Desde su surgimiento, como expresión de un proceso histórico de concentración del poder político, aproximadamente seis siglos atrás; la soberanía de las naciones constituye para las fuerzas progresistas de la humanidad un asunto de importancia estratégica. Sin embargo, son poderosas las fuerzas que, desde finales del siglo XX ven en la soberanía un obstáculo para la realización de sus proyectos neoliberales. El nuevo milenio no ha traído un cambio en este sentido, por lo que la defensa de la soberanía se presenta como un problema de supervivencia nacional, asociado a la conservación y desarrollo de una identidad propia, fundada en una cultura de profundas raíces históricas.
Para los pueblos del llamado tercer mundo se hace cada vez más sentida la pérdida de la soberanía y el estado de crisis en que ésta se encuentra como resultado de la galopante globalización neoliberal a que están sometidos. Baste señalar los procesos de privatización y dolarización ante los que sucumbe la soberanía sobre la política económica, monetaria, financiera y comercial. En México, el capital foráneo, después de la compra del grupo Banemex por el poderoso consorcio norteamericano Citigroup, controla el 80% de los activos financieros del país[2] y en julio del 2001 los gobiernos de Ecuador, Panamá, El Salvador y Guatemala asistieron a la llamada Cumbre de la Dolarización, después de adoptar al dólar como moneda de cambio. [3] .
Acontecimientos de igual signo a los mencionados colocan sobre el tapete una interrogante medular: ¿Globalización[4] y Soberanía son fenómenos excluyentes?.
La historia del desarrollo de estos conceptos muestra que, desde un inicio, el fundamento material de la soberanía lo constituyó precisamente la ampliación y reproducción de las relaciones capitalistas de producción. En el siglo XV, la pujanza económica alcanzada por la burguesía hace saltar la fragmentación política feudal y surgen los primeros Estados-nación en Francia (1461), Inglaterra (1485) y España (1485). Si intentáramos sintetizar lo ocurrido entonces obtendríamos tres elementos derivados y concatenados DESARROLLO ECONÓMICO AMPLIACIÓN DE LA SOBERANÍA SURGIMIENTO DE LOS ESTADOS-NACIONALES. La soberanía emergió como el instrumento de integración más apropiado, que la burguesía tenía a su alcance, para fusionar territorios, antes independientes, bajo un mismo interés nacional de clase.
Este fue el preámbulo de la internacionalización del capitalismo como sistema económico-social. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels describen una de las primeras oleadas de globalización que acompañó al capitalismo en su etapa inicial de desarrollo: “La burguesía, -señalan- al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, quita a la industria su base nacional. ... Brotan necesidades nuevas, que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras y climas remotos. Hoy, en vez de aquel aislamiento local y nacional, donde cada uno se bastaba a sí mismo, las relaciones son universales y la interdependencia de las naciones es universal. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu...”[5] (el subrayado es nuestro).
En el siglo XVIII, el liberalismo económico, que sustituyó al mercantilismo (cuerpo de medidas prácticas y regulaciones adoptadas en la dirección de la economía por la naciente burguesía) postuló la libertad de tráfico, de cambio y de competencia; propiciando así un amplio proceso de intervinculación de las economías nacionales. Hasta bien entrado el siglo XIX la globalización transcurre (no obstante las características de las diferentes oleadas[6]) sobre la base de la interdependencia de las naciones y no como negación de éstas y de su soberanía.
En la actualidad, los actores que impulsan la globalización poseen un carácter supra y trans nacional: OMC, BM, transnacionales y la realización de sus intereses entra en abierto conflicto con la soberanía de los estados-nacionales[7].
La tendencia objetiva del desarrollo de la humanidad es hacia la interrelación económica y política cada vez más creciente entre los diferentes países. Para los marxistas este es un proceso no excluyente, prolongado en el tiempo, que se sustenta en la soberanía como autodeterminación de los pueblos y transita gradualmente hacia la extinción del Estado, pasando por el autogobierno, hasta alcanzar la completa y plena fusión de las naciones. Es casi una evolución natural que requiere de una maduración de las condiciones materiales y espirituales, en las que el hombre juega un papel fundamental, por lo que de ser forzada, como está ocurriendo con la globalización neoliberal, irremediablemente desembocaría en una crisis.
