Ferrari
Si se lee a Guillermo de Torre en 1956 en ese panfleto que publica la revista Sur “Por la reconstrucción nacional”, junto con sus colegas de barricada Borges, Victoria Ocampo, Sábato, Massuh, Halperin Donghi, etc. se podrá encontrar la misma vehemencia, la misma construcción del enemigo, la misma certeza de dónde proviene el mal, el mismo individualismo libertario de las líneas discursivas que sostienen a MyLaw. Son similares propósitos, los de inundar narrativamente con estos valores liberales (defensa de una élite y de principios de puro individualismo) a todo el mundo para destruir intencionalmente, sin ambigüedades, una impronta nacional muy arraigada. La Argentina, desde su fundación y en significativos momentos de su historia concurrian el Estado y el bienestar social. La defensa de la soberanía nacional se conjugaba con la distribución de riquezas y la justicia social. Casi desde su fundación la educación pública y gratuita ha sido un estandarte de la Argentina, todavía sostenido con tesón, pese a los embates de las privatizaciones de salud y educación en la mayor parte del planeta. Decía de Torre, apenas derrocado el gobierno peronista por un golpe de estado, que la democracia se ha olvidado del principio liberal y está amenazada de convertirse en una dictadura. Si es democracia de masas (así lo llama) es dictadura, si es democracia liberal, es democracia. Para ellos era una dictadura la de Perón (elegido por el voto popular) y no la dictadura del golpe de estado que se llamó a sí misma Revolución Libertadora. La diferencia con MyLaw de estos liberales es que sus ideas las pregonan en largos e ilustrados textos en una revista prestigiosa como Sur y no en videos TikTok de 30 segundos. La otra gran diferencia es que ha pasado debajo del puente de nuestra nación ríos de sangre de la más feroz dictadura del 76. Ahora estos liberales redivivos son más explícitos y se hace más evidente que ese ‘liberalismo’ proclamado se apoyó y se apoya en dictaduras cruentas cuando les es necesario. Leyendo este pasquín de 1956 emerge una gran deshonestidad intelectual de estos ilustres pensadores. No queremos pensar que se trata de una cínica y mentirosa posición a la manera del vociferante MyLaw. Queremos creer que estos intelectuales de fuste creían en lo que afirmaban y no podían ver sus falacias por orgullo de clase. Pero los discursos son tan similares a los de los teóricos liberales del siglo XIX, a los liberales de diferentes momentos de la historia del siglo XX que nos hace pensar que no hay demasiadas diferencias entre este liberalismo declamado y el neoliberalismo más brutal.
Masotta escribe en Contorno en 1956 sobre ese número de Sur. Hay varias perlas en su texto, por momentos más extenso que eficaz. Los desnuda, ya con el título: “‘Sur’ o el antiperonismo colonialista”. Los expone: “Espíritu, moral, ciencias: es necesario salvar a las élites de la irrupción de las masas de la historia. Salvar a las élites es salvar al Hombre, nos dice Guillermo de Torre”.
Es que de eso se trata y se trató siempre. Desde el siglo XIX las teorías que se ocupaban de la psicología de las masas (términos que, aquellos con vocación emancipadora, deberían eliminar de su léxico) surgieron con el cometido de destruir a las teorías socialistas, comunistas, anarquistas que pugnaban hacerse un lugar en la historia para transformarla. Desde entonces o, mejor dicho, desde siempre, la mayoría de la población tiene que quedar sumergida, no levantar la cabeza y no elegir gobiernos que se ocupen, aunque sea un poco, de ella. Esa es la doctrina liberal de entonces y de ahora.

Los libertarios de antes y los de ahora
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