Por Lidia Ferrari (*)

 

 



La experiencia de estos últimos días en Italia refuerza la idea comentada que Draghi, ex presidente de la Banca Europea y financista de Goldman Sachs, no tiene dotes políticas sino de mando. Draghi fue Premier luego de un golpe de palacio que hizo destituir a Giuseppe Conte, capo del M5S. Su gobierno de 17 meses mostró que se trata de una restauración de derechas. Draghi, como súbdito de Biden, continúa el proyecto estadounidense de humillar a Europa.

Draghi podía gobernar sin el M5S porque seguía teniendo la mayoría en el Parlamento sin embargo presentó su dimisión. El Presidente Matarella no le aceptó la renuncia y Draghi se debió presentar ante el Parlamento. Pero lo hizo como Jefe de una Empresa que no funciona como él quiere. Tiró sólo críticas a los partidos que lo sostenían en el gobierno, pidiendo suma de poderes. Con la soberbia de un dictador romano y sin reconocer los límites que en Roma antigua tenía la dictadura constitucional que sólo duraba 6 meses. Se decía que el gobierno nacía para llevar adelante a Italia hasta las elecciones de 2023, pero el objetivo era otro: liquidar al M5S por sus medidas ‘populistas’. Draghi creyó ayer que tenía al Parlamento en sus manos. Podía seguir adelante sin el M5S, pero se encontró que el partido de la Lega y el de Berlusconi no iban a votar la fiducia. Una movida también extemporánea del carnaval político italiano. El día anterior Salvini bramaba que estaba dispuesto a un gobierno de Draghi pero sin el M5S. El día después le retira la fianza a Draghi y provoca la caída del gobierno que decía defender.

Una conclusión general de cierto orden democrático que se está desgranando en estas dimisiones camufladas de debate político es que el orden neoliberal no puede y no quiere funcionar con el juego de la política. Draghi, como Macri en Argentina, se mueven de acuerdo a instrucciones que se cocinan más arriba de ellos. No hay nada que pueda poner límite a sus juegos sucios, ya sean límites institucionales o de la ética del funcionamiento social. No hay respeto por leyes establecidas. Y disponen de la suma del poder público cuando tienen el poder económico y narrativo en la sociedad. Acusan al adversario de lo que ellos producen con calumnias, infamias y mentiras. En coro entre sistema político, mediático y jurídico avanzan y funcionan autocráticamente. Si pensáramos en términos patológicos podríamos hablar de singularidades psicopáticas o sádicas. Pero no es correcto, pues se trata de un funcionamiento generalizado del sistema. Y dejan atrás, en Europa, épocas de grandes estadistas que, de alguna manera, ofrecían cierto bienestar de la social democracia a las clases populares. Estos nuevos dictadores hacen uso de una prerrogativa de la excepción, como las movidas que destituyen gobiernos populares. O cuando ganan elecciones hacen lo que quieren hacer, sin responder a ninguna ley por encima de ellos mismos. Esta modalidad parece extenderse toda vez que el régimen neoliberal actual tiene claro que se trata de sacarle a los pobres lo poco que tienen, para seguir acumulando para las grandes corporaciones. No es preciso hacer análisis finos para ver que la democracia tal cual la conocemos se desliza a funcionamientos dictatoriales. Esto no es ni psicopatía ni sadismo de alguno de los protagonistas; se trata del despotismo con abuso de poder sostenido en la impunidad. Impunitas en latín alude a la falta de castigo, es decir, aquel que causando daño o infringiendo la ley, no recibe castigo o sanción. No son penalizados porque hacen funcionar el sistema de tal modo que pueden hacer lo que quieren. Esta suma de poder político hace recaer en quienes se oponen, es decir, aquellos que pretenden hacer funcionar las leyes en la sociedad, todo el castigo y la estigmatización. Fue claro en Argentina con el gobierno macrista y con los órganos que tienen el poder. En Italia, como en todas partes, las víctimas sacrificiales de este sistema son quienes pretenden asomar un poco de dignidad y, sobre todo, insistir en el funcionamiento legal e institucional de la sociedad. Si tienen aspiraciones redistributivas o de justicia social serán demolidos.

Draghi en el parlamento fue a decirles a los partidos políticos que precisaba ‘plenos poderes’ pero insultando a quienes lo sostienen, partidos que, más allá de todos sus defectos, fueron votados por los italianos y ‘fue más arrogante y despectivo que de costumbre'.



Una de las armas contra estas frágiles democracias es la de quienes gritan y despotrican contra el fascismo mientras trabajan para que la derecha se imponga. Fascismo y derecha conviven con partidos, como el PD -que alguna vez se dijo de izquierda- al servicio del Orden Neoliberal. Sin resquemores ni pruritos institucionales y democráticos. Como dice Travaglio “… se sigue confundiendo causa con efecto: Meloni (derecha) corre el riesgo de ganar porque Draghi estuvo allí, no porque ya no esté”.

Momentos difíciles para las causas populares. Pero no resta que insistir… En ese sentido, las cosas se pusieron más claras en Italia. Todo el poder contra Conte y el M5S marca el camino: es lo único que resta para defender.

(*) Psicoanalista y escritora.