Un enfoque economicista de la relación globalización-soberanía, en los términos actuales, abogaría por la ulterior ampliación de la soberanía como ocurrió con la del señor feudal. Pero, ¿cuáles serían los límites de esta ampliación?, ¿hacia dónde nos conduciría?. En las condiciones que impone la globalización neoliberal es evidente que hacia la desaparición[8] de la soberanía de las naciones y el establecimiento de un poder supra hegemónico del imperialismo.
Para comprender el estado actual y las tendencias de desarrollo de la soberanía a escala mundial no bastan las determinaciones económicas sino que debemos analizar, con una perspectiva histórica, otros aspectos de su realidad ontológica y sus premisas subjetivas, tanto hacia el exterior como hacia el interior de las naciones.
En teoría política el concepto de soberanía surge estrechamente vinculado al de Estado y al de derecho. En un estricto sentido político la soberanía es entendida como el poder supremo[9] para dictar leyes y adoptar decisiones sustantivas; es la relación impersonal de sujeción entre los gobernantes y gobernados, entre los que dirigen y los dirigidos.
El debate sobre la soberanía, durante los siglos XVI al XVIII, giró en torno a un elemento medular: el titular del poder. Los partidarios del absolutismo político, entre ellos Jean Bodino, Tomas Hobbes, Hugo Grocio, Samuel Pufendorf, Roberto Filmer consideraban que el poder es único e indivisible y descansa en el rey, por tanto la soberanía en la persona del monarca es absoluta e irrestricta.
Del otro lado estaban los simpatizantes de la institucionalización constitucional del poder. Para pensadores como Juan Altusio, John Milton, John Locke, J.J.Rousseau la soberanía reside en el pueblo y el gobernante es sólo un mandatario designado para el desempeño de una función pública de servicio a la comunidad[10]. J.J. Rousseau se distingue, además, por proponer una forma de asociación que haga posible la participación directa del pueblo en la vida política. Sus ideas al respecto lo acreditan como el iniciador de la vertiente democrática en el pensamiento político.
Esta polémica centra su atención en aspectos vitales referentes a la soberanía “hacia dentro”, es decir al interior del Estado-nación, como son: la forma de gobierno más apropiada para ejercer la soberanía, los principios que regulan la relación entre los gobernantes y los gobernados, los derechos del soberano, etc.
La burguesía revolucionaria en su enfrentamiento al sistema feudal asume una postura progresista en la interpretación de la soberanía. Los principios formulados en aquella época por la clase que representaba los intereses de la nación, en la actualidad continúan siendo válidos. Pero, en la medida que la burguesía adoptó posiciones cada vez más conservadoras y reaccionarias éstos fueron enarbolados por otros sujetos sociales que le imprimieron un contenido nuevo.
Estos principios básicos en su forma primigenia son los siguientes:
La soberanía “hacia afuera” comprende la condición de iguales entre los Estados en la arena internacional, son los atributos de autoridad, independencia y autonomía que posee esta institución como representante de la nación, que lo hace incompatible con la intervención en su territorio de fuerzas foráneas, ajenas a los intereses de su pueblo.
Estos dos planos de la soberanía: “hacia adentro” y “hacia afuera” deben funcionar de manera integrativa. Un Estado que se autoproclame democrático no andaría por el mundo haciendo concesiones a la soberanía a espaldas de su pueblo. Al igual que la soberanía con respecto a otros Estados no sería completa si al interior del país el pueblo no gozara de soberanía política y jurídica verdadera.
