Por Pablo Guadarrama González[1]
La historia del devenir del pensamiento de
los pueblos de lo que los conquistadores denominaran América, desde sus
culturas originarias[2]
hasta el presente, está colmada de ejemplos de humanismo práctico, expresado en
las concepciones y ejercicios democráticos, reconocedores de determinadas
formas de derechos humanos.
Basta un recorrido puntual por la historia
de su vida política, jurídica, filosófica, etc.,[3]
para percatarse de que la lucha por reivindicar la condición humana de
aborígenes y esclavos africanos, y los derechos de criollos que impulsaron los
movimientos emancipadores e independentistas contiene numerosas manifestaciones
de humanismo, algunas de ellas en su tradicional forma abstracta, y otras de evidente
carácter práctico.
Por humanismo
práctico –término utilizado por Marx en sus trabajos tempranos como La sagrada familia y los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844,
así como los de humanismo concreto, humanismo positivo y humanismo culto que se diferenciaba
del humanismo
real de Feuerbach[4]–
puede considerarse una postura de
compromiso activo, militante y arriesgado con la defensa de la dignidad de
determinados grupos humanos, que se diferencia del humanismo abstracto, el cual
se limita a simples declaraciones filantrópicas que no trascienden más allá de
cierta misericordia o postura piadosa ante indígenas, esclavos, siervos,
proletarios, mujeres, niños, minusválidos, etc. Un humanismo práctico debe
distanciarse también del antropocentrismo que ha caracterizado generalmente a
la cultura occidental y tomar en consideración la imprescindible
interdependencia entre el hombre y la naturaleza.
Son múltiples las evidencias de humanismo
práctico en los próceres de la independencia latinoamericana, quienes no
limitaban sus objetivos a la conquista de la independencia política respecto a
la metrópoli, sino también a alcanzar mayores grados de justicia social.[5]
Esto puede apreciarse desde Simón Bolívar y demás líderes iniciadores de tales
luchas emancipadoras, así como también en sus continuadores en nuevas etapas,
como José Martí,[6] e
incluso en la actualidad, cuando algunos pueblos, después del fracaso de
llamado “socialismo real”, ensayan nuevos proyectos de sociedad más justa y por
tanto humanista práctica.
La llamada filosofía de la liberación ha sido
uno de esos notables ejemplos de que algunos de sus más destacados
representantes –entre los cuales sobresale Enrique Dussel– han continuado
cultivando esa tendencia aportadora de nuevas formas de humanismo práctico. Resulta
válido el criterio de Pedro Enrique García Ruiz, según el cual: “La obra de
Dussel, a diferencia de otros miembros del movimiento de la filosofía de la
liberación, no ha abandonado sus hipótesis de trabajo originales y las ha
enriquecido a través de diversas polémicas, mostrando que no eran únicamente el
resultado de una coyuntura histórica determinada”.[7]
Es sabido que la filosofía de la liberación,
desde su inicio, no constituyó un movimiento homogéneo, pues incluso se ha
cuestionado si es propiamente una filosofía[8].
En el transcurso de su desarrollo, algunos de sus simpatizantes se han
distanciado de ella con la intención de generar nuevas propuestas, por
diferentes vías también, de humanismo práctico.
Esto
significa que la filosofía de la liberación no debe ser considerada como la
única continuadora o la expresión más reciente de dicha forma de humanismo,
pero sin duda, es una de sus manifestaciones más auténticas,[9]
del mismo modo que lo han sido también algunas expresiones del positivismo sui generis[10]
o del marxismo[11]
en el contexto latinoamericano.
La obra filosófica de Enrique Dussel es lo
suficientemente extensa y profunda para poder ser analizada de forma simple en
un artículo. De manera que el presente trabajo solo pretende abordar algunos de
los elementos que hacen que ella ocupe un merecido lugar en la historia universal
de la filosofía, y en particular de Latinoamérica, así como en la conformación
y despliegue de formas de humanismo práctico, tomando en consideración que la
preocupación por la práctica es un tema central no solo en sus reflexiones
epistemológicas, sino especialmente en el terreno de la ética y la filosofía
política[12]. Por
tal motivo, se atenderá este elemento básicamente en una de sus obras: Hacia una filosofía política crítica (2001),
que aunque no resulta la única, está entre las mejor expresan dicha postura.
El tema del humanismo ocupó la atención especial del filósofo argentino desde
sus primeros libros, como puede apreciarse en El humanismo semita.
Estructuras intencionales radicales del pueblo de Israel y otros semitas[13]
y El dualismo en la antropología de
la cristiandad. Desde los orígenes hasta antes de la conquista de América[14],
así como en El humanismo helénico.[15]
Indudablemente, estos estudios contribuyeron, como una de las fuentes teóricas
principales, a la conformación de su pensamiento humanista, pero sería su
sensibilidad ética y política para identificarse con las aspiraciones de los
sectores populares el factor decisivo en la orientación práctica de dicho
pensamiento.
Muchas de las determinaciones por las cuales
el pensamiento de Dussel debe ser considerado dentro de la tradición humanista
práctica pueden encontrarse en otros tantos de sus
trabajos anteriores. Sin embargo, no cabe la menor duda de que en ellos se
observa una favorable evolución hacia formas superiores no solo de humanismo,
sino también de superación del ideario utópico abstracto y de aproximación creciente
a las utopías concretas y de preocupación por el esclarecimiento del papel de
la praxis.[16]
A tenor de lo anteriormente definido como
humanismo práctico, son múltiples los ejemplos en que la obra de Enrique Dussel
ha expresado su identificación con causas emancipadoras de algunos pueblos e
incluso ha asumido formas de compromiso político con procesos revolucionarios coetáneos –entre ellos, los de Cuba, Nicaragua, El
Salvador, etc.–, así como con las ancestrales luchas de indígenas, de
afrodescendientes y de sectores sociales
explotados o marginados en general.
Sus abiertas críticas a la injerencia
norteamericana –propiciadora de golpes de Estado contra Gallegos en Venezuela, Arbenz
en Guatemala, Cuadros en Brasil, Allende
en Chile, y apoyo a dictaduras repudiadas por
amplios sectores populares, como la de Machado y Batista en Cuba, Rojas Pinilla
en Colombia, Trujillo en Dominicana, Somoza en Nicaragua, Stroessner en
Paraguay, Onganía y Videla en Argentina, Pinochet en Chile, etc.–, y en especial su más recientes expresiones de apoyo a las transformaciones
revolucionarias en Venezuela, Bolivia, Ecuador, así como a los éxitos de
gobiernos de distinto grado de izquierda en Brasil, Uruguay, Argentina, etc., son
suficientes razones para considerar que su postura filosófica ha sido la de un
intelectual con compromiso orgánico con causas populares de humanismo práctico,
interesado ante todo en la historia real de los pueblos dominados y marginados.[17]
Su interés ha sido poder a partir de la historia de esos pueblos oprimidos
elaborar una filosofía que contribuyese a su liberación.
Su clara comprensión de las verdaderas
causas de las nuevas guerras imperialistas que han sacudido el mundo en estos
últimos años es también expresión de identificación con las demandas de pueblos
invadidos y obligados por la fuerza a cambiar de gobierno bajo pretextos de
lucha por la democracia, escondiendo los verdaderos intereses de apropiarse de
sus recursos naturales.
Si
bien en ocasiones las formulaciones filosóficas en cualquier pensador pueden
parecer que por su naturaleza teórica empañan la aproximación crítica y
comprometida con procesos históricos reales, en verdad en la mayoría de los
casos, como Dussel plantea,[18]
sucede todo lo contrario. Al aproximarse críticamente a la esencia de dichos procesos,
contribuyen de algún modo al esclarecimiento de sus causas, nexos, efectos y
otras determinaciones, por lo que
facilitan una posible actitud práctico-transformadora de la realidad, siempre y
cuando los sujetos sociales encargados de asumirlos ejecuten su función de
manera consciente e ideológicamente fundamentada.
