Por Eduardo Luis Aguirre.

La teoría es parte inescindible de la política. No hay transformación social posible sin una concepcion teorica vigorosa.

Por eso no estoy tan seguro de poder coincidir con Pablo Iglesias cuando intuye que este pais rebosa de densidad política. La política y lo politico no pueden equipararse a la magnitud de la calle, las marchas y las enormes manifestaciones. Hay una cultura politica que es un tipo abierto que espera ser rellenado de puro pensamiento. De comprension de las complejidades y de la apertura de caminos incógnitos que nos depara la realidad mundial. En esa construcción hay escaso margen de error.

Y en este pais hay un hiato, una tendencia a que los trabajadores de la cultura produzcan pensando ya sea en la posteridad o en su propio prestigio o sin una cuota razonable de responsalidad política. Generalmente apalancados en gigantescos aparatos donde habitan casi siempre los mismos. Cuando fueron convocados a producir diagnosticos o pensar alternativas politicas exhibieron la consistencia de un flan, nunca advertidas por el unísono de los coros progresistas. Los casos abundan. Desde la presencia influyente de Flacso hasta otros escuchados analistas sociales. Y las consecuencias de esos yerros nunca serán menores. Hace pocas horas, Artemio López y Mariano escribieron en El Destape sobre "el futuro de las coaliciones progresistas": El intento de prestidigitación concluye de esta manera: "Así las cosas, es posible aseverar, aun con todos los reparos que implica una afirmación general, que sostener la unidad, no romper la coalición progresista sólo puede ser alternativa de gobierno popular-democrático si se aparta el rumbo económico del plan que fija el FMI (neoliberalismo económico y social). Ya Nicolás Casullo advirtió que “El peronismo cuando va todo unido se pone conservador” y evitarlo a partir de las elecciones de octubre de 2023, aún abiertas para las dos fuerzas mayoritarias, parece ser la acción política adecuada, según la evidencia que disponemos hasta hoy". Vále decir que la idea de construcción de pueblo y de fuerza electoral abarcaría a progres blancos, ilustrados y citadinos, únicamente. Todo lo contrario de lo que historicamente ha sido el movimiento nacional en su irrefrenable heterogeneidad. Un festín para Jauretche o el Colorado Ramos.

Parece que hay en esta preocupación por las coaliciones progresistas un desdén incomprensible que abarca hasta el resultado electoral venidero con arreglo al destierro del peronismo doctrinario. Recuerdo que Fidel Castro en sus "Palabras a los intelectuales" señalaba que si a un revolucionario le preguntaran qué es lo que más le importa, dirá que es el pueblo y siempre el pueblo. El que ha tenido que vivir en la explotación más terrible. El pueblo real. Que cada cual escriba lo que quiera. Si la mayoría del pueblo. consIdera que sus produccion no es urgente o no alcanza los estándares de calidad o de profundidad necesarios debera hacerse de una revolucionaria paciencia. La historia del peronismo no lo ubica integrando coaliciones progresistas sino asumiéndose como la carnalidad revolucionaria de un Frente Nacional.