Por Eduardo Luis Aguirre
Hoy se cumplen dos años de la desaparición física de Julio Anguita. El histórico militante e intelectual español fue un referente indiscutible de la nueva izquierda europea. Dueño de una reconocida formación política, este emblema de las izquierdas fue uno de los primeros en animarse a romper los límites del dogmatismo sectario de los espacios comunistas de posguerra.
De esa manera se sumó a construcciones mucho más amplias que interpretaban, en tiempo de “indignación” colectiva las demandas de nuevos sujetos políticos que irrumpían en el horizonte mundial. Transcurrió los últimos tiempos de su vida asumiendo la decisión de disputar el poder político trabajando codo a codo con sus aliados naturales, desdeñando la cerrazón ecuménica de las izquierdas y advirtiendo sobre su fatal y autodestructiva capacidad de fragmentación.
La muerte lo sorprendió cuando ya había dado una entrevista que debía hacerse pública recién cuando ya no estuviera entre nosotros. En ese diálogo póstumo Julio Anguita dijo que le gustaría ser recordado "como un hombre que amó mucho la vida, que trabajó según sus ideas para intentar que la sociedad fuera mínimamente soportable, sin injusticias". Ya no concebía que a esta altura de la vida, de su vida, los seres humanos "tuvieran que seguir luchando como fieras para poder comer todos los días, o morir víctima de enfermedades". "Yo me acojo mucho -continuaba- a esta visión, un tanto de futuro, de Marx, cuando habla de que algún día los seres humanos todos, coman, tengan una vivienda, sin grandes lujos, pero se realicen, comenzará la historia de la humanidad" (*). Anguita convocaba a profesar una ética colectiva, una nueva manera de mirar la vida desde la solidaridad, la espiritualidad, el amor y el pensamiento frente a los cambios drásticos que sufrían la humanidad y el planeta. Con la misma convicción revolucionaria alertaba sobre el desastre civilizatorio y la crisis ambiental, mientras se interesaba por los análisis económicos, geopolíticos y tecnológicos. Desde aqulla temprana condición de Alcalde Córdoba hasta su inesperada y emocionante irrupción en un mitín de Podemos para sellar una alianza histórica, este maestro desplegó una concepción particular de la existencia, que traducía en su momento de esta manera: "Ser comunista no consiste solamente en tener un objetivo político y luchar por su realización. Ser comunista no es tan solo una forma de actuar políticamente. Es una manera de pensar, de sentir y de vivir. Y esto significa que los comunistas no solo tienen objetivos políticos y sociales, no solo tienen una ideología y un ideal de transformación de la sociedad, sino que tienen también una moral propia, diferente de la moral de la burguesía y superior a ella". Este ícono de un marxismo sin tiempos entendía a la política como "un arte agrario". "En la política hay que roturar la tierra, hay que sembrar, hay que regar, hay que cuidar, tiene que pasar el sol, la luna. Es decir: es un trabajo muy duro", repetía una y otra vez, mientras luchaba tenazmente para que España recuperara su memoria histórica y se ocupara de los crímenes impunes del franquismo. Mientras señalaba el debilitamiento progresivo de las fuerzas progresistas y la aparición de derechas amenazantes en los últimos años en los que pudo escrutar el arduo firmamento político español. Anguita sabía que él seguramente no llegaría a ver el mundo más justo con el que soñaba. Pero de una manera asombrosa y desprendida se colocaba como un observador externo de un futuro que, mediante la conciencia profunda de las mayorías, la determinación política y la profundización democrática, harían posibles esas transformaciones populares. Anguita ha dejado una marca, un camino, un legado, una manera de sentir y de pensar. El paso de los años, en cada conmemoración, habilitará el debate y las esperanzas crecientes en pos de una liberación definitiva.
(*) https://www.youtube.com/watch?v=m2xIKjvNFw4
Imagen de portada, original de EFE.