Cuando Gabriel García Márquez ejercía
como corresponsal de El Espectador
fue enviado a El Chocó a reportar un supuesto
levantamiento popular en esa marginada zona colombiana. Al llegar a ese lugar se
percató de que no existía tal sublevación. Se dio entonces a la tarea de
entrevistar a varios líderes sociales y otras personas de dicha región. Cuentan
que al publicar sus reportajes y entrevistas, en los cuales se revelaban las
injusticias sociales que allí se acrecentaban, contribuyó de tal manera al
incremento de la conciencia de insatisfacción de la población chocoana sobre su
angustiosa situación, que a los pocos días se produjo el anunciado levantamiento
popular.
Algunas razones habrán motivado a los
ideólogos del Partido Republicano de los Estados Unidos de América a citar a
Antonio Gramsci al elaborar la plataforma ideológica de dicho partido en el
Documento de Santa Fe II, cuando afirman que la clase obrera por sí misma no puede tomar el poder político, pero con
ayuda de los intelectuales sí lo puede hacer. De ahí que para las oligarquías
dominantes resulten más peligrosas las ideas que se generan en una universidad
que las surgidas en un sindicato obrero.
Es sabido que las posturas ideológicas no
siempre revelan una suficiente fundamentación científica o filosófica por parte
de sus portadores, aunque ello no significa que carezcan de ella. Ninguna ideología[19]
se expresa en sus representantes de forma
simple por reacciones meramente espontáneas.
En toda forma de humanismo, ya sea
abstracto, real, concreto o práctico, subyace algún tipo de postura ideológica.
Muchas veces tal elemento se esconde tras una maleza de formulaciones teóricas que
dificulta revelar de manera fácil su verdadera esencia, pero a la larga un
análisis pormenorizado de sus particularidades debe mostrar las raíces de su
diverso fermento ideológico, pues es como el oxígeno del aire que respiramos,
nos agrade o no, debemos consumirlo, a menos que se pretenda renunciar a la vital
existencia.
En
la obra filosófica dusseliana se ha expresado de forma cada vez más clara el momento
ideológico debidamente fundamentado por un andamiaje teórico de refinada
profundidad filosófica. Este hecho se revela en su identificación con los
sectores dominados y explotados de la población.[20]
Sin duda, tales expresiones ideológicas están presentes desde sus primeros
trabajos, aunque por supuesto, no en la misma forma e intensidad, pues es
evidente que en sus obras más recientes, como la que nos ocupa, su discurso filosófico, sin renunciar a su
calidad teórica, revela de manera cada vez más clara su firme postura
ideológica de articulación con los procesos emancipadores de los pueblos, no
solo del llamado Tercer Mundo, sino de todas las latitudes, y en especial de
los latinoamericanos en su lucha contra los poderes coloniales, neocoloniales e
imperialistas, como puede apreciarse en esta declaración: “En el caso de una «pragmática»
idealista, el problema del fetichismo pasa desapercibido en su determinación
económica. Es esto lo que nos interesa en América Latina, en la periferia mundial,
donde desde la invasión a Panamá y la guerra de Irak un Nuevo Orden Mundial
hegemónico del «Norte», bajo el poder militar norteamericano, impone a la mayoría de la
Humanidad, en el «Sur», el deber moral de resignarse con un mínimo vital de consumo,
en la miseria, contemplando pasiva la dilapidación ecológica del planeta en
manos de la irresponsabilidad destructora del Norte. El cinismo ocupa el lugar
de la ética, y la moral burguesa del sistema capitalista desarrollado (que
justifica la invasión de Panamá, pero se opone a la invasión de Kuwait) se
impone como la «Macro-moral de la Humanidad»: la pura violencia coactiva,
irracional e injusta del más fuerte (sea esa fuerza tecnológica o
económica, pero, por último, militar)”.[21]
Su abierta postura de enfrentamiento a cualquier forma de darwinismo social le
conduce a reiterar el nefasto carácter de tales concepciones seudocientíficas
tan distantes de cualquier forma de humanismo.
Desde sus primeras
reflexiones sobre las posibilidades de una filosofía de la liberación se
aprecia en la obra de Dussel una antropología filosófica, bien estructurada,
con fermentos propios del humanismo cristiano originario; la fenomenología existencialista
de Heidegger; la concepción de la exterioridad y la alteridad de Levinas, como
fundamento de su analéctica; el
marxismo, inicialmente en interpretaciones más cercanas a la teoría crítica, en
especial las reflexiones de Bloch sobre las utopías concretas [22]
y los enriquecedores análisis sobre la enajenación, especialmente de Marcuse.
Posteriormente en la evolución de su trayectoria intelectual se observa una
genuina profundización en la obra de Marx, así como enriquecedoras
críticas a la ética del discurso de Apel;[23]
la huella de la hermenéutica de Ricoeur; el estudio de la trayectoria humanista
del pensamiento filosófico latinoamericano, en especial la teoría de la
dominación y la liberación en Salazar Bondy y Zea, así como otros pensadores
críticos de toda forma de exclusión y discriminación, como Sartre, Fanon, etc.,
se puede apreciar que en la médula de su ideario se encuentra, por una parte, una auténtica filosofía política ─como él
mismo abiertamente así lo declara[24]─
y a la vez subyace permanentemente una
ética descarnadoras de las despiadadas formas de explotación de los pueblos
colonizados por las distintas metrópolis durante la modernidad, de ahí que
considere necesaria la generación de una nueva forma de sociedad transmoderna,[25]
superadora del capitalismo, esto es, generadora de nuevas formas de humanismo
práctico que dicha sociedad por sí misma jamás podrá engendrar.
La mirilla de su humanismo
práctico se orientaría hacia las causas reales de la miserable situación de
grandes sectores sociales de los pueblos conquistados, colonizados y esclavizados por los imperios gestores de
la dominación capitalista mundial. Por tal razón consideraría: “Esta liberación de la dependencia,
esta ruptura de las estructuras de la totalidad dominada por el «centro»,
quiere indicar la necesidad, de un pueblo hasta ahora oprimido, de llegar a
tener la «posibilidad» humana para cumplir un proyecto digno de tal nombre. El
proyecto vigente en el mundo presente asigna a nuestros pueblos, en la división
internacional del trabajo, de la cultura, de la libertad, una función bien
pobre y de todas maneras dependiente. De lo que se trata es de llegar a
participar libre, independiente, justamente en la civilización mundial que
progresa, en la cultura humana que analógicamente se va unificando en el plano
mundial”.[26]
La filosofía política y la ética
dusseliana están impregnadas de forma creciente de una marcada identificación
con todos los sectores sociales víctimas de algún tipo de explotación,
opresión, exclusión o discriminación. La búsqueda de una alteridad dignificante
de aquellos que en la historia y hasta el presente no son considerados
expresión de la condición humana, ha sido tema permanente de su ideario
humanista desde sus primeros trabajos, como él mismo declara: “La Ética de la Liberación desde
su inicio en 1969 ha insistido en Ia relevancia ética del pobre, como víctima
de sistemas económicos sociales. «Pobre» como categoría ética es «el Otro» de
Emmanuel Levinas que excluido de la posibilidad de la reproducción de la vida (pauper ante o post festum para Marx), interpela a la
conciencia ética y económica”.[27]
Por esa razón, Dussel asumió una postura
crítica ante la oposición de la Iglesia a algunos movimientos progresistas que se desarrollaron
a partir del Concilio Vaticano II. Al respecto sostuvo: “Lo único que puede agregarse es
que, al menos, estas críticas a la corriente eclesial surgida en
Medellín, a la teología de la liberación y a la opción por los pobres,
beneficiaban de hecho a los Estados de «seguridad nacional» y a los planes represivos del Departamento
de Estado, que cambiará la fisonomía del continente con violentos golpes de
Estado contra los procesos de liberación. La Iglesia se quedaba sin voz crítica, en silencio
ante tantos horrores que se cometerán en nombre de la «civilización
occidental y cristiana».”[28]
Su actitud
de identificación con los sectores humildes de la sociedad se puede apreciar también
entre otros momentos posteriores, cuando sostiene: “El Otro, excluido
de la «comunidad» de comunicación y de los productores, es el pobre.
