Por Eduardo Luis Aguirre
Siete meses bastaron para que el gobierno libertario de Javier Milei pusiera al descubierto su rotunda inviabilidad. Una abigarrada mayoría de economistas neoliberales hacen cola para salvar lo que queda de su prestigio y despegarse de la pesadilla más grande jamás votada.
Argentina se encuentra virtualmente destrozada después de un acelerado proceso de transferencia de recursos desde los sectores más vulnerables a los más poderosos. El país es cada vez más pobre y más injusto. A la oscura y singular concepción del funcionamiento republicano y de la vida en común a las que adhiere Milei, debe agregarse el despliegue desaforado de una represión que no se resigna a aceptar que el derecho a la protesta social es el derecho más cercano a las fibras íntimas de un Estado Constitucional de Derecho.
Los índices de retroceso y empobrecimiento crecen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el resto del país, aludido desdeñosamente como “el interior” sufre el incumplimiento legal de la presidencia en cumplir los preceptos constitucionales y legales de coparticipación a los que se encuentra obligado.
La ubicación que los anarcocapitalistas han elegido en materia de relaciones internacionales no es menos grave. Al contrario. Han optado por aliarse a los perpretradores del genocidio en la Franja de Gaza, renunciar a la hermandad histórica con España, importunar a Rusia y asumir un rol afín a Ucrania en un conflicto donde la histórica neutralidad de Argentina era sensatamente esperable. Mientras tanto, agravió a China y a los pocos días la convirtió en el muro de los lamentos donde debió ir a mendigar a Beiging sin pudor ni dignidad alguna, intervino torpe y contradictoriamente en las próximas elecciones estadounidenses, aliándose incondicionalmente con la principal potencia del mundo sin calcular riesgos ni consecuencias y se desentendió de nuestra América. En ese sentido, honra el desprecio histórico de la porteñidad.
El presidente y sus acólitos están de espalda a la realidad objetiva que el mundo le evidencia con una claridad meridiana. Desde el interior de su caverna, no solamente no logran llevar a cabo una política clara en materia económica y social, sino que ignoran la matriz federal del país y se basan en meras figuras que, como sombras, sugieren un remedo de lo real y los empujan a redoblar el ritmo de sus disparates difícilmente reparables de cara al futuro.
Las mismas sombras que empecen la bubosa mirada del mundo que se abate sobre el presidente argentino, le hace pensar que la “la justicia social es robarle el fruto de su trabajo a una persona y dárselo a otra”, que el estado es una organización criminal y los impuestos un robo. Las sombras, como apariencias chinescas, lo llevan a contrariar los preceptos fundacionales de las religiones monoteístas y particularmente los documentos y las manifestaciones del Papa Francisco en un país mayoritariamente católico.
El mito platónico de la caverna se considera una alegoría sobre el conocimiento. En ella se muestra al ser humano encadenado dentro de una caverna desde su nacimiento, donde lo único que ve son sombras reflejadas en la pared, pensando que esa es la realidad. Milei piensa I(al menos eso creemos) que su visión del mundo se compadece con la realidad. No importa el tamaño del desquicio. El encadenado seguirá adelante hasta que el desastre dé cuenta de sus desvaríos. Sus estertores tardíos de pragmatismo y el apoyo de las derechas se quedan cada vez más cortos. Sus votantes no aportan siquiera (al menos todavía) la gestualidad cristiana del arrepentimiento. Prefieren la negación frente a la tragedia. Como prisioneros colonizados que son, creen que lo que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que lo que contemplan como realidad son solamente sombras. Menudas lógicas habrá que remover en este precipicio inesperado donde reina la fábula de lo antipopular.En buena medida, esa resistencia negacionista marca la única fortaleza del gobierno. Que no es poca, desde luego. Pero que día a día va cediendo paso a que nada bueno puede sobrevenir de la loca perpetuidad de gobernar basándose en las sombras que se confunden con la realidad en la Argentina de la crueldad.