Por Eduardo Luis Aguirre



En un mesurado ejercicio de precaución, el periodista estadounidense Mark Leibovich publicaba en “The Atlantic” un trabajo que pretendía entrever lo que pasaría en su país si Donald Trump se impusiera finalmente en las elecciones generales de noviembre próximo. El artículo, como no podría ser de otra manera, se titulaba “Si Trump gana”, y comenzaba describiendo un discurso de Michelle Obama pronunciado en la City College de Nueva York.
“Esto no es lo que somos”, aseguraba entonces la disertante a los graduados. “Esto no es lo que este país representa, no”.



Leibovich colocaba al desnudo la profunda ingenuidad de mirar un país equivocado. Y agregaba una frase contundente, quizás un poco extensa, que transcribiré igualmente: “Recientemente, leí algunos artículos antiguos y notas mías de la campaña electoral de 2015 y 2016, cuando Trump se metió por primera vez en nuestra serena bañera política. Esto fue cuando “nosotros”, los sabelotodos de los medios desconectados de la realidad, estábamos tratando de comprender el atractivo de Trump. ¿Qué les gustó tanto a sus seguidores de su ruidoso nuevo salvador? Asistí a algunos mítines y escuché la misma idea básica una y otra vez: Trump dice cosas que nadie más diría. No necesariamente estuvieron de acuerdo ni creyeron todo lo que declaró su candidato. Pero él habló en su nombre”. “Cuando las élites políticas insistieron en “¡Somos mejores que esto!” (un primo cercano de “Esto no es lo que somos”), muchos discípulos de Trump escucharon: “Somos mejores que ellos”. Hillary Clinton confirmó esto hábilmente cuando desestimó a la mitad de los partidarios del candidato republicano (en un evento para recaudar fondos LGBTQ en Nueva York) como personas que sostenían puntos de vista “racistas, sexistas, homofóbicos, xenófobos, islamófobos, lo que sea”. Tanto si tenía razón como si no, los destinatarios de su juicio no lo apreciaron. Y el desprecio fue mutuo. “Él es nuestra arma asesina”, dijo el politólogo conservador Charles Murray, resumiendo el atractivo que Trump tenía para muchos de sus leales” (1).

Descreo profundamente de los frecuentes y caprichosos paralelos entre Trump y el mileísmo, pero hay al menos dos cosas que deberíamos rescatar en un país que se empeña en darle la pelota a los de amarillo y (siguiendo el laconismo bilardiano) perder. Una y otra vez. Hoy agradecemos sus importantes servicios a un tal Fernández. Pero hubo (y hay) muchos otros que dentro del movimiento nacional y popular han provocado una hinchazón sistemática de órganos sensibles de la población, una lesión continuada a sus expectativas y su frustración, a su concepción del mundo y a un entramado tan drástico como comprensible en las conductas electorales de elegir y desechar.

Las élites políticas, las “castas”, ese concepto que paradójicamente acuñara Podemos en tiempos idos, han generado una masa anónima, de enloquecido rencor descreee, aborrece, desprecia y hace rato que perdió la confianza en lo que podríamos denominar la política tradicional.

No es para menos. El hundimiento de la Argentina ha sido una constante en las últimas décadas, alterando su composición social y llevando la pobreza y la indigencia a límites impensados para los que suponía que estos sectores postergados y multitudinarios que votaron a Milei tampoco “nos representan”, o “no son como nosotros”. También aquí aparece un país subterráneo que no ha tomado el Capitolio, pero que en su justificado resentimiento (no creo que exista un odio como el que describen los progresistas que historizan el tiempo presente de la porteñidad) fueron capaces de reducir a su mínima expresión a la fuerza política que otrora los contenía, salvo que un nuevo formato de armado, blindado en materia de una nueva ética política a la que llamaré de manera silvestre “patriotismo” nos libere de estas calamidades. Para eso es necesario hacerse una pregunta. ¿El campo popular debe seguir aferrado a la ideología europeísta, moderna y lineal del “progreso” o sus luchas deberán ser, en lo sucesivo, esfuerzos sostenidamente defensivos por humanizar las tradiciones? Dicho de otra manera, afirmar la justicia social, el espíritu de lo común, la familia, las instituciones, la ética siempre escasa en un país históricamente encabezado por un puerto de contrabandistas y traidores y conservar mientras tanto lo que este capitalismo bestial todavía no ha logrado destruir.

Quizás ya lo olvidamos y, como siempre, la memoria corta nos juegue una mala pasada. En septiembre del año pasado, una encuesta revelaba las características del votante de Javier Milei. En ningún caso el estudio se detenía en las inmaterialidades a las que Hillary Clinton asignaba una importancia trascendental. Nada de esas postulaciones eran la principal característica de los argentinos que poco tiempo después llevarían al anarcocapitalismo a la polifuncional Casa Rosada.

“La "Radiografía del votante PASO" de septiembre fue elaborada por la consultora Taquion Research para indagar sobre la composición del electorado de los tres candidatos presidenciales, con base en el voto expresado en las primarias. Se obtuvieron 1.793 respuestas de mayores de 18 años mediante cuestionarios online, entre el 29 de agosto y el 2 de septiembre. 