La «interpelación» es el «acto-de-habla» originario por el que irrumpe en la
comunidad real de comunicación y de productores
(en nombre de la ideal), y pide cuenta, exige, desde mi derecho trascendental
por ser persona, «ser-parte» de dicha comunidad; y, además, pretende
transformarla, por medio de una praxis de liberación (que frecuentemente es
también lucha), en una unidad histórico-posible más justa. Es el «excluido» que
aparece desde una cierta nada para crear un nuevo momento de la historia de la
«comunidad». Irrumpe, entonces, no solo como el excluido de la argumentación,
afectado sin ser-parte, sino como el excluido de la vida, de la producción y
del consumo, en la miseria, la pobreza, el hambre, la muerte inminente. Este es
el tema que hiere con la angustia diaria de la muerte cercana y posible a la
mayoría de la humanidad presente, a América Latina, África y Asia. Este es el
lema de la filosofía en el mundo periférico, el «Sur»; es el tema de la filosofía de la
liberación, liberación de la exclusión, de la miseria, de la opresión: este es el fundamento (Grund), «la razón (Vemunft) del Otro» que tiene el derecho de
dar sus razones. No hay liberación sin racionalidad; pero no hay racionalidad crítica sin acoger la «interpelación»
del excluido, o sería solo racionalidad de dominación, inadvertidamente”.[29]
Es
en tal sentido que le otorga un protagonismo especial a la filosofía como
instrumento racional que posibilita analizar y enfrentar diversas formas de
alienación. Esto no significa que todas y cada una de las posturas filosóficas
se caractericen por esta función, al igual que la humanista, pero sin duda, la
filosofía de la liberación ocupa un digno lugar entre las que se destacan por las
funciones humanista y emancipadora.[30]
Si
su discurso se limitara a una simple denuncia o protesta, sin propuestas posibles
de solución a las diversas formas alienantes de explotación y discriminación en
distintas latitudes y sectores sociales –entre los que se encuentra la mujer–,
este podría quedar enmarcado dentro del esquema del humanismo abstracto
tradicional. Sin embargo, su actitud crítica del capitalismo real, lo mismo que
del llamado “socialismo real”, le han
conducido a proponer alternativas de socialismo como las que han
comenzado a ensayarse en el ámbito latinoamericano en los últimos años. Esta
actitud se expresa en su solidaria identificación con estos nuevos experimentos
de socialismo, más democráticos y propulsores de los derechos humanos,
consciente de que otra forma no sería socialismo.
Su especial atención a la crítica
situación de las mujeres en diversas circunstancias constituye también una
expresión de su humanismo práctico,[31]
en especial cuando les asigna un protagónico papel en el proceso de la
liberación, al plantear: “Como siempre ha acontecido en la historia, son los
oprimidos los que realizan el camino de la liberación. En nuestro caso son las
mujeres, injustamente oprimidas desde la relación erótica, las que lanzan el
proceso”.[32]
En ocasiones se subestiman aquellas
ideas de pensadores sobre el papel protagónico de las mujeres en el desarrollo
social, sin tomar en debida consideración que ellas constituyen aproximadamente
el 50 %, y en algunos países incluso algo más. Pero lo importante no es una
dimensión cuantitativa, sino la significación cualitativa de su actuación en la
historia, lo que llevó a Carlos Marx a plantear que todo el que sabe algo de
historia, sabe que las grandes transformaciones sociales se miden por el grado
de participación que en ellas tenga el bello sexo, incluyendo a las feas.[33]
Es evidente que ya desde sus trabajos de
los años sesenta la huella del marxismo aflora en el pensamiento de Dussel de
un modo u otro, como han reconocido varios de los que han analizado este tema,[34]
pero también es cierto que la concepción que tendría de este en aquellos años
resulta algo distante de la que asumiría posteriormente, cuando estudió la obra
de Marx con amplia dedicación y profundidad. Mas esta cuestión merece atención
especial y sobrepasa las posibilidades reales del presente análisis.
Ahora bien, para el tema que nos ocupa
resulta indispensable destacar la acertada tesis de Eduardo Medieta, según la
cual: “En opinión
de Dussel, el Marx realmente humanista es aquél que hallamos en El Capital, donde nos vemos confrontados no
con una ciencia económica, sino con una crítica de la economía política que
produce un sistema para la expropiación de la vida del trabajador”.[35]
Este criterio sitúa con razones suficientes al filósofo argentino en la orilla
totalmente opuesta del pretendido antihumanismo teórico atribuido a Marx
por Althusser.[36] Los análisis de Dussel sobre la trascendencia
humanista práctica del pensamiento de Marx han contribuido de alguna forma al
rescate del valor de dicho componente filosófico del pensador alemán.[37]
No se trata de valorar la obra filosófica
de Dussel por su mayor o menor aproximación al humanismo práctico de Marx,
aunque sean evidentes sus confluencias, como cuando plantea: “En nuestra sociedad, el trabajador es «libre»;
pero no libre en el sentido que tenga libertad para, sino libre o falto de
tierra, medios de producción y subsistencia: libertad como «pobreza absoluta»,
como «despojamiento total», como el que sólo tiene su propio pellejo para vender”.[38]
Del
mismo modo se puede apreciar su confluencia con el humanismo práctico de
Marx no solo cuando cita a Marx, sino simplemente cuando coincide con algunas
de sus tesis fundamentales. Es conveniente recordar que Michel Foucault
expresaba que él no necesitaba citar a Marx para coincidir con él. Y así se puede observar en el caso de Dussel cuando
plantea: “Liberar a la
tecnología para la humanidad a fin de permitir
al hombre un trabajo, no para el capital, sino para sí mismo: ampliación del tiempo de re-creación, de reproducción de la vida, de expansión del espíritu, del arte, de tensión trascendental más allá de los límites del reino de la necesidad aspirando el Reino de la Libertad, como cantaba Schiller. De no liberar la técnica para el hombre, el hombre seguirá siendo inmolado al Fetiche a través y por medio de su materialidad en la máquina, [...]”[39]
al hombre un trabajo, no para el capital, sino para sí mismo: ampliación del tiempo de re-creación, de reproducción de la vida, de expansión del espíritu, del arte, de tensión trascendental más allá de los límites del reino de la necesidad aspirando el Reino de la Libertad, como cantaba Schiller. De no liberar la técnica para el hombre, el hombre seguirá siendo inmolado al Fetiche a través y por medio de su materialidad en la máquina, [...]”[39]
En definitiva, lo importante no es tal vínculo,
sino en qué medida su producción intelectual en esa larga y prolífica vida de
creación teórica se ha correspondido o no con las circunstancias y la época
histórica que le ha tocado vivir. Es evidente que en su obra se aprecia un considerable incremento de la proyección
humanista práctica, de la misma manera que ha existido en determinadas
interpretaciones de la obra de Marx por parte de varios de
sus continuadores, que han fortalecido algunos de sus elementos esenciales o han
desarrollado otros, que apenas eran germinales en el pensador alemán o que ni
siquiera se planteó, pero en la actualidad resultan indispensables.
