Por Eduardo Luis Aguirre

La caída de Damasco en manos de combatientes yihadistas y la huida del país del presidente Bashar Al Assad, último miembro de una dinastía que gobernó el país durante 41 años, pone en vilo a un oriente medio convulsionado e impacta directamente sobre el conflicto armado que se desarrolla en Ucrania. Vale decir, se trata de un hecho traumático y lo suficientemente trascendente como para intentar develar los verdaderos intereses antagónicos y las fuerzas en pugna que propiciaron un desenlace que convulsiona al mundo entero.

  1. La situación en Siria reconocía la intervención de distintas potencias y fuerzas no regulares desde hace al menos 15 años. El conflicto fue derivando en equilibrios precarios hasta que el oscuro “Organismo para la liberación del Levante” decidiera, para algunos inesperadamente, cerrar el cerco sobre Assad mediante un asedio de 10 días de fuego sostenido e inclemente.
  2. La analista Nazanin Armanian lo describe de esta manera en su blog nazanin.es: “El 28 de noviembre, los mercenarios reclutados bajo la bandera del grupo fascista-sunnita Hayat Tahrir al-Sham (Organismo para la Liberación del Levante), el seudónimo de ISIS-al Qaeda, fueron soltados por Turquía (socio de la OTAN) de su confinamiento en la provincia noroccidental de Idlib para atacar por tierra y aire las posiciones del Gobierno y Ejército sirios”.
  3. La intervención de Estados Unidos y las demás potencias occidentales fue evidente a lo largo de esta larga disputa. Así como en los últimos tiempos se acusó a la inteligencia ucraniana de proporcionar armamentos a las fuerzas insurgentes, hace años señalábamos en esta hoja que el recién electo gobierno de Biden haría intervenir en Siria a dos personajes de reconocido protagonismo en la caída del gobierno de Yanukóvich en Kiev. Se trataba de Victoria Nuland y Anthony Blinken (“La asunción de Biden: ¿la vuelta de CANVAS?”) (*). Todo tiene que ver con todo.
  4. CANVAS (u OTPOR) era una organización de “estudiantes” que patentaron las “primaveras” o golpes blandos en los Balcanes, una modalidad desestabilizadora que se expandió luego a una multiplicidad de países, entre ellos Ucrania y, como acabamos de ver, también Siria. Aunque en este caso se tratara de una guerra abierta de intermitencia prolongada.
  5. El denominador común de todas esas intervenciones que, como siempre, invocan la libertad, la paz y otros valores trascendentes, es la necesidad de occidente, más claramente de la OTAN y mucho más específicamente de Estados Unidos, de controlar territorios que luego se transformarán en sitios estratégicos para incidir en la conflictividad global. Ocurrió con Kosovo, ocurre con Ucrania y ahora con Siria.
  6. Siria es un país crucial. Assad pudo sostenerse tanto tiempo por el apoyo de Rusia, que prestó esa ayuda por la sencilla razón de que su única base militar en la región se halla enclavada desde la época soviética en Tartús, pleno territorio sirio.
  7. Por eso es que deben analizarse con especial cuidado las manifestaciones de Donald Trump una vez conocida la caída de Damasco. El presidente electo conoce como nadie que la arremetida final de los irregulares pudo haber sido habilitada por el Gobierno de Biden con el mismo objetivo con el que autorizó la utilización de misiles de mediano y largo alcance al gobierno de Zelenski. En teoría, esas conductas se explicarían como una continuidad beligerante que contrariaría al menos las promesas del magnate de poner fin rápidamente a la guerra en Ucrania y plantearía dificultades objetivas a lo que imaginamos debería ser su relación futura con el Kremlin.
  8. Sin embargo, Trump se apresuró a aclarar que Rusia había librado a su suerte al gobierno sirio porque su estado de debilitamiento actual le impedía destinar efectivos en ayuda de Assad. De paso, no se privó de estimar en 700.000 las víctimas fatales de los rusos en la guerra, afirmaciones que seguramente no deben haberle caído nada bien a Putin. Pero aquí es preciso remontarse también a la historia. Durante su primer mandato, con la excusa de que los sirios utilizaban armas químicas contra la población, Trump ordenó lanzar 60 misiles sobre una base militar Siria. Es probable entonces que para Trump Ucrania signifique una cosa y la cuestión Siria otra bien distinta.
  9. La estocada final de los yihadistas era conocida por la mayoría de los servicios de inteligencia que conocían la debilidad de un país en vías de fragmentación, que ha posibilitado no solamente que Estados Unidos instalara 12 bases militares en su territorio y que la zona petrolera estuviera controlada por los kurdos, la nación sin estado más importante del mundo, que ocupa territorios de cuatro países en esa zona: Siria, Turquía, Irán e Irak.
  10. Tampoco se entiende fácilmente que haya sido Turquía quien abrió la puerta a los combatientes para que consumaran el asalto final contra el gobierno y el ejército sirio, poco tiempo después que el líder turco Recep Tayyip Erdoğan pidiera a Siria normalizar sus relaciones bilaterales (como afirma Armanian) y aclarar para espanto de occidente que “Rusia tenía derecho a defenderse” de Ucrania, una posición que en Europa sólo han asumido la Hungría de Orban y Eslovaquia. Está claro que Ankara conocía perfectamente las complicaciones que su decisión acarrearía no solamente a Rusia sino a las posibilidades de lograr una paz en Eurasia en un futuro cercano, objetivo de Rusia y, aparentemente, también de Donald Trump.

(*) https://derechoareplica.org/secciones/politica/1269-la-asuncion-de-biden-la-vuelta-de-canvas?highlight=WyJzaXJpYSJd