El ideal de soberanía se fijó en el imaginario social de los pueblos porque es fruto de la lucha de hombres y mujeres concretas por la libertad, la independencia nacional y la dignificación de la persona. La historia de la mundialización capitalista ha sido en gran medida la historia de la defensa de la soberanía de las naciones oprimidas. Esa mundialización ha transcurrido regida por una contradicción insalvable entre la tendencia objetiva de convergencia y unión de las economías nacionales en un sistema internacional y el modo forzado, violento y rapaz en que ésta se ha consumado. A este proceso le ha sido consustancial la colonización como política de dominación de las naciones débiles por las más fuertes y el reparto del mundo, por los diferentes bloques imperialistas.[12]
La globalización neoliberal desarma a los pueblos de la periferia capitalista, y de los que transitan hacia ella y convierte a la soberanía en un espejismo. En la práctica, se subvierten sus valores más preciados y la humanidad es rebajada a la condición de cliente y proveedor barato de un mercado neoliberal.
El Nuevo Orden Mundial que preconizan consiste en una masiva recolonización del planeta, que descansa en la consolidación de una estructura de dependencia económica con el propósito de despojar a los Estados-nacionales de la dirección de sus economías y el control de sus recursos. Un elemento consustancial a ese nuevo orden lo constituyen las estrategias anexionistas, como el ALCA[13], que aplican los diferentes bloques hegemónicos para “proteger” sus áreas de influencia.
Un reforzamiento de esta política lo encontramos en la teoría de la “soberanía limitada” que no es otra cosa que la negación del poder del otro y la imposición de la dominación imperialista. La restricción de los atributos de la soberanía ocurre no solo en el terreno económico, sino también en otras esferas vitales del funcionamiento del Estado como son las relaciones políticas y jurídicas. Bajo el manto de la soberanía limitada se propaga y ejecuta la idea de la intervención “humanitaria” en defensa de los derechos humanos[14], y la adopción de leyes extraterritoriales que permitan encarcelar y juzgar a figuras políticas, calificadas, por los gobernantes del imperio, de tiranos y violadores de los derechos humanos.[15].
Otra de las dimensiones significativas a considerar en el análisis de la relación globalización-soberanía en el mundo actual es la de la cultura. Lo que trata de imponer la globalización neoliberal es la nivelación cultural de los pueblos, sustentada en el american way of life, alterar los valores nacionales y subvertir la espiritualidad del sujeto, su orden interno, fomentando patrones igualitarios de producción y consumo de las artes, la literatura, la ciencia, etc. Esta tendencia coloca a las naciones en un estado de empobrecimiento cultural, que se agudiza aún más con los recortes de los recursos destinados a la educación y al desarrollo de las industrias nacionales del arte (cine, televisión, literatura), todo lo cual es una forma más de atentar contra la soberanía de los pueblos.
En resumen, podemos afirmar, que los conceptos más afectados por los conflictos que generan los procesos de integración y desintegración en los marcos de la globalización neoliberal son los de Estado-nación y soberanía nacional. De hecho se está produciendo una redefinición de la noción tradicional de soberanía[16], hasta hace poco centrada en el poder del Estado y en la defensa de un territorio específico.
La resistencia de los pueblos a los intentos de limitar la soberanía hasta hacerla desaparecer se expresa, no solo en la defensa de los principios de integridad territorial y no intromisión en los asuntos internos de su país, sino que cada vez adquiere un mayor peso lo concerniente a la preservación y desarrollo de los principales atributos que distinguen entre sí a las comunidades humanas en cuanto a historia, cultura, tradiciones, religión, costumbres, música, baile, hábitos de consumo, alimentación, etc.
La Habana, 2002
Para los pueblos del llamado tercer mundo se hace cada vez más sentida la pérdida de la soberanía y el estado de crisis en que ésta se encuentra como resultado de la galopante globalización neoliberal a que están sometidos. Baste señalar los procesos de privatización y dolarización ante los que sucumbe la soberanía sobre la política económica, monetaria, financiera y comercial. En México, el capital foráneo, después de la compra del grupo Banemex por el poderoso consorcio norteamericano Citigroup, controla el 80% de los activos financieros del país[2] y en julio del 2001 los gobiernos de Ecuador, Panamá, El Salvador y Guatemala asistieron a la llamada Cumbre de la Dolarización, después de adoptar al dólar como moneda de cambio. [3] .
