Por Eduardo Luis Aguirre
Quizás pocos recuerden en estos momentos de paupérrima y desesperante enajenación argentina el encomio pronunciado por Jesús de Huerta de Soto a Javier Milei en 2024, oportunidad en que este último recibiera en Madrid el Premio Juan de Mariana. No estamos para lidiar con yerros teóricos mayúsculos como el de uno de los mentores anarcocapitalistas de un presidente carcomido por sus extravíos conceptuales y las singularidades de su abstrusa personalidad, aunque la evocación del desatino resulta oportuna para desnudar lo arduo de las construcciones teóricas en su confrontación con la realidad objetiva.
Decía en aquel momento Huerta de Soto ante un público enfervorizado que rubricaba cada una de sus frases con enérgicos aplausos y vítores: " «Hoy nos toca rendir homenaje a un hombre que no tiene miedo, que no duda en inmolarse en su sed por cambiar el mundo, a un hombre cuyo corazón vibra con fuerza al solo sonido de la palabra libertad». El economista elogió a continuación que el presidente argentino persiguiera la libertad con «una energía y pasión que en la historia solo puede encontrarse entre los grandes héroes de la libertad». Paradojas de las notoriedades académicas, apenas transcurrido un año de aquella filípica quienes la recuerden no pueden menos que experimentar la estupefacción que concitan los más delirantes yerros epistémicos.
«Milei ha sido capaz de darse cuenta con humildad de que solo se puede entender el mundo que nos rodea siguiendo el enfoque dinámico empresarial y creativo de la escuela austriaca de economía, que por cierto debería de llamarse escuela española, pues tiene su origen en nuestros escolásticos del siglo de oro», añadió Huerta de Soto. A continuación, señaló: "«Como nos enseña la escuela austríaca, el mercado es un proceso humano de cooperación voluntaria espontáneo y maravilloso que impulsa la creatividad y la coordinación, proceso que no se puede mejorar ni mucho menos sustituir por un estatismo cuya imposibilidad científica también la escuela austríaca ha demostrado».
Según desgranó Jesús Huerta de Soto, «la democracia se ha convertido en un sistema perverso que se basa en la mentira y en la compra de votos con dinero robado mediante impuestos». Fuerte a esto, ensalzó que «Javier Milei ha demostrado que es posible decir siempre la verdad y explicar la dura realidad a los ciudadanos y, aun así, que estos voten y apoyen masivamente las ideas de la libertad». Jesús Huerta de Soto fue más alla y exclamó que «la democracia se ha convertido en un sistema perverso que se basa en la mentira y en la compra de votos con dinero robado mediante impuestos». Fuerte a esto, ensalzó que «Javier Milei ha demostrado que es posible decir siempre la verdad y explicar la dura realidad a los ciudadanos y, aun así, que estos voten y apoyen masivamente las ideas de la libertad». Así pues, indicó que «hoy podemos decir que el estatismo está herido de muerte intelectual, moral e históricamente y que es nuestra misión en este siglo darle la puntilla definitiva», una misión a la que, según dijo, contribuirá Javier Milei y los que le sucedan. «Escuchando a Milei, ahora me doy cuenta de que lo que yo siempre he sido o he querido ser es anarcocapitalista intelectual», expuso el economista en otro momento de su discurso.
Huerta de Soto concluyó parafraseando a Martin Luther King con su Yo tengo un sueño, y terminó su presentación exponiendo lo siguiente:
«Sueño con el día en que el Estado haya sido por fin desmantelado y solo sea recordado como una oscura y tenebrosa reliquia histórica. Sueño con un mundo en el que la lógica y razón de Estado junto con los conflictos sociales y violencia sin fin que generan hayan desaparecido por completo y para siempre. Sueño con un mundo sin Estados que quieran acumular el máximo de territorios y seres humanos a los que explotar y expoliar fiscalmente. Sueño con un mundo en el que los burócratas no laven el cerebro de nuestros hijos ni los consideren propiedad del Estado».