El
humanismo práctico en la filosofía política crítica de Dussel se asienta en una
antropología filosófica que parte del criterio según el cual “Si la vida humana es el criterio
de verdad práctica, el principio ético material universal puede describirse así: todo el que obre éticamente debe reproducir y desarrollar la vida humana en comunidad, en último
término de toda la humanidad, es, decir, con pretensión de verdad práctica universal”.[40]
De tal forma, el presupuesto básico de todas sus reflexiones teóricas descansa
en este principio –que si bien puede tener entre sus elementos fundamentales el
cristianismo, no debe reducirse unilateralmente a esa sustancial fuente–, el
cual constituye uno de los ejes principales que le permiten valorar todas las
posibles consecuencias de la praxis política. En la misma medida en que esta
última contribuya al enriquecimiento no solo espiritual, sino material de las
condiciones de existencia de los sectores populares, encontrará el beneplácito
del pensador argentino.
Por ello, de forma diáfana sostiene: “La vida humana, no la virtud (un
modo habitual de vivir), ni los valores (las mediaciones jerarquizadas de la
vida), o la felicidad (la repercusión subjetiva global del bienestar del
viviente), etc., es el modo-de-realidad (Realitátsmodus) del ser humano. El ser humano,
que no es un ángel ni una piedra, y ni siquiera un primate superior, es un ser
viviente lingüístico, autoconsciente o autor reflexivo y por ello
autorreferente: es el único viviente que «recibe» la vida
a-cargo-de o bajo su responsabilidad”.[41]
En ese sentido, su perspectiva
antropológica se articula adecuadamente con la tendencia general observada en
el pensamiento filosófico latinoamericano de otorgar mayor fundamento a la
existencia de una histórica, condicionada y progresiva condición humana,[42] que a una presunta determinista naturaleza humana o una metafísica esencia humana. Por esa razón, le da
especial atención a la consideración social y práctica de la vida humana al plantear: “La vida humana en comunidad es el
modo
de realidad del ser humano y, por ello, al mismo tiempo, es el criterio de verdad
práctica y teórica. Todo enunciado o «acto-de-habla» (Speech act) tiene por última «referencia a la vida humana»[43] y trata de otorgarle un
sentido concreto”.[44]
De tal modo se distancia tanto de las posturas vitalistas[45]
como de las esencialistas, que conciben la vida humana solo como algo
individualmente en sí y para sí, al margen de las condiciones
histórico-sociales en las que esta surge y se desarrolla.
Para Dussel, “La «vida humana» no consiste en
valores, en virtudes, en felicidad. No se agota en ninguna cultura, en su historia,
etc. La «vida humana» se desarrolla concretamente en cada cultura (Sittlichkeit); la historia de las culturas
(donde los contenidos han sido olvidados por la meta-ética analítica y por ello han perdido sentido) es
su propia historia. En cada cultura la vida humana es la fuente última de todos
sus valores (maneras concretas, categorizadas y jerarquizadas de reproducir la
«vida humana» en una particularidad concreta); es el origen de las virtudes;
organiza toda la vida pulsional; se expresa como felicidad cuando se vive
plenamente. Todas las éticas materiales indican «aspectos» de esta última
instancia «material» (contenido) que es la «vida humana»”.[46]
Independientemente
de la mayor o menor influencia de la ética kantiana que pueda observarse en su
pensamiento, lo que debe destacarse es el énfasis que pone en la dimensión práctica y en
la pretensión de universalizar el humanismo como criterio básico de todo juicio
moral, tal como se observa cuando afirma: “El que actúa éticamente debe (como obligación) producir, reproducir y desarrollar autorresponsablemente
la vida concreta de cada sujeto humano, contando con enunciados normativos con pretensión de verdad
práctica, en una comunidad de vida (desde una «vida buena» cultural e histórica, con su modo de concebir la
felicidad, en una cierta referencia a los valores y a una manera fundamental de comprender el ser
como deber-ser, por ello con pretensión de rectitud también), que se comparte pulsional y solidariamente teniendo como
horizonte último a toda la humanidad, es decir, con pretensión de universalidad”.[47]
A partir de la formulación de un
principio ético universal material, Dussel orienta sus reflexiones en favor de
los sectores explotados y marginados de la sociedad, con la intención de
evidenciar la utilidad práctica de tal tipo de enunciado humanista, base de
toda otra reflexión antropológico-filosófica. Ello se aprecia cuando plantea: “Pero, además, este principio fue
descubierto como punto de partida histórico de la reflexión de la Ética
de la Liberación desde los
«condenados de la
tierra» –como
escribía Frantz Fanont−. Si
hemos debido ocuparnos de un principio ético material universal del deber de producir, reproducir y desarrollar
la vida humana en comunidad, es a partir del «hecho empírico» de que buena
parte de la humanidad (los miserables del Sur, las naciones endeudadas, los
pobres en todo sistema, las clases oprimidas, los campesinos, los inmigrantes,
los marginales, los desempleados, las mujeres, niños de la calle, los ancianos
en asilos, las culturas originarias oprimidas por la Modernidad, las razas
no-blancas... y toda la humanidad en peligro de extinción ecológica) no puede vivir, o no puede «desarrollar» la
vida de una manera cualitativamente aceptable. El efecto no-intencional de un
tema vigente con pretensión de autorregulación (como el capitalismo de mercado
de libre competencia aparente) son las víctimas en intolerable situación
creciente de negatividad”.[48]
Por esa razón critica abiertamente a
aquellos autores que disfrazan o encubren
las causas de la pobreza en la sociedad capitalista, como el Premio
Nobel de Economía Amartya Sen, pues a su juicio: “[…], quizá por conocer el medio
intelectual en que se mueve, A. Sen se cuida mucho de indicar claramente las
«causas» de la pobreza en el mundo. Siempre analiza parcialmente el problema, porque
va al «hecho y estudia los criterios de su medida, pero jamás habla
de que la pobreza (tanto absoluta como relativa) pueda presuponer una relación
de dominación con respecto al trabajador o productor efectivo (capital-trabajo),
naciones postcoloniales (centro-periferia), como el posible origen estructural
de la pobreza”.[49]
O sea, mientras la notable economista no aterriza –o no le permiten aterrizar
sin riesgos de ser desacreditado– en las causas reales que producen la
enajenante situación de grandes sectores explotados en el mundo, Dussel desde
la ética de la liberación,[50]
aparentemente más distante de sus bases teóricas, confirma una vez más lo que
desde el marxismo o muy próximos a él han confirmado otros pensadores al
respecto. No se trata de elaboraciones teóricas edulcoradas que enmascaren las
causas reales por las cuales al humanismo práctico no le resulta fácil emerger.
