Por Eduardo Luis Aguirre

 

Es comprensible que una tensa vigilia nos embargue de cara a las elecciones estadonidenses de este martes. Ese estado de ansiedad, que puede parecer exagerado frente a comicios regulares de medio término (aunque se trate de la principal potencia del mundo) tal vez sea la reacción lógica frente a la nubosa inescrutabilidad de un océano de preguntas que ni se me ocurre ni podría responder.



No sabemos qué va a pasar mañana, pero intuimos que cualquiera sea el resultado, la realidad ya no será igual. Y no me refiero a la geografía acotada de los estadounidenses. Arriesgo que estamos a horas de posibles y elocuentes transformaciones a nivel mundial, que no se agotan en la política sino que rozan fibras que parecen tan lejanas como el lenguaje. El significante derecha o ultraderecha, tal vez pueda ser traducido con distintos matices a partir de mañana, sobre todo desde los países de este margen.

Algunos datos iluminan la importancia de lo que está en juego. Los dos grandes protagonistas de la previa son Trump y Obama. Los problemas que más preocupan a los estadounidenses en la previa parecen coincidir con la agenda tradicional de los republicanos: la inflación, la inmigración y la delincuencia. Los derechos civiles que los demócratas lograron hace poco tiempo colocar en la pole position de las preocupaciones colectivas parecen haber declinado en las percepciones y preocupaciones de los de los votantes.

La cuestión internacional no parece ocupar un lugar de preferencia en ese ranking tentativo, y hasta la salud del Presidente Biden parece haberse

diluido como objeto de observación y eventual decisión política. Hay cinco estados claves y una posibilidad concreta de fragmentación del voto dada la

heterogeneidad de los espacios que se disputan.

 


Las encuestas también parecen inducir a la confusión, pero no son pocas las que confieren más o menos ventajas a los republicanos. En caso de imponerse estos últimos, el escenario iluminado no serán los 50 estados sino el mundo entero. Podemos volver a preguntarnos si es más peligroso un camino peraltado para el retorno del magnate o una continuidad del poder financiero encarnado por los demócratas. Hay una grieta que divide, también, al gigante del norte. Y eso a veces nos confunde, nos lleva a utilizar categorías eurocéntricas y a poner en tela de juicio nuestros propios análisis.

La relación que estableció Trump con la OTAN y con Rusia tal vez permita especular con un acercamiento de las posiciones en la cuestión ucraniana. No debe extrañar. La historia de los demócratas en materia de guerras e intervenciones torna ocioso un escrutinio. Por ende, ese dato no puede pasar inadvertido para la región. Por otra parte, fue el mismo Trump el que habilitó el dislate de la deuda argentina para posibilitar el triunfo electoral de su ´preferido Mauricio Macri. Biden se posicionó fuerte e inmediatamente frente al triunfo de Lula, pero su gobierno ha decidido fortalecer la presencia imperial y habilitar el monstruo neoliberal a costa de una probable hecatombe nuclear.

La representatividad social de demócratas y republicanos es extraordinariamente compleja, pero es indudable que Trump, con su discurso desmañado de derecha tendió a representar a sectores vapuleados por el crecimiento del capital financiero y el retroceso de los estadounidenses que viven en algunos de los “cinturones”. Si en vez de pensar en más derecha o menos derecha tratamos de poner en el centro de la discusión la materialidad del trabajo y la producción nacional, tal vez la cosa se vuelva más ardua para nuestras traducciones habituales.

Por último, una derrota del veterano presidente tal vez resulte un límite a una política exterior que funciona como un sistema de control y acumulación global que incluye las masacres sistémicas como principal herramienta de disciplinamiento. Los dos largos años de gobierno que le restan deberían transitarse cargando con su bajo nivel de aprobación, un congreso en contra a punto de debatir leyes cruciales, en medio de serias dificultades económicas de sus ciudadanos y protagonizando el liderazgo de una guerra de consecuencias imprevisibles.