Por Liliana Ottaviano

 

Comentar un texto es como hacer un análisis”, afirma Lacan en “Los Escritos Técnicos de Freud” (1953-54), y es la cita que elige Diego Vernazza para inaugurar este libro que está organizado en 3 secciones: Leer, Comentar, Analizar. El trabajo se articula recreando los tiempos lógicos que el propio Lacan plantea en Escritos 1, bajo el título “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”.



El instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir. Cada uno es un tránsito hacia el siguiente, se reabsorbe en él, subsistiendo el último. Por tanto, son momentos que incorporan al anterior y lo transforman, hasta quedar como tracto final sólo el último.

Este es un libro que porta un enigma a descifrar que es, justamente, cómo lee Lacan. Descifrar el arte de la lectura lacaniana, pero además descubrir cómo leer al propio Lacan.

El arte lacaniano de la lectura consiste en leer entre líneas para buscar aquello que conmueve el sentido y que, por ello mismo, permite redefinirlo.

Se trata de leer la palabra siguiendo su propio hilo -único acceso al enigma del deseo- dejándonos llevar por ella hacia esos ruidos del sin sentido.

Cuando Lacan vuelve sobre El Banquete de Platón, en su Seminario 8 -sobre esto trabaja Vernazza en la primera mitad de su libro- aborda el problema del amor y de la transferencia. Concepto fundamental para el psicoanálisis, y no menor para la lectura y el comentario de un texto.

En “Lacan: el arte de leer”, su autor trata de descifrar el enigma acerca del arte de leer lacaniano. Arte, que no es sin el deseo por el saber, sin el amor y sin la verdad.

Arte y no técnica. Arte que supone un acto creativo y disruptivo que subvierte el orden de la cadena significante del otro, habilitando nuevas cadenas significantes, posibilitando de este modo una lectura múltiple.

¿Qué elementos se ponen en juego en el arte de leer lacaniano?

Una forma de responder tal vez sea utilizando la figura topológica del nudo con la intención de poner de manifiesto todos los elementos que entran en juego. El nudo nos permite pensar en términos de conjunto complejo, con fuerzas que tensionan su propia estructura.

Un nudo hereje diremos, siguiendo la idea incorporada por Fabiana Rousseaux en “La época, los nudos y la irrupción” sobre el anudamiento que realiza Jorge Alemán en su último libro “Ideología”.

Hay un Texto, que tiene un autor.

Hay la Lectura (la, no una), hecha por un lector (un, no el)

Hay el Comentario, hecho por un lector tomado por el deseo de hacer de aquel texto un texto otro.

Texto, lectura y comentario forman nuestro nudo.

Hay la Verdad, ocupando el espacio central de objeto a. La verdad como enigma. Donde el texto, la lectura y el comentario tropiezan. Haciendo de La Verdad un real.

Hay el Deseo, como cuarto elemento que sostiene el nudo. (deseo del autor, deseo del lector, deseo…) Sabemos que este nudo se puede desanudar y consiguientemente soltar. Hace falta este cuarto elemento que a modo de otro nudo interior los mantenga unidos.

Hay 3 intersecciones:

  • Entre Lectura y texto hay un sentido otro.
  • Entre Lectura y Comentario hay un saber otro.
  • Entre el comentario y el texto hay una producción de nuevas significaciones.
El arte de leer, es un modo de afrontar el problema de la lectura, nos dirá Strauss. Este arte de leer es esencial para recorrer el texto como para transmitir algo de lo que este dice.

Lectura y comentario deben orientarse por la búsqueda de la verdad del texto, pero esa verdad nunca dejará de ser esquiva. Una verdad no-toda, dirá Lacan. Así un texto no siempre dice lo que dice, ni es lo que es. Y por lo tanto todo gran escrito encierra por definición un enigma, nos dice Vernazza.

¿Y por dónde va ese enigma en el arte de leer lacaniano?

Va buscando en el olvido, la contradicción, el fallido una lectura entre líneas que busca la conmoción del sentido que permita emerger aquello que en el texto sintomáticamente se calla y que en definitiva será lo que un texto tiene para decir, lo que no cesa de no decirse.