«Sueño con un mundo en que esa gran mentira que es el Estado del Bienestar haya sido sustituido por el verdadero bienestar sin Estado, especialmente para los más necesitados y vulnerables, y en el que la coactiva y prostituida Justicia social haya sido sustituida por la prosperidad sin límite del libre mercado y por la solidaridad humana voluntaria basada en el amor, que solo es verdadero si es libre, pero no si se impone con la coacción o la violencia».
«Sueño, por lo tanto, con un mundo voluntario autorregulado y anarcocapitalista, sí, y en el que todos los servicios públicos que hoy coactiva, inmoral y malamente proporciona el Estado, incluyendo los de la justicia, el orden público y la prevención, represión y sanción del delito sean proporcionados, como explica la escuela austríaca, de forma plenamente moral eficiente y privada. Sueño, en suma, con un mundo en el que el ser humano se libre por fin de las cadenas del estatismo y pueda optar, por Dios, si así lo desea, con total libertad». La secta gritaba a voz en cuello "Libertad, Libertad".
Luego de un año, el experimento anarcocapitalista de Milei desfallece irreversiblemente junto con sus reaccionarios dislates en un país que en su deriva se ha vuelto más injusto, más pobre, más violento y más irracional. Prácticamente transformado en una semicolonia, Milei, el segundo presidente alienado de los últimos 50 años en Hispanoamérica se bate en caricaturesca retirada y como última estrategia de salvación acude al Tesoro estadounidense. El antecedente más cercano a Milei, cabe destacarlo es el del ecuatoriano Abdalá Bucaram, forzado a huir de su propio país en 1997.
El encomio, y el énfasis con el que ha sido pronunciado, bien podría aludir también al efímero presidente que ocupó durante alrededor de seis meses el Palacio de Carondelet de Quito. También allí, lo disruptivo se volvió hartazgo y la novedad se convirtió en un infortunio insoportable. Lo excéntrico, lo diferente, se convirtió en una expresión trastocada de una realidad paralela que coinciden en desvaríos de política económica con el muleísmo, como es el caso de la convertibilidad. Bucaram cumplió con su promesa de campaña y aseguró la claudicación de su pueblo imponiendo el dólar como moneda corriente en Ecuador, que todavía no ha logrado liberarse de ese yugo. Aquí en el Sur, nuestro pequeño hombre no atinó a avanzar en la dirección anunciada. Tampoco en la eliminación del Banco Central. Sus víctimas propiciatorias fueron los sin techo, los discapacitados, las universidades, las provincias, las diversidades y los jubilados, entre otros. En su discurso previo a la segunda vuelta de 1996, el líder del Partido Roldosista Ecuatoriano, después de bailar y cantar desaforadamente en el estrado, comenzó a ensayar un discurso cargado de incongruentes adjetivos al más puro estilo Milei. El "loquito", como se denominaba a sí mismo en un maremagnum de gritos incongruentes, llamó oligarquía a lo que Milei menciona como casta. El tono pastoral es el mismo en ambos casos. La irracionalidad extrema, también. Lo propio ocurre con la entrega lisa y llana del país al capital transnacional. La caída del ecuatoriano que simpatizaba con las SS hitleriana sobrevino como consecuencia de un paro general decretado como respuesta popular frente a la aplicación de un duro plan de austeridad económica que empobreció aún más a una población con escasos ingresos y que sólo fue aplaudido por Wall Street y el Banco Mundial. Milei flamea en estos días como consecuencia de la aplicación de medidas semejantes. Algo huele mal en las tesis anarcocapitalistas. Quizás lo primero que destaca en sus proposiciones erráticas sea no reconocer que el ser humano siempre fue comunidad, nunca individuo. Por eso la libertad, la armonía y la justicia social son un patrimonio del conjunto. La mezquindad intrínseca de su concepto salvaje de libertad no puede comprender la idea que, así como los estados pueden ser la representación de las clases dominantes, también pueden encarnar proyectos independencia económica, justicia social y libertad política. En estos últimos casos, la desigualdad no puede ni debe naturalizarse como si fuera una esencia dada.