Por Eduardo Luis Aguirre

 

 

Las autoridades de Kosovo han llevado a un punto sensible de tensión su relación con Serbia. La excusa para profundizar sus diferencias con Belgrado radica en la decisión kosovar de obligar unilateralmente a los serbios que viven en ese territorio a utilizar en sus vehículos placas y documentos que serán proveídos por el gobierno de Prístina. Las cadenas mundiales daban cuenta de esporádicos disparos y heridos entre la población serbia, mientras que sonaban las alarmas frente al recrudecimiento del conflicto.

El propio presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, hizo un llamamiento a sus ciudadanos a evitar cualquier tipo de provocación, se expidió enfáticamente sobre el respeto al derecho internacional y la preservación de la paz y deploró la decisión que no es más que una nueva forma de reivindicar su independencia por parte de Kosovo y una actitud de claro contenido simbólico y político tendiente a debilitar la presencia e identidad serbia en territorios que ocuparon ancestralmente. El presidente serbio ha manifestado que Kosovo planea atacar militarmente a los serbios que habitan las provincias norteñas de Kosovo y Metojia.

El plazo conferido unilateralmente a los serbios que inicialmente fenecía ayer, fue postergado por Kosovo hasta el 1 de septiembre, en lo que algunos analistas leyeron como un intento de distender una situación que en realidad está lejos de solucionarse, porque es una consecuencia directa del desmembramiento de la Antigua Yugoslavia ocurrida hace más de dos décadas, mediante la intervención ilegal de la OTAN que bombardeó a Serbia durante 87 días sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. El país de los eslavos del sur era hasta ese entonces el cuarto de Europa en materia de desarrollo humano. Las fuerzas centrífugas que produjeron la fragmentación no pudieron suturar los puntos de conflicto que subsisten hasta el presente. El propio Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, expresó su beneplácito por la suspensión del plazo durante un mes. El rol de este socialista español no deja de llamar la atención, ya que fue ministro de Pedro Sánchez hasta que la Unión Europea lo convocara a su nuevo cargo. Lo propio podríamos recordar respecto de Javier Solana, el socialista que siendo Secretario General de la ONU dio la orden de atacar Yugoslavia. Lo cierto es que el Presidente Sánchez fue recibido con honores en Serbia hace 48 horas, y garantizó que “España está y estará al lado de Serbia en el contencioso de Kosovo”. España es uno de los países de la Unión que no ha reconocido la independencia de Kosovo, al contrario de lo decidido por otros países atlantistas. Hay que estar atentos al convulso proceso político que vive el país peninsular y las alianzas tácticas que debió realizar el presidente para conservar su cargo, lo que quizás explique que el representante de uno de los países que haya tenido un protagonismo tan activo en la guerra de los Balcanes hoy reivindique a los serbios.

El episodio promovido por Kosovo es uno más, que se produce en un momento de máxima tensión en la región, habida cuenta de la guerra que sostienen Moscú y los países occidentales que acudieron en ayuda de Ucrania. El dato no es menor. Las pequeñas fuerzas armadas y de seguridad kosovares, que en su momento fueron caracterizadas por algunas potencias como grupos terroristas (de hecho, su ex presidente Hashim Thaci debió dimitir tras las acusaciones de crímenes de guerra por su etapa como líder de los rebeldes kosovares que lucharon contra las fuerzas serbias en la década de los 90) cuentan entre sus efectivos con combatientes ucranianos. Pero además, debe destacarse que la OTAN ya anunció su apoyo a la iniciativa de Prístina. La decisión es muy riesgosa en el contexto geoestratégico ya mencionado, pero ocurre que la alianza atlántica tiene en Kosovo una de sus más importantes bases militares en el continente europeo. De lo contrario, este enclave de poco más de 10 mil kilómetros cuadrados de superficie no colectaría semejantes aliados tan fácilmente.

Rusia, como era de esperar, reivindicó el derecho de los serbios, sus aliados históricos, lo que implica también un agravamiento de la situación. Debemos recordar que la disolución de la Antigua Yugoslavia pudo llevarse a cabo por el proceso de postración y debilitamiento que padecían los rusos durante el gobierno de Boris Yeltsin, lo que garantizó la imposibilidad de que el gigante euroasiático pudiera tener otro protagonismo en la guerra de los Balcanes. Este es un momento histórico muy distinto. Tan distinto, que parece que los padrinos poderosos de Kosovo hayan alentado este salto al vacío cuya resolución es una incógnita más en este mundo convulsionado. Quizás, una de las mayores.