Acontecimientos de igual signo a los mencionados colocan sobre el tapete una interrogante medular: ¿Globalización[4] y Soberanía son fenómenos excluyentes?.
La historia del desarrollo de estos conceptos muestra que, desde un inicio, el fundamento material de la soberanía lo constituyó precisamente la ampliación y reproducción de las relaciones capitalistas de producción. En el siglo XV, la pujanza económica alcanzada por la burguesía hace saltar la fragmentación política feudal y surgen los primeros Estados-nación en Francia (1461), Inglaterra (1485) y España (1485). Si intentáramos sintetizar lo ocurrido entonces obtendríamos tres elementos derivados y concatenados DESARROLLO ECONÓMICO AMPLIACIÓN DE LA SOBERANÍA SURGIMIENTO DE LOS ESTADOS-NACIONALES. La soberanía emergió como el instrumento de integración más apropiado, que la burguesía tenía a su alcance, para fusionar territorios, antes independientes, bajo un mismo interés nacional de clase.
Este fue el preámbulo de la internacionalización del capitalismo como sistema económico-social. En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels describen una de las primeras oleadas de globalización que acompañó al capitalismo en su etapa inicial de desarrollo: “La burguesía, -señalan- al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, quita a la industria su base nacional. ... Brotan necesidades nuevas, que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras y climas remotos. Hoy, en vez de aquel aislamiento local y nacional, donde cada uno se bastaba a sí mismo, las relaciones son universales y la interdependencia de las naciones es universal. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu...”[5] (el subrayado es nuestro).
En el siglo XVIII, el liberalismo económico, que sustituyó al mercantilismo (cuerpo de medidas prácticas y regulaciones adoptadas en la dirección de la economía por la naciente burguesía) postuló la libertad de tráfico, de cambio y de competencia; propiciando así un amplio proceso de intervinculación de las economías nacionales. Hasta bien entrado el siglo XIX la globalización transcurre (no obstante las características de las diferentes oleadas[6]) sobre la base de la interdependencia de las naciones y no como negación de éstas y de su soberanía.
En la actualidad, los actores que impulsan la globalización poseen un carácter supra y trans nacional: OMC, BM, transnacionales y la realización de sus intereses entra en abierto conflicto con la soberanía de los estados-nacionales[7].
La tendencia objetiva del desarrollo de la humanidad es hacia la interrelación económica y política cada vez más creciente entre los diferentes países. Para los marxistas este es un proceso no excluyente, prolongado en el tiempo, que se sustenta en la soberanía como autodeterminación de los pueblos y transita gradualmente hacia la extinción del Estado, pasando por el autogobierno, hasta alcanzar la completa y plena fusión de las naciones. Es casi una evolución natural que requiere de una maduración de las condiciones materiales y espirituales, en las que el hombre juega un papel fundamental, por lo que de ser forzada, como está ocurriendo con la globalización neoliberal, irremediablemente desembocaría en una crisis.
Un enfoque economicista de la relación globalización-soberanía, en los términos actuales, abogaría por la ulterior ampliación de la soberanía como ocurrió con la del señor feudal. Pero, ¿cuáles serían los límites de esta ampliación?, ¿hacia dónde nos conduciría?. En las condiciones que impone la globalización neoliberal es evidente que hacia la desaparición[8] de la soberanía de las naciones y el establecimiento de un poder supra hegemónico del imperialismo.
Para comprender el estado actual y las tendencias de desarrollo de la soberanía a escala mundial no bastan las determinaciones económicas sino que debemos analizar, con una perspectiva histórica, otros aspectos de su realidad ontológica y sus premisas subjetivas, tanto hacia el exterior como hacia el interior de las naciones.