Para Lacan comentar un texto no es resumirlo. No es un punto de llegada, es un camino. La dirección de una búsqueda.

¿Y qué buscamos?

El enigma.

Entonces, habrá muchos caminos, laberínticas galerías que nos llevarán a él. Esas galerías están determinadas menos por el autor, un poco más por el texto y mucho más por el lector. Finalmente, cada lector es autor de un texto otro. Cada comentario hace de la lectura un acto creativo.

Hay el texto, lo que dice y lo que no dice. Hay la verdad, que en sus líneas y entre sus líneas se vehiculiza sin por ello decirla toda, porque la verdad toda es indecible. Como ya he afirmado en otros escritos, la verdad se construye bordeándola con palabras, pero sin renunciar a la posibilidad de tomar ese camino y seguirlo hasta el final. Así el acto de la lectura y del comentario no es sin la ética marcada por la búsqueda de la verdad, como en un análisis.

No retroceder ante el texto, ante la verdad que se muestra esquiva y el enigma que aparece como inapropiable, al decir de Jorge Alemán. No retroceder ni precipitar una comprensión. Leer y releer para renovar la palabra de un texto. Esto implica leer poniendo el cuerpo, poniendo de sí y este poner de sí nos lleva a abordar la relación entre deseo y saber.

El saber no es un saber “de todo”, costoso en su adquisición, como dice Lacan en su Seminario 20 (Aún):

El saber vale exactamente lo que cuesta, es costoso [beau-coût] porque uno tiene que arriesgar el pellejo, porque resulta difícil, ¿qué? –menos adquirirlo que gozarlo. Admito que la computadora piense, pero ¿quién puede decir que sabe? Pues la fundación de un saber es que el goce de su ejercicio es el mismo que el de su adquisición”.

Lacan es difícil, sin dudas.

Foucault entendió a Lacan a la letra y en una entrevista realizada por Jean Nobécourt, publicada en un diario italiano el 11 de septiembre de 1981, a dos días de la muerte de Lacan y que reprodujo Página 12  en septiembre de 2011, afirmó:

Pienso que el hermetismo de Lacan se debía al hecho de que él quería que la lectura de sus textos no fuera simplemente una ‘toma de conciencia’ de sus ideas. Él quería que el lector se descubriera él mismo [lui-même] como sujeto del deseo a través de esta lectura. Lacan quería que la obscuridad de sus Escritos fuera la complejidad misma del sujeto, y que el trabajo necesario para comprenderlo fuera un trabajo a realizar sobre sí mismo [soi-même].” Cabe decir que esto era también lo que exploraba Foucault en La escritura de sí.

Dejarse llevar por el texto, habilitar un espacio-tiempo en el que se suspenda la comprensión:

un momento de vaciamiento del saber que permite evitar la pura y simple repetición y que de ese modo es posible intentar dar, como en el amor, lo que no se tiene”, nos advierte Vernazza.

Vaciamiento de saber. Lugar de la falta. Quedarse ahí, demorarse un instante. Falta que habilita el deseo. Deseo que conduce hacia el saber. Saber que no es La Verdad. Saber que es menos repetición.

Suspensión de la comprensión que es leer con menos significado y más significante. Más palabra que suena y resuena y menos traducción.

Servirnos del texto para responder interrogantes propios.

Diego Vernazza nos conduce hacia el comentario lacaniano y nos dice que este no se sirve del texto para compartir su goce del texto. En este sentido sigue más la lógica kojeviana, un comentario es esencialmente un trabajo. Ética del trabajo. La posición de lectura lacaniana no es la del amo ni la del esclavo. Más bien la del ciudadano. En el comentario lacaniano hay simultáneamente placer y trabajo. Esa dialéctica entre lectura y comentario es parte de la potencia constitutiva del sujeto que lee en posición lacaniana.

Inscribir el placer de un texto en el marco de un trabajo sólo ahí el lector se humaniza e inscribe su goce en la lógica del deseo.

