Por Eduardo Luis Aguirre
Unos pocos días resultaron suficientes para demostrar la particular sutileza de las herramientas que la nueva administración demócrata estadounidense habrá de utilizar para con América Latina. Decidido a poner fin a la “barbarie” del trumpismo, Joe Biden no pierde el tiempo. Hace y deshace en los mares argentinos, poniendo a operar un submarino en aguas del Atlántico Sur con la colaboración del Reino Unido, en franca violación de lo dispuesto por la 4/11 de la Asamblea General de la ONU, lo que motivó la urgente protesta de nuestra cancillería.
Casi al mismo tiempo, decide amañar el resultado de las recientes elecciones generales de Ecuador, mediante un pacto que se parece mucho más a una contradicción abierta de la voluntad popular que a un ejercicio de ese civismo que supuestamente encarnan los candidatos de Wall Street, que esta vez también cuentan con la aquiescencia y la colaboración colonial explícita de la OEA. El resultado del comicio podría depender ahora de la racionalidad de un espacio de izquierda minoritario, escenario que en nuestra región no suele ser tranquilizador.
Biden sabe lo que hace. Un portal argentino ha descripto hace pocas horas el pensamiento de Estados Unidos para con nuestro país, presentando el nuevo marco de las relaciones con China mediante afirmaciones asombrosas proferidos por un experto indiscutido cuya fijación parecen ser los nuevos vínculos de Rusia y China con los países del cono sur. “Desde el regreso del peronismo al poder, los vínculos ya estrechos con el régimen comunista se han ampliado cada vez más”, decía ayer infobae. Y continuaba profundizando la idea de la siguiente manera: “Dado el potencial multidimensional de Argentina para el avance de los intereses chinos, la perspectiva de acceder al país a través de un gobierno populista amistoso -que se ha vuelto maleable a través de una combinación de alineamiento político, dependencia económica y una red de relaciones comerciales que involucran personalmente a sus líderes- es, posiblemente, tan atractiva para la RPC como debería ser amenazante para Estados Unidos”. El texto daba pormenorizada cuenta de todos y cada uno de los gestos que articulan la relación de Argentina con China, no solamente desde el punto de vista económico o tecnológico, sino también geopolítico y securitario.
“A corto plazo, es probable que Estados Unidos no pueda hacer mucho para evitar estas tendencias, más allá de llamar la atención de forma creíble sobre las acciones argentinas que preocupan; recordar a Argentina, y a la región latinoamericana en general, las posibles consecuencias del curso autodestructivo al que parece estar volviendo su nuevo gobierno; y seguir facilitando alternativas de calidad y basadas en el mercado a la participación china siempre que sea posible. De este modo, Estados Unidos puede respetar la soberanía argentina y, al mismo tiempo, ayudar a la población argentina a entender y resistirse a los acuerdos que pueden beneficiar a China más que a Argentina a largo plazo y que, en última instancia, amenazan la independencia y el orgullo que caracterizan a la nación argentina”. Clarísimo. Las operaciones de prensa, los factores de poder locales, la diplomacia y un ejército direccionado de algoritmos intentarán impedir una política exterior pendular y autonóma a la Argentina, conocedores del estrechísimo margen de maniobra que posee el gobierno de nuestro país y la nueva relación de fuerzas que impone un sistema de control global que los demócratas crearon y que aspiran a reasegurar nuevamente por diversos medios.
El artículo artículo en cuestión (1) fue escrito por Evan Ellis, profesor de investigación sobre América Latina en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos, cuyos libros y textos parecen tener una única dirección y un claro interés ideológico y geopolítico. Ellis es autor de los libros “The New Russian Engagement With Latin America: Strategic Position, Commerce, and Dreams of The Past”, “China in latin america: the whats and wherefores”, “U.S. National Security Implications of Chinese Involvement in Latin America, China on the Ground in Latin America: Challenges for the Chinese and Impacts on the Region”, entre otros. Ello sin contar una cantidad generosa de artículos publicados en el mismo portal, que versan puntualmente sobre los mismos temas (2)
Está claro que para el gobierno de Biden América Latina no tiene una connotación subalterna. El mapa político de la región es un territorio en permanente disputa y los lazos con China y Rusia parecen afianzarse por imperio de la realidad objetiva. El rol de la vacuna Sputnik en la Argentina podría enunciarse como un ejemplo que ahorra mayores consideraciones. La cancillería argentina deberá moverse en un tablero de ajedrez de máxima complejidad. El mismo Ellis reconocía durante el gobierno de Donald Trump que la pandemia jugaría a favor de China, especialmente en Latinoamérica (3) y ya hemos visto de qué manera Rusia ha decidido plantarse como la primera potencia capaz de hacer una lectura del mundo por venir, una vez superado el desastre de la peste (4). El clima de época no parece ser apacible. El desenlace político es incierto para la región. La voluntad de los pueblos puede ser decisiva en este tramo, en la medida que resista los múltiples y modernos embates, incluso de inteligencia artificial, que habrán de pretender el reaseguro de su condición semicolonial.