Por Lidia Ferrari (*)

 

 

¿Es que la gente se está volviendo fascista? ¿ O es que una forma de fascismo puede transformarse en discurso dominante? ¿No es que el lenguaje preexiste al sujeto? Si ciertas coordenadas acerca de lo que se puede pensar y hacer se modifican, ¿por qué no se han de modificar lo que dicen los sujetos que escuchan y practican estos discursos dominantes? Si cada uno mira a aquellos que abrazan con fuerza discursos racistas y xenófobos, esos que tiene cerca, quizá no veamos a los peligrosos que tenemos en mente sino a unos humildes sujetos que repiten como loros frases agresivas y llenas de odio.

No es que ellos sean ingenuas personas, pero sí que son más frágiles para caer en esos discursos donde se les dice todo el mal que anida en los que ahora también son sus enemigos. El odio es contra ese que lo amenaza. Le vendieron, le martillaron el cerebro diciéndole que ese otro lo está atacando. Y se defiende con el odio. Desde su precariedad intelectual y, sobre todo, sus fantasmas ideológicos, es posible que sean llevados de las narices. ¿Se convirtió en un agresivo ciudadano que hay que temer? Dependerá de las condiciones en las que se encuentre. Dependerá de cómo sea encauzado en esta vertiente en la cual entró pacíficamente. Fue entrando de a poco y, si no olvidamos a Hannah Arendt sobre el Juicio a Eichmann, no sabemos hasta dónde podrá llevarlos ese discurso que los conduce.



Es que han adoptado un lenguaje que se les ha impuesto. Pero no se les impuso desde el lugar de que abrazando esas ideas se convertirían en monstruos. Todo lo contrario, se les impuso ese lenguaje como defensa contra los monstruos, contra el mal que siempre está en otro lugar y del cual hay que defenderse. En lo que va del siglo XXI (como en el siglo XX) el mal está siempre en el lado del populismo, del comunismo, de la izquierda, de los que se oponen al Poder neoliberal .



Hay una particularidad. También, en algunos casos, el fascismo puede ser la coartada mediática para conducir de la nariz hacia un lugar no menos inquietante: el de cierto progresismo neoliberal. Depende de qué fantasmas te sostengan, te construirán un discurso. Para algunos, más frágiles y vulnerables por su formación cultural, los llevan hacia el racismo, la xenofobia. A otros, cuyos fantasmas han sido más elaborados por una historia intelectual o cultural, los asustan con esos otros y así aparecen las “almas bellas” al que los han persuadido de que sus enemigos son los del otro bando. Es decir, siempre el enemigo está más cerca de lo que desearíamos. Desde los dos lugares, la potencia de la manipulación neoliberal no deja resquicio sin ofrecer a cada sujeto un lugar en donde su fantasma y su ideología pueda reposar encontrando un lugar al que identificarse. ¿Qué estos discursos no dejan tranquilos a nadie? Es cierto. Hemos sido capturados en una red que nos ha convencido que coexistimos con nuestros enemigos que son los que tenemos al lado. ¿Cómo hacemos para escapar de esta red? En principio, al menos estar advertidos de qué se trata esta red y qué está construyendo con nosotros. ¿No será un pensamiento demasiado conspironoico? Para esto también la red nos tiene reservado un lugar: No estaremos ni del lado de los xenófobos fascistas, ni de las almas bellas antifascistas, formaremos lazo con los conspironoicos. Pero la potente network neoliberal también está poblada de hipótesis conspirativas del más variado signo delirante. Dentro de todo ese delirio conspirativo cualquier denuncia verdadera será considerada como parte del delirio conspirativo. Así se mezcla lo delirante con alguna verdad, y todos caen en la misma bolsa. ¿Pero esto no es demasiado siniestro, no producirá en nosotros depresión y abatimiento? También para esto hay prevista una artillería de medicamentos y gurúes. ¿Pero entonces no hay posibilidad de escapar a esta lógica neoliberal? Seguramente no, si adherimos a los discursos preformateados por la intelligenzia neoliberal. Seguramente no, si creemos a rajatabla lo que se dice por ahí. Están disponibles narraciones ad hoc, para cada uno de nosotros, para provocarnos a través de medios y redes sociales con un discurso que nos escandalice y nos indigne, es decir, que nos envenene la vida. A los inclinados a la xenofobia o frágiles mentales, con un discurso anti inmigrante, por ejemplo. Para los que tenemos buenas consciencias anti racistas, mostrándonos todo el racismo que habita este mundo. Nuestra reacción indignada, cada uno a lo que le corresponde, nutre el clima de guerra de discursos mediáticos que no hace sino poner a cada uno de nosotros en alerta contra nuestros enemigos que son los vecinos de al lado. ¿Cómo continuará este guión que no se trata de una serie ficcional, aunque bombardéandonos con las series de Netflix nos preparan para acostumbrarnos a esta tragedia cotidiana?

(*) Psicoanalista y escritora.