Es interesante lo que Diego rescata en relación a establecer, además, una relación problemática con el texto, interrogarlo, plantearle una pregunta. Un lugar no cómodo para el texto ni para quien está en posición de lector.

Cito a Lacan, tal como lo cita Diego en página 66:

“…dejarse conducir así por la letra de Freud hasta el relámpago que ella necesita, sin darle cita de antemano, no retroceder ante el residuo, recobrado al final, de su punto de partida de enigma, e incluso no considerarse satisfecho al término de la trayectoria del asombro por el cual se entró”.

Dejarse llevar por la letra, para que nos sorprenda como el relámpago aquello que no se integra de manera evidente a la cadena significante que aparentemente le da sentido. Verdadero encuentro entre el texto y el lector.

Hacer un comentario es atenerse a la letra para extraer un decir otro que permita hacer emerger la palabra que el texto vehiculiza, deteniéndonos en donde el texto tropieza.

Podríamos decir que Diego toma el arte lacaniano de leer y lo re-contextualiza. Lo interroga y problematiza desde la filosofía. Para volver a captar su valor y ofrecerlo como enigma de su propio libro.

Un retorno a Lacan, como su retorno a Freud, debe suponer que la verdad de sus textos, como la verdad de todo gran texto, no es ni más ni menos que “la dirección de una búsqueda” …. “leer y comentar a Lacan es finalmente servirse de él, desplazarse en su interior, guiarse, con los problemas de nuestro tiempo y con las direcciones que nos dio… finalmente podemos citar al propio Lacan, cuando él hace referencia a la obra de Freud en la respuesta al comentario de Hyppolite, la obra de Lacan, tanto la escrita como sus seminarios constituye una “riqueza nunca agotada de significaciones que se ofrece por destino a la disciplina del comentario.” (Vernaza, D.)

Estamos ante un texto que nos hace preguntas.

¿Cuál es ese valor re-contextualizado en el arte de lectura de Lacan que pueda ser tomado y puesto a trabajar desde la Filosofía?

¿Cómo aplicar el arte lacaniano de lectura a lo político?

La tarea del comentario lacaniano reintroduce el registro del sentido en el orden del lenguaje.

Mi recorrido, desde hace un tiempo considerable a esta parte, está vinculado precisamente a la relación entre psicoanálisis y política, relación que muchas veces se ha intentado velar ocultando el carácter novedoso e innovador de la confluencia de los dos saberes: psicoanálisis y política.

La idea de Sujeto dividido por efecto del lenguaje es uno de los conceptos que desde la izquierda lacaniana se aporta a la política para entender el tiempo que habitamos y las lógicas que en él se ponen en juego en la producción y colonización de la subjetividad.

Si hay un resto inapropiable y que nos lleva a afirmar, siguiendo a Jorge Alemán, que el crimen no ha sido perfecto, es que el neoliberalismo no ha podido tocar al sujeto en su estructura.

Siguiendo el hilo del libro de Diego Vernazza me arriesgo a pensar que eso inapropiable desde el sujeto está relacionado con el registro del sentido en el orden del lenguaje que aún nos queda a los sujetos para “leer” e interpretar las lógicas en juego y encarnar la posibilidad de procesos emancipatorios.

Bibliografía:

Alemán, Jorge: “Horizontes neoliberales en la subjetividad”. Editorial Grama. Buenos Aires. 2016.

Alemán, Jorge: “Crimen perfecto o emancipación”. Ned.ediciones. 2019.

Lacan, Jacques. El Seminario libro 8. La Transferencia. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2020.

Lacan, Jacques. El Seminario libro 20. Aun. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2015.

Entrevista a Michel Foucault (1926﷓1984), realizada por Jean Nobécourt, y publicada por   Página 12. “La complejidad misma del sujeto. 29 de septiembre de 2011. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-30630-2011-09-29.html

Rousseaux, Fabiana: “La época, los nudos y la irrupción”. Artículo publicado por Página 12 el 17 de junio de 2021. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/348700-la-epoca-los-nudos-y-la-irrupcion

Vernazza, Diego. Lacan el arte de leer. Editorial Letra Viva. 2021.