Por Eduardo Luis Aguirre


Alexander Dugin es un filósofo y académico ruso de 62 años. En una entrevista con el periodista Tucker Carlson, disponible en el sitio de nuestro amigo Ignacio Castro Rey (*), el pensador sintetiza los principales trazos de su mirada de la historia política, imprescindibles para reconocer el presente y escudriñar una salida por arriba de un mundo laberíntico. Este es el diálogo entre el periodista y el filósofo, que nos habremos de permitir glosar para que se comprenda la singularidad del pensamiento del filósofo y su llamativo y extraordinario anclaje en un mundo donde parecen haberse diluido las grandes formaciones colectivas y comunitarias para dar paso a un individualismo exacerbado, la marca que identifica al neoliberalismo. Dugin debe ser escuchado y leído sin anteojeras, prejuicios ni antejuicios. Si así se lo hiciera, se notarán, por ejemplo, sutiles analogías con la filosofía de la liberación y la teología de la liberación. Es que, entre otras cosas, Dugin dice que confundir al hombre con el individuo es una conquista liberal que desgarra los lazos de solidaridad. Nuestro recientemente desaparecido pensador Enrique Dussel coincidía con esta apreciación. El hombre nunca fue individuo, siempre fue comunidad, decía. Para eso se apoyaba en las tesis de Lévinas. La convicción de la referencia inexorable del Otro en tanto Otro. Un Otro que siempre nos interpela porque todos hemos sido arrojados al mundo de la misma manera. Somos un ser, pero un ser ahí, en el mundo, junto a la naturaleza y nuestros congéneres. Dussel planteaba una marcada revalorización de lo común y para ello ser remitía a los pensamientos ancestrales desdeñados por la colonialidad “occidental”. El semita, el árabe, el chino, el bantú, el nuestro americano. Me interesa particularmente este tema porque creo que el neoliberalismo ha perforado el alma de los sujetos y ha implantado un individualismo tan exacerbado que es capaz de generar los desastres que acontecen en el planeta, incluyendo el hambre, las guerras y los cataclismos climáticos,  siempre en nombre de la libertad y el progreso. Este es un punto de partida que termina difuminando las viejas divisiones entre izquierdas y derechas, al descubrir cuánto de homogéneo predica el capital y cuánto de individualista profesa el progresismo en sus diversas facetas estereotipadas. Prestemos atención entonces a lo que Dugin piensa sobre estas cuestiones.

El periodista comienza preguntándole en la entrevista qué cree el filósofo que está pasando en los países anglosajones. Enumera a Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia. Justamente los países que desde el año 2001 conforman el Aukus, una alianza político militar que ha transformado a Oceanía en un portaaviones (uno más) de occidente.

El pensador responde que, desde su perspectiva, el mundo que actualmente vivimos comenzó con el individualismo. Esa era la comprensión equivocada de la naturaleza humana. Cuando se identifica el individuo con el hombre, con la naturaleza humana, se van cortando todas las demás relaciones y se comienza a asumirse una concepción muy especial del sujeto, del “individuo”, una concepción sesgada y fatal. Y todo eso comenzó en el mundo anglosajón, con la reforma protestante y antes de eso, incluso, con el nominalismo. La visión nominalista de que no existen ideas sino cosas, sólo cosas individuales. Así que el individuo era la clave y lo sigue siendo, es el concepto nodal que se puso en el centro de la ideología liberal. Y el liberalismo, según Dugin, es una especie de proceso histórico, cultural, político y filosófico de la liberación del individuo de cualquier tipo de identificación colectiva o que trascienda lo individual. Y eso empezó con el rechazo de la Iglesia Católica como proceso de identificación colectiva y el rechazo del imperio occidental también como identificación colectiva. Después de eso, sobrevino una revuelta contra el estado nacional como identificación colectiva a favor de la sociedad puramente civil. Con posterioridad hubo una gran lucha en el siglo XX entre el liberalismo, el comunismo y el fascismo. Y el liberalismo ganó una vez más. Y tras la caída de la Unión Soviética, sólo quedó el liberalismo. Y Francis Fukuyama ha señalado correctamente que ya no quedan otras ideologías, excepto el liberalismo. Y el liberalismo fue la liberación del individuo de cualquier tipo de identificación colectiva. Y sólo había dos identidades colectivas para liberarse “de”. La identidad de género, porque es una identidad colectiva. Eres hombre o mujer colectivamente, así que no podrías serlo a solas. Así aparece la liberación de género. Y eso ha llevado a los transexuales, a los LGBT y a una nueva forma de individualismo sexual. Así que el sexo es algo opcional. Y este fenómeno no fue una desviación del liberalismo. Este fue un elemento necesario para la implementación de esta ideología liberal victoriosa. Y el último paso que todavía no se ha dado totalmente es la liberación de la identidad humana. La “Humanidad opcional”. Ahora ustedes en el occidente, estáis eligiendo el sexo que queréis, como queréis. Y el último paso en este proceso del liberalismo, la implementación del liberalismo significará precisamente que ser humano es opcional, dice Dugin. Así que podréis elegir vuestra identidad opcional. Ser humano, no ser humano. Y eso tiene un nombre. Transhumanismo, post humanismo, singularidad, Inteligencia Artificial. Muchos pensadores como Klaus Schwab, Kurzweil o Harari declaran abiertamente que éste es el futuro inevitable de la humanidad. Así llegamos a la histórica estación terminal después de cinco siglos de habernos embarcado en este tren. Y ahora estamos llegando a la última estación. Esa es mi lectura, señala el autor de La Cuarta Teoría Política. Y cuando todos los elementos, en cualquier fase, corta cualquier tradición del pasado, ya no eres protestante, eres secular, ateo, materialista. Ya no eres un estado nacional, que sirvió a los liberales para liberarse del imperio Ahora el estado nacional se convierte a su vez en un obstáculo. Estarás, entonces, liberándote del estado nacional. Luego la familia se destruye en favor de este individualismo. Y lo último, el sexo, que ya casi se ha superado. El sexo es opcional en la política de género. Así que queda un solo paso para llegar al final de este proceso de liberación del liberalismo. Que es el abandono de la identidad humana como algo prescrito. Sería algo así como “ser libre” de “ser humano”. Tener la posibilidad de ser o no ser humano. Y esa es la agenda política e ideológica del mañana. Así es como veo el mundo anglosajón. Creo que es la vanguardia de este proceso porque empezó con el empirismo anglosajón, el nominalismo y el protestantismo. Y ahora vas a la vanguardia como anglosajón. Más devoto del liberalismo que cualquier otro europeo, reseña.