En esa instancia, el candidato de La Libertad Avanza se quedó con 29,86% de los sufragios. Asimismo, fue elegido por el 9,1% de los jubilados y el 24,9% de los estudiantes -sobre todo de los que solo estudian (16,9%) y no los que además trabajan (8%)- lo cual era de esperarse, por el fuerte arraigo de las ideas libertarias entre los más jóvenes. 

De hecho, el 29% de sus votantes fueron de la generación Z, que tienen entre 16 y 29 años. Le siguieron 31,3% de Millennials de entre 30 y 42 años; 26,1% de los Gen X y 13,6% de los baby boomers.

El 63,6% de sus electores fueron varones, y el 36,4% mujeres. Entre sus electores, un 66,7% son de un nivel socioeconómico bajo, el 26,4 de case media y solo el 6,9% del más alto medido por Taquion. 

El 64% de los que eligió a La Libertad Avanza en las primarias es propietario o reside en la casa familiar, mientras que el 27,5% alquila, lo cual no es un tema menor en una elección que como nunca estará marcada por la modificación de lasleyes relacionadas a la vivienda. 

A nivel laboral, el 54,6% de quienes optaron por Milei tienen un empleo. De ellos, el 73,5% se desempeña en el sector privado, a lo que se suma otro 21% del tercer sector. Solo un 5,5% de sus electores tienen trabajo en el sector público.

El 42,6% de sus electores está empleado en relación de dependencia, un 19,4% es monotributista y el 38% de ellos está en la informalidad. 

"Contrario a lo sugerido durante toda la campaña, vemos que el voto hacia Javier Milei se compone por personas de todos los segmentos sociales: jóvenes, adultos, trabajadores públicos y privados", advierte la consultora en su reporte. Sin embargo, aclara que "es el candidato que más votos cosecha en el nivel socioeconómico bajo y entre los trabajadores informales" (2).

Los votantes de Trump, 75 millones de estadounidenses, es variopinto. La mayoría son damnificados por la debacle productiva a la que el centralismo demócrata sometió impiadosamente. Sujetos pertenecientes a los distintos cordones, desde el bíblico hasta el del óxido. Los grandes olvidados que integran un país soterrado y que encuentran en el magnate un candidato que habla “por él” y encarna la ejecutoriedad que los votantes perciben como una topadora contra aquellos que los dejaron librados en materia económica y laboral, los que no resolvieron un proceso migratorio en el que observan un menoscabo para sus posibilidades, sectores subestimados, históricamente religiosos, tradicionalistas, con niveles de educación menores a los grandes centros académicos de la nación. Ese rencor, ese pedido de justicia contra los que ignoran a los que trabajan con sus manos, a los que provienen de sectores rurales discriminados como “atrasados”, a los que destruyeron a ciudades históricamente industriales han provocado que actualmente no sean solamente los blancos empobrecidos los que aseguren una fidelidad inconmovible a Trump. El voto latino también empieza a virar a su favor.



En septiembre David Brady y Douglas River, de la Hoover Institution, analizaron los datos demográficos de los simpatizantes más duros de Trump.

Y encontraron que son mayoritariamente más viejos, menos ricos y menos educados que el promedio nacional.

También establecieron que más de la mitad son mujeres, cerca de un tercio tienen más de 65 años y sólo un 2% es menor de 30. La mitad de sus potenciales votantes se graduaron de secundaria, pero sólo un 19% de la universidad. Poco más de un tercio gana menos de US$50.000 al año y 11% gana salarios de seis cifras o más.

E ideológicamente los simpatizantes de Trump vienen de todos lados: 20% se identifica como moderados, 65% como conservadores y 13% como muy conservadores. Y cuando el neoyorquino entró a la campaña, les robó votos a todos los otros precandidatos republicanos”. (3)

Los simpatizantes de Trump son fundamentalmente pesimistas sobre el futuro del país y reniegan apasionadamente de los candidatos demócratas, se trate de Obama o Biden y de los "medios de comunicación liberales".

Un pobrerío que tiene algunos denominadores comunes con sectores de las multitudes de frustrados que votaron a Milei. Los trumpistas son proteccionistas y nacionalistas. Milei no lo es. Pero no sabemos qué subyace en materia de valores colectivos en su electorado, cuya fidelidad es por definición volátil, porque su líder hace rato que es advertido como formando parte del establishment político. Para ganarle a este gobierno atroz, los sectores populares deben apoyarse en sus históricas bases sociales, ampliarlas, iniciar un proyecto generoso, que deje de lado la gambeta corta como estilo político y ofrezca a esa ciudadanía un bloque ético inapelable. Cortar y dar de nuevo es la consigna. Lo político y la política deben ser objeto de un cambio copernicano. La Patria no podrá recuperarse si no se encuentran hombres y mujeres capaces de atravesar todos los estamentos de la sociedad sin dificultades ni prontuarios que, tarde o temprano, salen a la luz en un país atravesado por las operaciones de prensa e inteligencia.

















(1)        https://www.theatlantic.com/politics/archive/2023/12/los-votantes-de-trump-tambien-son-los-estados-unidos/679098/

(2)        https://www.iprofesional.com/politica/389621-quienes-son-los-votantes-de-javier-milei

(3)        https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/12/151211_trump_apoyo_polemica_az