La justicia federal condenó por delitos de lesa humanidad a los represores, miembros del ejército y la policía provincial, que actuaron durante la última dictadura militar en la Provincia de La Pampa.
Un largo ciclo de silencio y complicidades que duró más treinta años se acaba de cerrar con esta resolución. Como ocurre en todos los casos, y como muy bien lo expresara un militante histórico de los DDHH en la Provincia, el monto de las condenas, la condena penal, en definitiva, es lo menos importante de este juicio.
Lo importante es haber producido la verdad histórica a través del derecho. Haber demostrado que existieron esas horrorosas conductas y que las mismas se llevaron a cabo en el marco de un plan sistemático de exterminio. De un genocidio que durante muchos años la sociedad argentina – y, por supuesto, también la pampeana- se negaron a reconocer.
Los condenados –todos ellos- eran miembros de las fuerzas armadas o de seguridad. La decisión judicial supone un punto de inflexión inolvidable en términos políticos, sociales y jurídicos en nuestra Provincia.
Pero está claro que el juicio no ha podido terminar con la tarea de reconstruir el pasado genocida. Una hasta ahora inexplorada trama de complicidades atraviesa la historia reciente de los pampeanos. Se remonta a los primeros años de la década del 70’ y trasciende la reconquista de la democracia argentina. Ahora, es el momento de intentar completar esta cara oculta –todavía- de la historia.
La participación de civiles durante el proceso, posteriormente mimetizados en la generosa sociedad de la Provincia, constituyen una realidad que le ha estallado en las manos a los pampeanos.
Sabemos que los principales zarpazos de la dictadura se produjeron especialmente en dos ámbitos sensibles: la Universidad y el sistema de salud.
Por estos días, asistimos atónitos a resoluciones municipales que, no contentos con callar, otorgan, en un gesto demasiado parecido a una provocación innecesaria, un bill de indemnidad a funcionarios de la UNLPam en tiempos de la dictadura militar. No lo hacen porque respeten al premiado, sino porque le temen. Al funcionario y, especialmente, al medio que representa. Así nos va.
En el ámbito de salud, la delación, la persecución y el oscurantismo han sido una constante del poder militar en la Provincia. Resuenan nombres de médicos comprometidos con la dictadura. Se promueve la investigación de algunos de ellos. Se promoverá, seguramente, la de otros, igualmente siniestros, que hicieron el mismo recorrido territorial mediterráneo y, sugestivamente, también trabajaron en operaciones, delaciones y denuncias, en dictadura y en democracia.
Felizmente, la memoria de sus propios colegas, militantes de una coherencia y valentía indiscutibles, se encuentran en condiciones de continuar ilustrándonos acerca de quién es quién en La Pampa. O así nos irá.
HAY QUE COMPLETAR LA GESTA DEMOCRÁTICA DE MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.
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