El humanismo práctico de Dussel se pone de
manifiesto al plantear crudamente la situación de violación de los derechos humanos
de amplios sectores de la población. Al respecto plantea: “La situación crítica que le interesa a la
Ética (y a la Política) de la Liberación se presenta cuando ciertos ciudadanos
son excluidos no-intencionalmente del ejercicio de nuevos derechos que el «Sistema
del derecho»”.[51]
A su juicio, “Las víctimas de un «sistema del derecho vigente» son los «sin-derechos» (o los que todavía no tienen derechos institucionalizados, reconocidos. Se
trata entonces de la dialéctica de una comunidad política con «estado de
derecho» ante muchos grupos emergentes sin-derechos, víctimas del sistema económico, cultural, militar,
etc., vigente. Los «derechos humanos» no pueden ser contabilizados a priori, como un posible derecho
natural. Por naturaleza los derechos humanos son históricos. Es decir, estos se estructuran históricamente como «derechos (que) son puestos en cuestión desde la conciencia ético-política
de los
movimientos sociales que luchan por el reconocimiento de su dignidad negada”.[52]
movimientos sociales que luchan por el reconocimiento de su dignidad negada”.[52]
Al criticar la inhumana postura de los
sistemas de salud predominantes en el capitalismo, donde lo que importa es el
cliente y no el paciente, Dussel revela su humanismo práctico de forma
descarnada ante tales enajenantes conductas mercantilistas, y en consecuencia
reclama “[…] poder
criticar éticamente desde la vida humana y desde una reconstrucción crítica del concepto de «enfermedad», el modo como el sistema capitalista
de la salud (fetichizado por el uso monopólico de la ciencia como «saber» sanar y de la
tecnología desarrollada –monopólicamente en manos de pocas corporaciones
transnacionales– como única mediación para la salud) «explota» al enfermo
económicamente, convirtiéndolo en un «cliente obligado» (víctima alienada e inocente) y
absolutamente dependiente, como mera mediación para permitir el aumento de la
tasa de ganancia de la industria farmacéutica, de los sistemas de instituciones
privadas de la salud (clínicas, sanatorios, hospitales), del gremio
autoprotegido de médicos como los únicos conocedores monopólicos del Poder de
«sanar» la «enfermedad», que hace tiempo Ivan Ilich comenzó a criticar tan
atinadamente, lo mismo que Michel Foucault –microsistemas
autorreferentes fetichizados–. Ética y ciencia política podrían cumplir así una labor diferenciada
pero articulable, y, además los principios éticos podrían fundarse
(explicitarse) desde enunciados descriptivos «de vida humana» (que incluirían
aspectos normativos)”.[53]
A esto habría que añadir que tales enajenantes mecanismos no solo explotan a
los enfermos, sino también a médicos, enfermeras y trabajadores de la salud en
general.
Existen numerosos ejemplos que pueden
validar la tesis de que las relaciones monetario-mercantiles pueden ser muy
útiles y válidas en la esfera productiva, industrial, financiera y de algunos
servicios, pero de ahí a que sea lo mismo en las esferas de la salud, la
seguridad social, la educación, y las instituciones culturales y deportivas, va
un largo trecho. De ahí que las nuevas izquierdas y los recientes ensayos de
socialismo emprendidos después de la caída del llamado “socialismo real”, y que
tienen una nueva concepción de lo que debe ser ese tipo superior de sociedad
radicalmente más humana que el capitalismo, al parecer hayan tomado en serio
tal consideración.[54]
Por ese motivo, el filósofo argentino
reconoce en muchas de sus obras que el capitalismo por su esencia es una
sociedad hostil a la humanidad y a la naturaleza, y considera que en un nuevo
tipo de socialismo, muy diferente al experimento del llamado socialismo real, es
posible la realización de un humanismo práctico. A partir de las nefastas
experiencias de algunos de aquellos ensayos, en los cuales se hiperbolizó el
Leviatán del Estado, Dussel considera: “No hay modelo hecho, el camino de
liberación sin embargo tiene que saber que la propiedad de mi casa no debe ser
apropiación de la casa ajena. Con voluntad
de servicio se deberán poner las
cosas en un mutuo don, lo que políticamente podría formularse como un socialismo nacido entre
nosotros y por eso criollo y latinoamericano”.[55]
Las confluencias entre la tradición
humanista del pensamiento filosófico latinoamericano y el ideario socialista
han sido evidentes, especialmente desde
fines del siglo xix e
inicios del pasado. Ahora bien, no en
todos los pensadores ni en todas y cada una de las expresiones de tal humanismo
se han evidenciado tales aproximaciones por comprensibles razones.[56]
Enrique Dussel ha tenido la posibilidad de
contrastar algunos de los intentos de construcción del socialismo que se han
producido en las últimas décadas con sus éxitos y fracasos. A diferencia de
algunos renegados y avergonzados de sus posturas juveniles de izquierda, él no
solo ha mantenido una consecuente postura de identificación con los sectores
humildes del pueblo, a sabiendas de que no han podido ni podrán jamás
satisfacer sus necesidades fundamentales, sino que ha realizado una meritoria
labor filosófica de profundización teórica para contribuir de algún modo a
encontrar vías de superación de esa enajenante sociedad.
Profunda satisfacción debe sentir al hacer
un balance de su vida intelectual y apreciar en ella una progresiva tendencia
de articulación con lo mejor del pensamiento humanista práctico universal, y en
particular latinoamericano, plasmada en una amplia y valiosa obra aportadora, para
orgullo de la vida filosófica de los pueblos de Nuestra América.
[1] Profesor de Mérito de la
Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
[2] Véase: Guadarrama, P. “Democracia y los derechos humanos en los
pueblos originarios de América”, en
Cuadernos
Americanos, UNAM,
México, N. 149, 2014, pp. 135-147.
[3] Véase: Guadarrama, P. Pensamiento
Filosófico Latinoamericano. Humanismo, método e historia. Universitá
degli Studi di Salerno-Universidad Católica de Colombia-Planeta, Bogotá,
Tomo I y II, 2012; Tomo III, 2013.
[4] Marx, C. Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844, Editora Política, La Habana, 1965, p. 174.
[5] Véase: Guadarrama, P. “Pensamiento independentista latinoamericano,
derechos humanos y justicia social”, en Criterio Jurídico
Garantista, Revista de la
Facultad de Derecho-Universidad Autónoma de Colombia. Año 2.
N. 2. Enero-Junio 2010. pp.178-205. http://www.fuac.edu.co/recursos_web/documentos/
derecho/revista_criterio/revista_criterio_no2.pdf
[6] Véase: Guadarrama, P. José
Martí: humanismo práctico y
latinoamericanista, Editorial Capiro, Santa Clara, 2014.
[7].
Ruíz, P. E “La filosofía de la
liberación de Enrique Dussel: un humanismo del otro hombre” Humanismo mexicano
del siglo. T.II. 2005. pp. 285-316.
[8] “En verdad, no fue esta una filosofía, sino una orientación múltiple
desarrollada inicial en la Argentina por un grupo de autores preocupados por algunas inquietudes comunes. Estas inquietudes no
llegaron a cuajar en un programa
compartido y persistentemente realizado, porque en momentos en que se tomaba
conciencia de la vigencia de intereses que parecían semejantes, se advertían
las divergencias. Así, lo que se ha conocido como filosofía de la liberación
oculta bajo esa denominación un conjunto complejo de posiciones, no fácilmente
diferenciables sí, pero conflictivas y en gran medida excluyentes. Incluso
profundizando el estudio de estas modalidades de filosofar, duda el
investigador no sólo de aplicarles el calificativo de
«liberación» sino
incluso de denominarlas «filosofía»”. Cerutti, H. Filosofías
para la liberación ¿Liberación del filosofar?, UAEM, México, 1997, p. 134.
[9] “Constituye
un movimiento intelectual progresista, humanista, reivindicador de la cultura y
en especial del papel de la filosofía en América Latina; crítico de las
distintas formas de enajenación capitalista y escrutador de una opción
sociopolítica más justa para el hombre latinoamericano, aun cuando ésta no
signifique de inmediato la conquista del socialismo”. Guadarrama
González, P. M. Rojas Gómez y G. Pérez Villacampa:
“Humanismo y filosofía latinoamericana de la liberación”, en Guadarrama, P. “Humanismo
y filosofía de la liberación en América Latina, Editorial El Búho, Bogotá,
1993, p. 199.
[10] Véase: Guadarrama, P. Positivismo y antipositivismo en América
Latina, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004. http://biblioteca.filosofia.cu/php/export.php?format=htm&id=231&view=1
[11] Véase: Guadarrama, P. (director de colectivo de autores): Despojados de todo fetiche. La autenticidad
del pensamiento marxista en América Latina, Universidad INCCA de Colombia,
Bogotá, 1999.