En teoría política el concepto de soberanía surge estrechamente vinculado al de Estado y al de derecho. En un estricto sentido político la soberanía es entendida como el poder supremo[9] para dictar leyes y adoptar decisiones sustantivas; es la relación impersonal de sujeción entre los gobernantes y gobernados, entre los que dirigen y los dirigidos.
El debate sobre la soberanía, durante los siglos XVI al XVIII, giró en torno a un elemento medular: el titular del poder. Los partidarios del absolutismo político, entre ellos Jean Bodino, Tomas Hobbes, Hugo Grocio, Samuel Pufendorf, Roberto Filmer consideraban que el poder es único e indivisible y descansa en el rey, por tanto la soberanía en la persona del monarca es absoluta e irrestricta.
Del otro lado estaban los simpatizantes de la institucionalización constitucional del poder. Para pensadores como Juan Altusio, John Milton, John Locke, J.J.Rousseau la soberanía reside en el pueblo y el gobernante es sólo un mandatario designado para el desempeño de una función pública de servicio a la comunidad[10]. J.J. Rousseau se distingue, además, por proponer una forma de asociación que haga posible la participación directa del pueblo en la vida política. Sus ideas al respecto lo acreditan como el iniciador de la vertiente democrática en el pensamiento político.
Esta polémica centra su atención en aspectos vitales referentes a la soberanía “hacia dentro”, es decir al interior del Estado-nación, como son: la forma de gobierno más apropiada para ejercer la soberanía, los principios que regulan la relación entre los gobernantes y los gobernados, los derechos del soberano, etc.
La burguesía revolucionaria en su enfrentamiento al sistema feudal asume una postura progresista en la interpretación de la soberanía. Los principios formulados en aquella época por la clase que representaba los intereses de la nación, en la actualidad continúan siendo válidos. Pero, en la medida que la burguesía adoptó posiciones cada vez más conservadoras y reaccionarias éstos fueron enarbolados por otros sujetos sociales que le imprimieron un contenido nuevo.
Estos principios básicos en su forma primigenia son los siguientes:
· La soberanía radica en el pueblo y no en el monarca.
Ø El pueblo conserva su soberanía aunque haya instituido gobierno, pues éste sólo actúa en representación del pueblo para cumplir con el mandato de servicio a la comunidad.
Ø El pueblo, que siempre retiene la soberanía, tiene la facultad de destituir a los gobiernos que no cumplen con el mandato de servicio popular.
Ø Los gobiernos han de responder ante el conjunto de ciudadanos que, en virtud de conservar su soberanía, tiene la facultad de juzgarlos por sus actos.
Ø La soberanía descansa en el pueblo y es intransferible e irrenunciable.[11]
Es decir, hacia el interior, la soberanía no es nunca un poder ilimitado, sino que está regulado por la ley, cada pueblo es el que determina a quién (persona o institución) le concede la condición de depositario de la soberanía. La existencia de regímenes no democráticos, arbitrarios, dictatoriales puede ser muy condenable desde el exterior, pero son los grupos sociales progresistas, las organizaciones políticas de avanzada las que deben conducir a sus pueblos hacia el alcance de una soberanía plena y ningún otro Estado tiene el derecho de interferir en esta decisión, de ahí el principio del respeto a los asuntos internos de cada país, refrendado por el derecho internacional. La soberanía “hacia afuera” comprende la condición de iguales entre los Estados en la arena internacional, son los atributos de autoridad, independencia y autonomía que posee esta institución como representante de la nación, que lo hace incompatible con la intervención en su territorio de fuerzas foráneas, ajenas a los intereses de su pueblo.
Estos dos planos de la soberanía: “hacia adentro” y “hacia afuera” deben funcionar de manera integrativa. Un Estado que se autoproclame democrático no andaría por el mundo haciendo concesiones a la soberanía a espaldas de su pueblo. Al igual que la soberanía con respecto a otros Estados no sería completa si al interior del país el pueblo no gozara de soberanía política y jurídica verdadera.
