En nuestro primer análisis del tema habíamos hecho hincapié en España, un país que por historia, tradición, idioma y un entramado de indudables cercanías produce, por europeo (aunque europeo “del Sur”, como aclara Boaventura de Sousa Santos) una suerte de fascinación entre una buena parte de nuestra sociedad, que vive con una cargosa ilusión a cuestas. Es el remanido mito de los "países serios" que, por supuesto, contrastan con el pretendido descalabro argentino que, en sus representaciones, registra un retroceso continuo de “70 años”. Esa degradación, para buena parte de nuestros compatriotas, se vincula a la existencia del movimiento popular no marxista más importante del mundo, que apareja dilapidación de los recursos públicos, que no comulga con las recetas neoliberales, nada en la más oscura corrupción, carece literalmente de “justicia” y encima gana las elecciones, entre otras calamidades.
Pretendimos en aquel momento cotejar esas racionalidades delirantes con la contundencia de los hechos históricos que acaecieron y asedian todavía al país ibérico.
Vamos a aceptar el desafío no menor de ocuparnos ahora de los Estados Unidos, visto como el faro de la libertad y la democracia por nuestro medio pelo vernáculo.
A lo largo de su historia, la primera potencia mundial tuvo seis elecciones impugnadas, una de las cuales, la de 1860, desató una guerra civil.
En 1800, Thomas Jefferson y Aaron Burr recibieron el mismo número de votos del Colegio Electoral. Debido a que ningún candidato ganó una clara mayoría del voto electoral, la Cámara de Representantes se adhirió a la Constitución y convocó una sesión especial para resolver el empate por votación. Tuvieron que realizar 36 encuestas para otorgarle a Jefferson la victoria, que fue ampliamente aceptada.
En 1824, Andrew Jackson ganó la votación popular contra John Quincy Adams y otros dos candidatos, pero no obtuvo la mayoría necesaria del Colegio Electoral. Una vez más, la Cámara Baja aplicando un procedimiento en la Constitución, seleccionó a Adams como ganador sobre Jackson.
La elección de 1876 entre Rutherford B. Hayes y Samuel Tilden fue impugnada porque varios de los estados del Sur no pudieron certificar claramente un ganador. Esto se resolvió a través de negociaciones interpartidistas conducidas por una comisión electoral establecida por el Congreso. Mientras Hayes llegó a la presidencia, se le hicieron concesiones a los estados del Sur que efectivamente pusieron fin al período de Reconstrucción.
“La contienda entre el demócrata John F. Kennedy y el republicano Richard Nixon en 1960 estuvo plagada de denuncias de fraude, y los simpatizantes de Nixon presionaron agresivamente para que muchos estados hicieran recuentos. Al final, Nixon aceptó la decisión a regañadientes en lugar de arrastrar el país a un malestar civil durante las intensas tensiones de la Guerra Fría entre EE.UU. y la Unión Soviética.
Por último, en 2000, el candidato republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore se vieron envueltos en una disputada votación en Florida. La Corte Suprema puso fin a un recuento a favor del candidato republicano. Al Gore aceptó la decisión de la Corte pero dejó a salvo su absoluto desacuerdo con la misma” (1). Aquel episodio es recordado como un verdadero escándalo electoral y el mismo acaba de reeditarse en la península luego del resultado de las últimas elecciones presidenciales (2).
Estados Unidos, el único país de la historia que arrojó bombas atómicas sobre poblaciones civiles, debe también dar cuenta de otras cuestiones que conciernen a lo doméstico y también, por supuesto, al concierto internacional.
El país del american way of life sigue siendo profundamente racista (basta con mirar la población arrolladoramente mayoritaria de sus cárceles, atestadas de latinos y afroamericanos). Su sistema de justicia es una maquinaria que multiplica la cantidad de reclusos sin solución de continuidad. Muchas de esas cárceles son privadas, a diferencia de la monstruosidad enclavada en Guantánamo. Las cárceles privadas son negocios oscuros donde intervienen sectores del capitalismo financiero más concentrado. Las dos grandes corporaciones conocidas como ‘Corrections Corp. of America’ (CCA) y ‘Geo Group Inc.’ (GEO), son la fachada de 312 y 229 empresas inversionistas, respectivamente, que aglutinan a bancos, financieras, decenas de grupos de todo el mundo, incluyendo los fondos de retiro de trabajadores de servicio público de una docena de estados del país.
El negocio carcelario tiene mucho porvenir, ya que Estados Unidos encarcela a más personas que cualquier otro país en el mundo, incluso más que China o Rusia. De hecho, hay más gente en las prisiones de los Estados Unidos que en el resto de países desarrollados juntos” (3). Más de 1.600.000 personas están purgando penas de prisión en ese país.
Es una nación que hace un culto de las armas y un arma política de sus cultos. En efecto, si analizamos el denominado “corredor religioso” veremos que en muchos estados existe una cultura confesional extrema, una rigurosidad moral donde se rechaza que personas ateas puedan ocupar cargos públicos, se prohíbe la enseñanza de la teoría de la evolución y de la educación sexual, se milita furibundamente contra el aborto, se cuestionan los derechos civiles de las personas LGBTQ, la separación de la Iglesia y el estado, etc. Alrededor de una docena de estados conforman el “Bible Belt”, donde la mayoría de sus habitantes responden a una moral y una ideología conservadora y constituyen bastiones republicanos. Mientras tanto, sus élites financieras y el complejo industrial militar se aíslan cada vez más respecto de cualquier límite que la democracia pretenda imponer a su poder. La reacción a las filtraciones de wikileaks puso al descubierto el desprecio de esos círculos privilegiados de poder por la democracia (4).
La tasa de encarcelamiento es una de las más altas del mundo, en muchos estados rige la pena de muerte y la segregación racial alcanza organizaciones políticas y sociales y a sus propias fuerzas militares o de seguridad. Alrededor de 38.000 personas perdieron la vida el año pasado como consecuencia de disparos de armas de fuego. Posee una tasa de 8,5 homicidios cada 100.000 personas, mientras la Argentina, el país vilipendiado, apenas alcanza 5,3 homicidios cada 100.000 habitantes. La imagen que ilustra este artículo corresponde a una prisión de Miami, seguramente invisibilizadas para la mirada alienada de los visitantes argentos.
El sistema de salud sigue siendo absolutamente inequitativo o inaccesible y en el orden internacional las invasiones e intervenciones militares estadounidenses se cuentan por decenas, incluyendo gravísimas violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional, lo mismo que los centenares de bases militares y operaciones ilegales que perpetra en todo el mundo (5). No hace falta que las enumeremos. Lo que sí es necesario es comprender la complejidad traumática de un imperio. Pero nuestros desesperados turistas, enfrascados en Miami, alienados por sus formas singulares de goce, ni siquiera se preguntan sobre estas circunstancias escatológicas, demasiado parecidos a los días postreros de la historia.
(1) BBC News Mundo, disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54018633
(2) BBC News Mundo, disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46168274
(3) https://impactolatino.com/el-negocio-de-encarcelar-oscuro-boom-de-carceles-privadas/
(4) Chomsky, Noam: ¿Quién domina el mundo?, Buenos Aires, ediciones B, 2016, página 66.
(5) Sobre el particular, remitimos al libro de Telma Luzzani “Territorios Vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica”, Buenos Aires, Ed. Debate, 2002.