[12] “El cerebro
humano (y todo cerebro de los vivientes) tiene como criterio último de
funcionamiento a la vida ante la muerte siempre posible. La permanencia en vida
del ser humano viviente es «criterio de verdad práctica»: los objetos
constituidos son «sabidos» en su contenido en relación última a la posibilidad
de permanecer en vida. La verdad es primeramente «verdad práctica» en este
sentido27. Y la
«vida» –vida humana, por lo
tanto social, cultural, histórica, religiosa,
etc., en concreto de cada sujeto ético– es el criterio de constitución de los
objetos como «verdaderos»”. Dussel, E. Hacia
una filosofía política crítica, Editorial Desclee de Brouwer, España, 2001,
p. 116.
[13] Dussel, E. El humanismo semita. Estructuras
intencionales radicales del pueblo de Israel y otros semitas, EUDEBA,
Buenos Aires, 1969.
[14] Dussel, E. El
dualismo en la antropología de la cristiandad. Desde los orígenes hasta antes
de la conquista de América, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1974.
[15] Dussel, E. El humanismo helénico, EUDEBA, Buenos
Aires, 1975.
[16]
“Lo que la praxis auténtica
permite que advenga en mí es la perfectio, el llegar a ser fácticamente
el poder-ser-ad-veniente pro-yectado y com-prendido dia-lécticamente... Esa perfectio
de la cual la praxis es mediación necesaria es la mía. La
«miidad» (Jemeinigkeit) del advenimiento es responsabilidad de la praxis,
de una praxis que es además y siempre con-otros en la historia que
por último es historia universal de mi época, es manifestación del ser del
hombre”. Dussel, E. Para una ética de
la liberación latinoamericana, volumen I, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973, p.
95.
[17]
“Desde enero de 1970 comencé en mis cursos de ética con la hipótesis de fundamentar
una filosofía de la liberación latinoamericana. De esta manera reunía, sólo ahora,
mi recuperación de la barbarie con la filosofía. Mi preocupación histórica y
filosófica se integraba. Entiéndase que historia para mí era, no tanto la
historia del pensamiento latinoamericano –aunque también–, sino la historia de
los acontecimientos populares reales (historia en el sentido de la historia o
historia hispanoamericana). La tarea era estrictamente filosófica y todo
comenzó por una Destrucción de la historia de la ética. La terminología
era todavía heideggeriana, pero de intención latinoamericana”. Dussel, E. Filosofía ética de la liberación,
volumen III: De la erótica a la pedagógica, Edicol, México, 1977, p. 86.
[18] “La praxis
liberadora debe aniquilar la dialéctica de la dominación en vista de un nuevo
tipo de hombre histórico donde la dominación cósica y
cosificante sea superada en una fraternidad humanizante. En el mismo proceso
liberador la filosofía irá encontrando, en la
cotidianidad de la praxis histórico-liberadora, la manera de repensar
al hombre, de indicarle una nueva interpretación ontológica. La función de
la filosofía en el proceso de liberación es insustituible
ninguna ciencia, ninguna praxis podrá jamás reemplazar a la filosofía
en su función esclarecedora y fundamental. Si a veces el hombre que
se lanza en la acción liberadora desconfía y hasta critica al
«filósofo» es porque éste apoya, sofística y pretendidamente sin comprometerse,
de hecho, el polo del dominador nordatlántico, donde ha bebido
estudiosamente su sistema de conocimiento pero sin saber pensar
la realidad que
lo rodea: el filósofo
criticado por el hombre
que se compromete en la acción liberadora es el alienado y alienante,
y la crítica del hombre de acción es sumamente valiosa,
esclarecedora”. Dussel, E. Historia de la filosofía y filosofía de la
liberación, Editorial Nueva América, Bogotá, 1994, p. 319.
[19] “Por ideología se debe entender el conjunto
de ideas
que pueden constituirse en creencias,
valoraciones y opiniones comúnmente aceptadas y que articuladas integralmente
pretenden fundamentar las concepciones teóricas de algún
sujeto social (clase, grupo, Estado, país, iglesia, etc.), con el
objetivo de validar algún proyecto bien
de permanencia o de subversión de
un orden socioeconómico y político, lo cual presupone
a la vez una determinada actitud ética
ante la relación hombre-hombre y hombre-naturaleza. Para lograr
ese objetivo puede apoyarse o no
en pilares científicos, en tanto
estos contribuyan a los fines
perseguidos, de lo contrario pueden ser desatendidos e
incluso ocultados
conscientemente. El componente ideológico en las reflexiones filosóficas por sí mismo no es dado a estimular concepciones
científicas, pero no excluye la posibilidad de la confluencia con ellas en
tanto estas contribuyan a la validación de sus propuestas”. Guadarrama,
P. “La funcional interrelación
epistemológica e ideológica entre filosofía, ética y política”, en Ángel Álvarez, J. A. (coordinador):
Aportes para una filosofía del sujeto, el
derecho y el poder, Universidad Libre,
Bogotá, 2012, pp. 232-233.
[20] “El punto de partida de E.
Dussel es la situación de dominación, de la negativa de
respeto al otro. Por lo tanto, la aceptación del otro, del oprimido, la
destotalización del Yo o del Nosotros se mueve hacia el centro de la
teoría moral; la argumentación aparece
sólo como la consecuencia de este acto moral originario. La teoría sigue el
camino de la dominación a la interpelación y del respeto a la comprensión y
argumentación. Pero la tesis de
Dussel de la exterioridad constitutiva del otro no pretende glorificar el «disenso», como lo ha hecho
Lyotard. Por el contrario, según Dussel la calidad de los consensos fácticos
depende del compromiso para entrar en
el mundo de la vida del otro y para comenzar a comprender la otredad del otro.
Esto no puede sustituir el momento cognitivo de la justicia en el sentido de
sopesar las demandas sin relacionarlas con las personas. Pero no hay justicia
sin una comprensión profunda de la otredad del otro, de su historia, de su
mundo de la vida, etcétera”. Schelkshorn, H. “Discurso y liberación”, en Ética del discurso y ética de la liberación,
Editorial Trotta, Enrique Dussel, Karl-Otto Apel, Madrid, 2005, pp. 19-20.
[21] Dussel, E. Las metáforas teológicas de Marx,
Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2007, pp. 296-297.
[22] Véase: Guadarrama,
P. “Por
qué Bloch en la filosofía latinoamericana de la liberación”, en Islas, Revista de la Universidad Central
“Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara, # 90, 1988, pp. 57-62.
[23] “El diálogo
de la Ética de la Liberación con la Ética del Discurso ha llegado a un punto en
que se pueden ver las diferencias. Si la moral no se articula al aspecto
material (de contenido), que es el principio universal de la reproducción de la
vida humana, su validez es meramente formal”. E. Dussel: Hacia una filosofía política crítica,
Editorial Desclee de Brouwer, España, 2001, p. 142.
[24] “La formulación hacía pensar que la «política»
quedaba definitivamente destituida. Fue necesario un largo trabajo teórico para
comprender que la política de la Totalidad (en el
sentido levinasiano) era a la que se hacía referencia en este texto. Era
posible, sin embargo, una nueva política,
otra política, una antipolítica que se
originara en la praxis emancipadora que partía de la
responsabilidad por el Otro. Una Política que tomara la «exterioridad», la exclusión,
la marginalidad, la alteridad de las víctimas como arranque inicial. Es en
este sentido en que yo indicaba en la década de los 70s (y lo pienso
así todavía hoy) que «la Política es la filosofía primera», como el momento
central de la «Ética», como el más radical y concreto ejercicio de la vida humana, el modo de realidad
singular de cada actor político”. E. Dussel:
Hacia una filosofía política critica,
Editorial Desclee de Brouwer, España, 2001, p. 11.