El ideal de soberanía se fijó en el imaginario social de los pueblos porque es fruto de la lucha de hombres y mujeres concretas por la libertad, la independencia nacional y la dignificación de la persona. La historia de la mundialización capitalista ha sido en gran medida la historia de la defensa de la soberanía de las naciones oprimidas. Esa mundialización ha transcurrido regida por una contradicción insalvable entre la tendencia objetiva de convergencia y unión de las economías nacionales en un sistema internacional y el modo forzado, violento y rapaz en que ésta se ha consumado. A este proceso le ha sido consustancial la colonización como política de dominación de las naciones débiles por las más fuertes y el reparto del mundo, por los diferentes bloques imperialistas.[12]
La globalización neoliberal desarma a los pueblos de la periferia capitalista, y de los que transitan hacia ella y convierte a la soberanía en un espejismo. En la práctica, se subvierten sus valores más preciados y la humanidad es rebajada a la condición de cliente y proveedor barato de un mercado neoliberal.
El Nuevo Orden Mundial que preconizan consiste en una masiva recolonización del planeta, que descansa en la consolidación de una estructura de dependencia económica con el propósito de despojar a los Estados-nacionales de la dirección de sus economías y el control de sus recursos. Un elemento consustancial a ese nuevo orden lo constituyen las estrategias anexionistas, como el ALCA[13], que aplican los diferentes bloques hegemónicos para “proteger” sus áreas de influencia.
Un reforzamiento de esta política lo encontramos en la teoría de la “soberanía limitada” que no es otra cosa que la negación del poder del otro y la imposición de la dominación imperialista. La restricción de los atributos de la soberanía ocurre no solo en el terreno económico, sino también en otras esferas vitales del funcionamiento del Estado como son las relaciones políticas y jurídicas. Bajo el manto de la soberanía limitada se propaga y ejecuta la idea de la intervención “humanitaria” en defensa de los derechos humanos[14], y la adopción de leyes extraterritoriales que permitan encarcelar y juzgar a figuras políticas, calificadas, por los gobernantes del imperio, de tiranos y violadores de los derechos humanos.[15].
Otra de las dimensiones significativas a considerar en el análisis de la relación globalización-soberanía en el mundo actual es la de la cultura. Lo que trata de imponer la globalización neoliberal es la nivelación cultural de los pueblos, sustentada en el american way of life, alterar los valores nacionales y subvertir la espiritualidad del sujeto, su orden interno, fomentando patrones igualitarios de producción y consumo de las artes, la literatura, la ciencia, etc. Esta tendencia coloca a las naciones en un estado de empobrecimiento cultural, que se agudiza aún más con los recortes de los recursos destinados a la educación y al desarrollo de las industrias nacionales del arte (cine, televisión, literatura), todo lo cual es una forma más de atentar contra la soberanía de los pueblos.
En resumen, podemos afirmar, que los conceptos más afectados por los conflictos que generan los procesos de integración y desintegración en los marcos de la globalización neoliberal son los de Estado-nación y soberanía nacional. De hecho se está produciendo una redefinición de la noción tradicional de soberanía[16], hasta hace poco centrada en el poder del Estado y en la defensa de un territorio específico.
La resistencia de los pueblos a los intentos de limitar la soberanía hasta hacerla desaparecer se expresa, no solo en la defensa de los principios de integridad territorial y no intromisión en los asuntos internos de su país, sino que cada vez adquiere un mayor peso lo concerniente a la preservación y desarrollo de los principales atributos que distinguen entre sí a las comunidades humanas en cuanto a historia, cultura, tradiciones, religión, costumbres, música, baile, hábitos de consumo, alimentación, etc.
