Por Jorge Alemán (*)
La vejez es sin duda una suerte de naufragio pero no hay que condescender a verlo como merma o solo un deficit fatal Es lo que propone el biopoder, ser viejos para reducirnos a la nuda vida sin la virtud de lo político, sin la autorictas para discutir la igualdad y la justicia El viejo y la vieja deben constituir el lugar privilegiado, para como dice el gran helenista Pedro Olalla se interrogue hasta el final la posibilidad de otra vida.
Al modo griego, evitando y mas bien relanzando el proyecto de la emancipacion, decidir como lo social, el amor, el erotismo, alcanzan su apertura en el limite, fuera de toda evaluación administrativa El arte de envejecer, paradojicamente, mas allá de las mermas fisicas, es el arte de gobernarse a si mismo en cada gesto y transmitirlo a lo común que no ha sido asfixiado en la trama de los, dispositivos que te reducen a una carga parasitaria y que alejan a la vida de lo político radical. La vejez es la última escala de la radicalizacion definitiva. Captar la igualdad y el gran asunto de la justicia como la experiencia de lo más singular de cada uno, la unica experiencia que concede lo eterno, si se quiere el comunismo no histórico, que es capaz de reinventarse en cada uno como punto de llegada.
Y no formar parte de la cantinela repetida del Uno que lastra con su impropiedad todo lo que ha sido autentico. Saber que el Poder no pudo en tus años transcurridos robarte el deseo de atravesar el mundo de los bienes y de lo útil en nombre de una causa que rara vez tiene su oportunidad. Llegar a viejo o a vieja y saber que lo que está abierto en su contigencia siempre aguarda lo nuevo, aquello que sólo es gobernable si un pueblo sin miedo lo sostiene.
(*) De su muro de facebook.