[25] “La Modernidad,
en su núcleo racional, es emancipación de la humanidad del estado de inmadurez
cultural, civilizatoria como mito, en el horizonte mundial, inmola a los hombres y mujeres del mundo
periférico, colonial (que los amerindios los primeros en sufrir), como víctimas
explotadas, cuya víctima es encubierta con el argumento del sacrificio a costo
de la mundialización. Este mito irracional es el horizonte que debe trascender
el acto de liberación (racional, como deconstructivo del práctico-político,
como acción que supera el capitalismo modernidad en un tipo transmoderno de
civilización ecológica de democracia popular y de justicia económica)”. Dussel,
E. El
encubrimiento del indio: 1492. Hacia el origen del mito de la modernidad,
Editorial Cambio-Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración
Pública, México, 1992, p. 180.
[26] Dussel, E. Método para una filosofía de la liberación. Superación analéctica de la
dialéctica hegeliana, Editorial Universidad de Guadalajara, México, 1974,
p. 224.
[27] Dussel, E. Hacia
una filosofía política crítica, Editorial Desclee de Brouwer, España, 2001,
p. 138.
[28] Dussel,
E. Historia
de la iglesia en América Latina. Medio milenio de coloniaje y liberación
(1492-1992), Mundo Negro-Esquila Misional, España, 1992, p. 383.
[29] Dussel, E. (compilador) Debate en torno a la ética del discurso de Apel. Diálogo filosófico norte-sur
desde América Latina, Siglo XXI, Editor Iztapalapa, México, 1994, pp. 88-89.
[30]. “Entre esas funciones de la
filosofía se pueden destacar, con sus
consecuentes objetivos, las siguientes:
1.
La cosmovisiva, que permite al hombre saber y comprender los diversos
fenómenos del universo incluyendo los de su propia vida, y pronosticar su desarrollo.
2.
La lógico-metodológica, que le posibilita examinarlos y
analizarlos con rigor epistemológico.
3.
La axiológica,
cuando se plantea valorar, enjuiciar, apreciar su actitud ante ellos.
4.
La función hegemónica,
orientada a que el hombre domine y controle sus condiciones de vida.
5.
La práctico-educativa,
cuya misión es que el hombre se transforme, se cultive, se supere, se
desarrolle.
6.
La emancipadora,
que hace factible su relativa liberación y
desalienación.
7.
La
ética, que le sugiere reflexionar
sobre su comportamiento y la justificación o no de su conducta.
8.
La ideológica,
destinada a orientar la disposición de medios de justificación de su praxis
política, social, religiosa, jurídica, etc.
9.
La estética,
que estimula en el ser humano el disfrute y aprecio de ciertos valores de
la naturaleza y de sus propias creaciones.
10.
Y,
finalmente, aunque tal vez sea su función principal, se encuentra la humanista, cuyo objetivo básico es contribuir
al perfeccionamiento del permanente e inacabado proceso de humanización del homo sapiens, a fin de que este alcance
niveles superiores de progreso omnilateral”. P. Guadarrama: ¿Para qué
filosofar?, Centro de Estudios Filosóficos “Adolfo García Díaz”,
Universidad del Zulia, Maracaibo, # 30, 1998, pp. 109-139; Filosofía y sociedad, Editorial Félix
Varela, La Habana, 2000, t. I, p. 44.
[31] “La praxis de
dominación erótica no es meramente individual, sino, como lo hemos indicado, es
socio-cultural y tradicional y no sólo por leyes promulgadas, sino por
costumbres ancestrales (la Sittlichkeit de Hegel o
el éthos de los
griegos), que reprime al alienado u oprimido, no sólo fáctica y externamente
sino, y mucho más sutilmente, en la estructura interna de su propio yo”. Dussel, E. Liberación de la mujer y erótica latinoamericana, Nueva América, Bogotá, 1998, p. 118.
sino, y mucho más sutilmente, en la estructura interna de su propio yo”. Dussel, E. Liberación de la mujer y erótica latinoamericana, Nueva América, Bogotá, 1998, p. 118.
[32]Idem, p. 120.
[33] K. Marx: “Carta
a Kugelmann”. Cartas a Kugelmann,
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1983. p. 122.
[34] “No obstante,
pese a que el análisis a que somete Dussel a la filosofía de Marx no deja de
estar atrapado en los conceptos de la metafísica de la alteridad, el filósofo
logra, a su modo, expresar la preocupación humanista central de la filosofía
marxista; el problema de la enajenación del hombre en el proceso de
valorización del trabajo y la fundamentación del «reino de la libertad»,
partiendo de criterios
en principio marxistas Dussel no sólo plantea el
problema de la enajenación humana en la sociedad capitalista, sino que suscribe
las posiciones de Marx acerca de la raíz social del fenómeno. Comparte el punto
de vista del humanismo real en lo tocante a la relación de la propiedad privada
sobre los medios de producción como determinante en el análisis de las causas
del fenómeno de la alienación, en tanto que el capital se apropia del trabajo
vivo en virtud de la posesión de los medios de producción y la materia prima:
la desigual relación de los hombres ante los medios de producción determina un
intercambio tan desigual que permite el divorcio entre el productor y el
producto de su trabajo, la imposibilidad, dadas las formas de apropiación
capitalistas, de utilizar el tiempo de trabajo libre en el pleno desarrollo de
la personalidad humana. Según Dussel, todo ello ocurre por la forma
totalizadora e inmoral que tiene el capital como totalidad”. Pérez Villacampa, G. “Enrique Dussel: De la metafísica de la
alteridad al humanismo real”, en Guadarrama, P. “Humanismo
y filosofía de la liberación en América Latina, Editorial El Búho, Bogotá,
1993, pp. 166-167.
[35] Mendieta,
E. “Introducción política en la era de
la globalización critica de la razón política de E. Dussel”, en Dussel, E. Hacia
una filosofía política critica, Editorial Desclee de Brouwer, España, 2001,
p. 24.
[36] “Pues, al menos en el caso de Althusser, el
enfrentamiento crítico al humanismo está
referido básicamente al cuestionamiento de los sistemas filantrópicos
idealistas[36]
y utópicos abstractos (Bloch), tan distantes y distintos del humanismo
positivo, real y concreto[36]
propugnado por Marx no sólo en sus escritos tempranos, sino destilado
científica, filosófica y políticamente en todas sus obras más significativas,
empezando por El Capital”. P. Guadarrama: “¿Ciencia o ideología? Estructuralismo
y marxismo en Louis Althusser”, en Marx Ahor. Revista Internacional, La
Habana, No. 23, 2007, pp. 61-77.
[37] “La
acumulación de riqueza de un polo es al
propio tiempo, pues, acumulación
de miseria, tormentos de trabajo,
esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y
degradación ética en el polo opuesto, esto es,
donde se halla la clase que produce su propio producto como capital. (Marx, C. El
Capital)
(ante esta tesis Dussel
acertadamente considera que PGG.) “Si esto no
se llama «ética», no creo que ningún tratado tenga el derecho de llevar ese
nombre, desde la Ética a Nicómaco del propio Aristóteles. Y, para terminar, hay que
decir que el «pauperismo», los «ejércitos de trabajo de reserva» o
«disponibles», las masas de «pobres»,
desempleados y semiempleados, la transferencia gigantesca de valor de nuestra
América Latina a los países desarrollados, manifiestan en su conjunto la
pertinencia de El capital hoy, en
nuestras condiciones objetivas; esa obra a la cual Marx entregó tanto,
manifestando en ella, además, su pathos «ético»
fundamental”.
Dussel, E. El último Marx (1863-1882) y
la liberación latinoamericana, Iztapalapa-Siglo XXI Editores, México, 1990,
pp. 448-449.
[38] Dussel, E. Filosofía de la liberación, Nueva América, Bogotá, 1996, p. 55.
[39] Dusssel, E. Filosofía
de la producción, Editorial Nueva América, Bogotá, 1984, p. 179.