La Habana, 2002
[1] Ponencia presentada al VI Seminario Internacional Paz, Recursos Naturales, Soberanía y Sociedad, organizado por el Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, 2002
[2] Granma, La Habana, p.8, 19 de mayo, 2001
[3] Granma, La Habana, p.4, 17 de mayo, 2001
[4] El término globalización, asociado al proyecto neoliberal, es lanzado por el FMI a principios de los años 90. En nuestro caso lo empleamos en el sentido de mundialización, como el proceso de internacionalización de las relaciones entre diferentes Estados, pueblos, naciones.
[5] Marx, Carlos y Federico Engels. “Manifiesto Comunista”. Ediciones Sociales, La Habana, 1960, p.21-22.
[6] Entendemos por oleadas de globalización aquellos períodos históricos en los que el capitalismo, por influencia de factores estructurales, tecnológicos, científicos, políticos, etc. amplía su sistema de dominación incorporando a su órbita nuevos territorios como ocurrió en los siglos XV, XVIII-XIX y finales del XX. Las características de estas oleadas se sintetiza en un cuadro contenido en el artículo Globalización, regionalización: buscando el fondo y su razón de los autores Raúl Fernández y Alberto Abello (ver: Documento 12 del Centro de Estudios regionales de la Universidad del Norte de Barranquilla, p. 17).
Siglo XV
| Siglos XVII-XIX | Finales del XX | |
Desarrollo del conoci-miento
| Contacto con el Oriente. Renacimiento. | Revolución científica | Informática |
Desarrollo tecnológico | Navegación. Imprenta. | Industria. Transporte. Comunicación. | Transporte. Telecomunicaciones. |
Estrategia global | Colonización mercantilista | Colonización de libre comercio. | Recolonización. |
[7] Entre los principios que postula el neoliberalismo se encuentran: la libertad total del mercado, apertura de las economías nacionales al mercado mundial, privatización de bienes y servicios, reducción del Estado al papel de juez y gendarme, desideologización del sistema económico y social.
[8] Uno de los basamentos de la “muerte” de la soberanía es que, como señalan Habermas y otros autores, sólo los órdenes políticos requieren legitimación, no así las corporaciones multinacionales o el mercado mundial.
[9] Sovrain, antecedente etimológico de la palabra soberanía tuvo, desde sus primeros momentos, un sentido superlativo, es decir el de poder supremo. Jean Bodino, primero en definir el concepto de soberanía, la consideraba el poder absoluto y perpetuo de una república... (ver: Bodino Jean. Los seis libros de la república. Ed. Aguilar, 1973, 1era edición: 1576, p.46).
[10] Los antecedentes de esta línea de pensamiento lo encontramos en Tomás de Aquino y Marsilio de Padua, quienes en los inicios de la decadencia del modo de vida medieval plantean la idea de la soberanía inmanente al pueblo. Según la doctrina tomista, la soberanía procede de Dios, pero cosa interesante, éste la deposita en la comunidad social, quien la transfiere a alguien que gobierne, pero siempre en bien de la comunidad. El servicio a la comunidad es la condición esencial de esta delegación de la soberanía, así lo postula en la Cuestión 97 del “Tratado de leyes”, contenido en su obra “Summa Theológica” cuando escribe: “El principe conserva su autoridad sólo en la medida en que represente a la voluntad de la comunidad”. Marsilio de Padua, por su parte, desarrolla una concepción de la soberanía sumamente avanzada y radical para su época, lo que se explica por sus proyecciones como representante de los mercaderes, embrión de la burguesía que se enfrenta al feudalismo reinante.
[11] Estos principios fueron formulados por Marsilio de Padua en su obra Defensor pacis.
[12] En el libro “Los Vencedores. Una ironía de la historia”, sus autores: Noam Chomsky y Heinz Dieterich, muestran documentalmente cómo la lucha hegemónica de los principales bloques imperialistas por la dominación del mercado mundial y el control del “tercer mundo” fueron las razones, tanto de la 1era como de la 2da guerra mundial; así como la coincidencia entre las estrategias expansionistas del nacionalsocialismo alemán, el militarismo japonés y el liberalismo norteamericano, expresadas en los conceptos de Espacio Vital, La esfera mayor de Co-prosperidad de Asia del Este y La Gran Área (ver: Chomsky, Noam y Heinz Dieterich. Los Vencedores. Una ironía de la historia. Txalaparta, 1992).
