Por Eduardo Luis Aguirre
Durante mucho tiempo el concepto de casualidad se asoció con la noción de azar o de destino. Aristóteles fue un meticuloso analista de estas categorías en los capítulos tres, cuatro y cinco de su obra "Física" donde también, vale aclararlo, desarrolló su teoría de las tetracausalidades.
Los criterios para articular la causalidad siempre desvelaron a los filósofos. Vamos a limitarnos a señalar que modernamente fue catalogada por Marx como "una relación de interdependencia entre fenómenos sociales y económicos". Las derivaciones causales, por ende, a diferencia de lo casual, siempre implican una derivación razonada que permita comprobar esa interdependencia entre sucesos sociales y económicos.
Segundo punto, en apariencia absolutamente independiente de lo que llevamos dicho.
Toda defraudación, en el derecho penal argentino, conlleva la necesidad perentoria de la existencia de tres elementos: el ardid o engaño, la disposición patrimonial y el perjuicio.
El drama emergente con la aparición de Milei en la vida argentina excede en mucho a las discusiones casi siempre anodinas de la dogmática penal. Pero el escándalo suscitado acarrea la necesidad de ensayar un breve texto explicativo sobre lo que acaba de acontecer. Estaríamos refiriéndonos a la causa formal de acuerdo a la metafísica aristotélica.
Vamos al ardir o engaño, el primero de los elementos referidos, solamente para decir que el mismo debe tener una potencia y una aptitud verosímil como para inducir a las víctimas a obrar en su propio perjuicio económico. Pocas influencias pueden ser tan determinantes para sus fieles o para los aficionados a la cosmovisión de la timba financiera que la palabra explícita y convocante de un presidente que comulga con esa mirada opaca de la vida. Bastaría que el periodista Hugo Alconada Mon estuviera en lo cierto en su investigación para confirmar la existencia de este primer aserto. Sería la tercera causa, la causa eficiente del Estagirita. Esto es, quién lo hizo, si es que alguien lo hizo. Según la nota, el "Presidente conoce, se reunió o incluso trabajó para algunos de los “empresarios” que aparecen detrás de $LIBRA.El posteo del presidente Javier Milei con que alentó a invertir en una nueva criptomoneda llamada “$LIBRA” duró poco más de cuatro horas en la red social X. Pero el vínculo que lo une con quienes participaron directa o indirectamente con la operatoria lleva ya más de cuatro años. Durante ese lapso, el presidente argentino no solamente se habría reunido con todos los personajes que orbitan el escándalo sino que, además, al menos desde 2020 prestó servicios como capacitador "para la firma de Novelli y Walsh, según consta en imágenes en poder de LA NACION y que la propia firma subió a sus redes sociales y capturas de la pantalla de su página de Internet, previa a su última actualización". Comprobada que fuera esta aseveración publicada en La Nación de hoy (*), a la que podríamos denominar causa material, el lector será quien deba evaluar si la conducta de Milei es propia de un incauto que no tenía vinculación alguna con un emprendimiento en apariencia ilícito,, "que no se encontraba debidamente interiorizado" y que posteó guiándose por alguna de sus estrafalarias pulsiones o si, por el contrario, existió una elaboración conjunta para engañar a los apostadores. Estos son los que con su conducta dispusieron patrimonialmente -segundo elemento del fraude- de determinadas sumas de dinero y sufrieron un perjuicio -tercer paso- efectivo en sus finanzas. Esto, mientras otros afortunados, quizás por mera casualidad, obtuvieron ganancias de decenas de millones de dólares en pocas horas.
Lo más sano para aventar sospechas, delimitar responsabildades e incluso aspirar a reparar los perjuicios económicos ocasionados (ni las utopías ni las ideologías han muerto: para eso no hay más que reparar en la potencialidad dañina del tecnocapitalismo que nos proporciona este ejemplo) sería trascender el plano de la doxa y lograr que, por una vez, las instituciones competentes de la república sean quienes vayan a fondo con la investigacion de un suceso de semejante calado. Esta no sería sólo una expectativa asentada en el anhelo de una mejoría de la gobernanza sino que equivaldría a la cuarta causa. La causa final, el fin o propósito final del ser en cuestión de la tetralogía aristotélica..