[40] Dussel, E. Hacia
una filosofía política crítica, Editorial Desclee de Brouwer, España, 2001,
p. 74.
[41] Ibidem, pp. 72-73.
[42]
Véase: Proyecto internacional de investigación. “El pensamiento latinoamericano
del siglo xx ante la condición
humana”. www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/
[43] Dussel, E. Hacia
una filosofía política critica, edi.cit, p. 103.
[44] “La «vida humana» no tiene como referencia a un universal abstracto, a un
concepto de vida o a una definición. Es la «vida humana» concreta, empírica, de
cada ser humano. Es la vida que para vivirse necesita
comer, beber, vestirse, leer, pintar, crear música, danzar, cumplir ritos y
extasiarse en las experiencias estéticas y místicas. Vida humana plena, biológica, corporal, gozosa, cultural, que se
cumple en los valores supremos de las culturas, pero, como hemos dicho, no se
identifica con los valores, sino que los origina, los ordena en jerarquías, de
distintas maneras en cada cultura
particular”. Idem, p. 118.
[45] “En fin, la «vida
humana» de la que estamos hablando nada tiene que ver con el vitalismo de un Klages o Dilthey, con la «Lebensphilosophie»,
con un movimiento nazi de la «Lebensraum», con de la «Voluntad de poder»
narcisista (como la denomina Levinas) de un Nietzsche, o con el naturalismo
ético o el darwinismo altruista. Vida aquí tiene que ver con la experiencia de nuestras culturas originarias
latinoamericanas, como la de los mayas de Chiapas, con el pensamiento de Karl
Marx, S. Freud o F. Himkelammert”. Idem, pp. 118-119.
[46] Ibidem, p. 118.
[47] Idem, p. 119.
[48] Idem, p. 124.
[49] Idem, p. 140.
[50] “Opino que en
este aspecto la Ética de la Liberación fundamenta normativamente los avances
científicos del proyecto de A. Sen, ya que define a la pobreza como un efecto
negativo no-intencional del sistema económico que ha dejado de tener
posibilidad de medir empíricamente (desde sus propios modelos matemáticos
admitidos) dichos efectos de desigualdad en la distribución de la riqueza”. Idem, p. 138.
[51] Idem, p. 151.
[52] Idem, p. 151.
[53] Idem, p. 101.
[54] “¿Qué entender por socialismo y por nuevas izquierdas? Acaso serán aquellas que
adoptan el conocido «principio de la renuncia a todos los principios» y ceden
tanto en sus posesiones que para evitar conflictos abandonan la lucha por
superar el capitalismo real aludiendo que es más deseable que el «socialismo
real», en lugar de elaborar propuestas y tratar de conformar un «socialismo
deseable» por amplios sectores populares. Siempre asaltan las dudas sobre qué
hay de nuevo en verdad en estas nuevas izquierdas y qué es lo que
conservan en relación a las
viejas. En particular, definir qué
actitud adoptan ante los principales rasgos que se asumen comúnmente como
propios e inalienables de una sociedad socialista y que podrían resumirse en
estos cinco elementos básicos:
1.
Predominio de la propiedad social (que no significa
propiedad estatal) en relación a los medios fundamentales de producción, aunque
simultáneamente sobrevivan formas de propiedad privada en determinadas esferas
productivas, comerciales, de servicio y bienes de consumo, vivienda,
transporte, recreación, etc.
2.
Distribución más equitativa de la
riqueza en correspondencia con la participación laboral y los aportes
individuales a la producción social de bienes materiales e intelectuales.
3.
Democracia participativa que supere
a la democracia burguesa y la subsuma trascendiendo del plano político
al social teniendo presente la indicación de Rosa Luxemburgo, según la
cual no puede haber socialismo sin democracia, pero tampoco democracia sin
socialismo.
4.
Aseguramiento de los derechos
elementales a la salud, la educación, la seguridad social, la cultura y el
deporte con independencia del status económico,
5.
Gestación de nuevos valores humanos
y una cultura superadora de las alienantes formas de expresión capitalistas
orientados hacia la formación de un hombre superior al que han gestado las
sociedades clasistas, etc.” Guadarrama, P. “El
socialismo en el pensamiento latinoamericano: de la utopía abstracta a la
utopía concreta”, en Taller. Bogotá,
septiembre 2007, # 19. pp. 111-125;
Islas, Revista
de la Universidad
Central de Las Villas, Año 50, n. 158, pp. 152-174, octubre-diciembre
2008. http://biblioteca.filosofia.cu/php/export.php?format=htm&id=2402&view=1
[55] Dussel, E. Liberación
latinoamericana y Emmanuel Levinas, Editorial BONUM, Buenos Aires, 1975, p.
45.
[56] “Entre las principales razones de divergencias con
el ideario socialista, que en algunos casos eran comprensibles por la experiencia
histórica de tales proyectos, y en otras no eran plenamente justificadas, pues se asentaban en
una visión deformada de las ideas de Marx o de otros pensadores socialistas,
se pueden señalar las siguientes: reducción de todo el materialismo filosófico
a su expresión vulgar, presuponiendo que este no tomaba en consideración
adecuadamente el papel de los factores espirituales en el desarrollo social;
hiperbolización de su determinismo, al atribuirle subestimación del papel de la
libertad humana; crítica al estatismo y al colectivismo que atentaban contra
el desarrollo de la individualidad; rechazo de la concepción de la «dictadura
del proletariado» por contravenirse con los
principios de la democracia; identificación incorrecta de la lucha de
clases con la visión socialdarwinista de la lucha por la existencia; considerar
el socialismo como otro producto ideológico europeo que no se correspondía con
las particularidades históricas, sociales y culturales de los pueblos latinoamericanos. Algunas de estas críticas
encontrarían posteriormente lamentable justificación con la experiencia del
socialismo soviético. Sin embargo, tales discrepancias no obstaculizaron las
confluencias entre las posiciones ideológicas del democratismo liberal y, aún
más, del democratismo revolucionario de algunos de los más destacados
pensadores latinoamericanos que entroncaron
estos dos últimos siglos con el humanismo socialista. Entre las
principales razones de este fenómeno pueden destacarse: las contradicciones reales de la sociedad
capitalista, evidenciadas en crisis económicas, huelgas obreras, guerras neocoloniales y mundiales; procesos
revolucionarios, como la Comuna de París o la Revolución de Octubre, que
anunciaban los exigidos cambios; la crítica a las miserables condiciones de
existencia de la mayoría de la población, especialmente a la explotación a que
han sido sometidos indios, campesinos, artesanos, empleados, obreros, etc.; la
aberrantemente injusta forma de distribución de la riqueza social; las bases
individualistas, utilitaristas y pragmáticas que fundamentan filosóficamente
el capitalismo; el deseo de consumar las aspiraciones paradigmáticas que proclamó la sociedad
burguesa con su nacimiento de igualdad, libertad y fraternidad, llevando la
democracia hasta parámetros superiores y más consecuentes; considerar la
educación popular como una de las vías que posibilitaran la dignificación
humana de los latinoamericanos y el ejercicio democrático; enfrentarse a la
dominación neocolonial e imperialista a que fueron sometidos los países
latinoamericanos, especialmente por la injerencia de los Estados Unidos, con
el objetivo de salvaguardar la soberanía
y la identidad cultural de los pueblos de «nuestra América», como propugnaba
Martí. La razón que en última instancia explica las confluencias de los más
significativos y progresistas representantes del pensamiento latinoamericano
con el ideario socialista es la respectiva y consecuente imbricación en el
pensamiento humanista universal”. Guadarrama, P. Pensamiento
filosófico latinoamericano: Humanismo vs. Alienación, Editorial El Perro
y la Rana, Ministerio de Cultura, República Bolivariana de Venezuela, Caracas,
Tomo II, 2008, pp. 314-315.