Y esto puede entenderse porque el liberalismo admite dos definiciones. Una definición, digamos, antigua, donde el liberalismo clásico estaba a favor de la democracia, del respeto a la voluntad de las mayorías, del consenso, de la libertad individual que debe combinarse de alguna manera con la libertad de los demás. Y ahora tenemos en cambio la siguiente estación, la siguiente fase, el nuevo liberalismo. Ahora no se trata del gobierno de las mayorías, sino del gobierno de las minorías. No se trata de la libertad individual sino del wokeismo. Así que debes ser tan individualista que debes criticar no sólo al estado sino al individuo, a la vieja comprensión del individuo, así que necesitas, ahora estás invitado a liberarte de la individualidad, ir más allá en esa dirección. He hablado de esto con Fukuyama y cree que ahora la lucha es de las minorías contra las mayorías, porque las mayorías pueden elegir un Hitler o un Putin, así que tenemos que tener mucho cuidado con las mayorías y esas mayorías deben estar bajo control y las minorías deben gobernar sobre las mayorías. La mayoría ya no es una democracia, es totalitarismo y ahora no se trata de la defensa de la libertad individual sino de la prescripción de ser woke, ser moderno, ser progresista. Ya no es tu derecho ser o no progresista. Es tu deber. Así como el liberalismo luchó contra las prescripciones, ahora se volvió prescriptivo, totalitario. Ni se te ocurre decir que prefieres el viejo liberalismo. Los progresistas gritarán que eres fascistas. Serás defensor del conservadurismo, del tradicionalismo y, como siempre suele añadirse, del fascismo. La tecnología, la IA no sólo pueden manipular el mundo, pueden crear una realidad y pueden crear sujetos. Las películas occidentales de ciencia ficción exhibían adelantos que un siglo después eran reales. Pero no conocemos ninguna película que plantee retornar a la vida tradicional, la prosperidad, a las familias con muchos hijos. Todo está bastante oscuro y tal vez no tengamos un futuro que no lo sea. Sólo un matrix, una inteligencia artificial o un terminator. Así que la elección ya está fuera de los límites de la humanidad. Y eso no es una fantasía. Es una especie de proyecto político. Por eso es que, en Rusia, podríamos decir que Putin es un líder tradicional que ha logrado sacar al país, incluso culturalmente, de la agenda globalista. Así es como se entiende que las personas que fueron progresistas de izquierda durante la URSS, ahora perciben que están luchando contra una agenda progresista globalizante, habiendo restaurado con éxito los valores tradicionales. La soberanía del estado, el Cristianismo, la familia tradicional. Esto no era visible en un principio, pero cuando Putin insistió durante años en recuperar la singularidad y particularidad de la civilización rusa, como un tipo especial de visión del mundo, todo fue más claro y el mundo pudo analizarse en clave propia. De modo que la rusofobia no es caprichosa ni tampoco una casualidad, es metafísica. Si la globalización quiere destruir los valores tradicionales, hay alguien con armas nucleares (ese no es un detalle menor) que se los impide. Y la gente entiende que el verdadero cambio es conservar todo aquello que el liberalismo no ha destruido. Dugin lo expresa claramente en su libro, que no para de generar polémicas, quizás porque interpela desde un sitio no demasiado habitual ni confortable: “En este estado, podemos destacar completamente nuevos síntomas del tipo de hombre constituido por la postmodernidad: des¬ politización, autonomización, microscopización y sub- y trans-humamzación. Así, el hombre hoy no es considerado como un todo (se considera que sus partes son independientes). Lo que importa son sus deseos, emociones, humor e inclinaciones. Al mismo tiempo, mientras que, por un lado, se transfiere la atención del nivel individual al sub-individual, por el otro, el nivel sub-individual surge con otras sub-individualidades, es decir, entra en el dominio de lo transindividual” (**).

(*) https://www.ignaciocastrorey.com/

(**) La cuarta teoría política, p. 218, disponible en https://inep.org/images/2024/TXT/Dugin-4aTeoria.pdf