Por Eduardo Luis Aguirre

 

 



Un nuevo hackeo internacional implica esta vez al Cono Sur. 400000 cables de las fuerzas armadas chilenas salieron a la luz, y más de una veintena de ellos se refieren a la relación bilateral trasandina con nuestro país.

Algunos pocos se parecen más a las visiones paleolíticas del candidato José Kast que a la posición actual del presidente Boric. Eso permite aventurar al menos dos cuestiones. La vigente autonomización ideológica de los militares de Chile respecto del debilitado poder político y la preeminencia de tesis militaristas que huelen a siglo XIX. Que la Argentina, sus fuerzas armadas, su nuevo radar creado por el INVAP e instalado en Tierra del Fuego o la connotación supuestamente expansionista del peronismo coloquen a nuestro país como una hipótesis de riesgo “medio” para nuestros vecinos son meras especulaciones ideológicas que no se corresponden sino con el imaginario histórico de las clases dominantes de ambos países y sus delirios de nacionalismos sin pueblo.

El exabrupto de carácter ultra reservado abarcaba también las críticas consabidas al presidente Fernández y su infatigable vocación de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países, como si fuera un cronista.

Nada de esto debió haber causado semejante revuelo, descubierto por esta nueva exhibición de espionaje cibernético, si no fuera porque las clases dominantes de Chile, al contrario de lo que pensaban nuestra burguesía porteña y la oligarquía vacuna, siempre forzaron los límites territoriales por sus propios y objetivos condicionamientos. Hasta su doctrina militar es una doctrina israelí, plenamente consciente de lo mucho que determina su geografía longitudinal extrema. En el caso argentino, el sentido común impuesto por una clase claramente improductiva fue el complemento que aseguró las discordias entre los que se consideran rivales de su vecino. Desdeñaron todo aquel territorio que en el siglo XIX no les asegurara las mejores rentas, el derroche insensato y la absoluta falta de conciencia nacional.

Ambas clases, desde siempre, cultivaron una antinomia absurda entre dos pueblos que están inexorablemente hermanados de por vida.

De hecho, el mayor temor de que en las últimas elecciones se impusiera el derechista José Antonio Kast residía en su manifiesta animosidad contra “lo argentino” (como si un país fuese una categoría totalizante) y su objetivo de erradicar a los terroristas mapuches y así dedicarse a debatir la plataforma continental y los Campos de Hielo Sur (extensión de hielos continentales situada en los Andes patagónicos, en la frontera entre Argentina y Chile) mano a mano con Argentina, pero anticipando su desconfianza en una solución diplomática. Jorge Guzmán, académico de la Universidad Autónoma de Chile y uno de los principales asesores de Kast fogonea la cuestión antártica. Dice LPO en su edición del 22 de diciembre de 2021: : En un texto publicado en la web El Líbero, en el marco del conflicto por la decisión chilena de actualizar los límites de 200 millas de nuestra plataforma continental proyectada desde las Islas Diego Ramírez y Barnevelt, anticipa algunos tópicos que podrían ser parte de la política de estado chilena ante un eventual gobierno de Kast: "El voto de rechazo del Senado argentino confirma (por si era necesario) que, como lo hemos sostenido durante años, estamos en presencia de un nuevo diferendo limítrofe, quizás, por sus evidentes implicancias geoestratégicas igual o más complejo que aquel causado por Argentina a propósito de su exótica pretensión sobre las islas al sur del Canal Beagle". Un amigo. Página 12, por su parte, da cuenta en su edición del 3 de abril de 2023 de un tuit insólito del candidato Kast, a quien la coalición del Boric derrotó en la segunda vuelta de manera trabajosa, que es de suponer sería más ardua después de las dificultades objetivas del progresismo de baja intensidad: ““Argentina ya nos ha robado suficiente territorio a los chilenos. Espero que el Gobierno se ponga firme frente a los delirios expansionistas de la izquierda radical argentina”, tal como define al Frente de Todos. Increíble pero real. Este amigo de Milei y devoto de las tesis del “socialismo empobrecedor” sí es un representante de una clase dominante reaccionaria, tanto o más militarista que la nuestra pero con un concepto decimonónico y furibundo del territorio como espacio vital.

El caso argentino es conocido por todos. La burguesía del puerto y la oligarquía tienen una larga historia reaccionaria que incluye dos genocidios, si asumimos como tales, además de la “campaña del desierto”, la guerra contra el Paraguay.

Las diferencias funcionales entre los dos partidos de Buenos Aires -el comercio unitario y los hacendados federales- confluían en un desprecio olímpico hacia el gaucho, el indio y lo americano. Contrabandistas, comerciantes y terratenientes coincidían en una idea de país de espaldas al interior real y a una epopeya de unidad inconclusa. Construyeron así una idea de ”patria” basada en un “progreso” indefinido, en la que las ideas de Augusto Comte fueron durante dos siglos un libreto canónico de la máxima hipocresía. Sarmiento era a su vez, en su austera rectitud, el fundador de la Sociedad Protectora de Animales y las palomas comían de su mano, pero el prócer vociferaba un odio ancestral, donde el “no ahorrar sangre de gauchos se convirtió en un reclamo descriptivo, elocuente.

Del otro lado de la cordillera, “cuando los partidos de la lucha por la independencia -carrerinos y o' higginistas fueron desalojados del poder por anacrónicos, se apoderó del gobierno de Chile una sólida clase social que no ha soltado sino raramente el control del país desde esa época: una rancia combinación de comerciantes y terratenientes conservadores, desplegados en diversos partidos, pero unidos todos en la continuidad de un orden estable. Católicos o liberales, ultramontanos o masones, pelucones o pipiolos, frondistas o plebeyos, los integrantes de la clase dominante chilena aborrecían todo cambio y en particular toda intervención del demos, todo gran proyecto nacional, todo atrevimiento histórico. Ceñida por la montaña y el océano, fue esa oligarquía chilena, de maneras cultas y alma petrificada, la tenaz defensora del patriotismo aldeano más obtuso”, escribía Jorge Abelardo Ramos.

En definitiva, el rasgo diferencial de los diversos núcleos de clases dominantes en el Sur de América conserva la psicología colonial capaz de unificar en un “todo” los intereses sectarios de una clase y disciplinar a sus fuerzas armadas (o a la mayoría de ellas) en un nacionalismo geográfico y un neoliberalismo ideológico compatible con el mandato de quienes detentan el poder.

La unión inconclusa de América, una cuestión estratégica, encuentra en estas trapisondas balcanizadoras uno de los obstáculos más potentes para acceder, finalmente, a una patria grande unida.

Imagen: eldiario.ar