[13] Asociación de Libre Comercio para las Américas (ALCA), propuesta por los EE.UU. a los representantes de los gobiernos de América Latina presentes en la última Cumbre de las Américas con el propósito de implementarla a partir del 2005. Sobre la verdadera esencia del ALCA ver intervención de Fidel Castro “Sembremos conciencia del peligro y de lo que significa el ALCA”, el 1ro de mayo del 2001. Granma, 2 de mayo, 2001.
[14] El 5 de abril de 1991, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 688 que estipulaba el derecho de injerencia por motivos humanitarios; este paso, vinculado a la situación de la población kurda cuandola Guerra en el Golfo Arábigo-Pérsico, sentó un precedente violatorio de la noción de soberanía, al hacer caso omiso del principio de la no injerencia en los asuntos internos de un Estado miembro de la ONU. A partir de entonces la excepción se ha hecho regla como lo corroboran los sucesos de los Balcanes, donde los EE.UU. han buscado en las Naciones Unidas el amparo legal a su política exterior.
[15] El caso Pinochet, no obstante su historial criminal, no dejó de ser un procedimiento ilegal desde el punto de vista del derecho internacional. La aceptación de esta práctica constituye una flagrante violación de la soberanía de los pueblos y un intento del imperialismo norteamericano de legalizar el pase de cuentas a los que considera sus enemigos, como está haciendo ahora con Slodovan Milosevic (el 11 de febrero del 2002, enLa Haya se inició contra Milosevic un juicio, que muchos califican de histórico por la politización a que ha estado sometido; se han recogido más de 100 000 firmas que demandan su excarcelación) y trataron cínicamente de insinuar, a través de declaraciones del juez Garzón, con relación a Fidel Castro.
[16] En esto coincidimos con Edgar Montiel cuando señala que la redefinición del concepto de soberanía es una consecuencia de la globalización. (ver: Globalización y geopolítica de las culturas. Temas Nº 20-21, Enero-Junio, 2000, p.14 ).
(*) Conferencista en cuestiones internacionales (1984). “Master of Arts” en Filosofía 1985. Universidad “V.I. Ulianov -Lenin”. (Kazán, Rusia). Profesora de idioma ruso, como asignatura facultativa (1985) y Dra. en Ciencias Filosóficas (1989) por la Universidad “V.I. Ulianov -Lenin” de Kazán, Rusia. Profesora Auxiliar Adjunto (1996). Instituto Superior Pedagógico “E.J. Varona”. La Habana, Cuba. Investigadora Titular (2010).
Atualemente forma parte del proyecto de investigación Cuba en el siglo XXI: hacia un nuevo modelo de desarrollo socialista (2011-2014). Presidenta del Consejo Científico del Instituto de Filosofía. Integra el Tribunal Nacional de Grados Científicos en Ciencias Filosóficas.
(*) Conferencista en cuestiones internacionales (1984). “Master of Arts” en Filosofía 1985. Universidad “V.I. Ulianov -Lenin”. (Kazán, Rusia). Profesora de idioma ruso, como asignatura facultativa (1985) y Dra. en Ciencias Filosóficas (1989) por la Universidad “V.I. Ulianov -Lenin” de Kazán, Rusia. Profesora Auxiliar Adjunto (1996). Instituto Superior Pedagógico “E.J. Varona”. La Habana, Cuba. Investigadora Titular (2010).
Atualemente forma parte del proyecto de investigación Cuba en el siglo XXI: hacia un nuevo modelo de desarrollo socialista (2011-2014). Presidenta del Consejo Científico del Instituto de Filosofía. Integra el Tribunal Nacional de Grados Científicos en Ciencias Filosóficas.