Por Eduardo Luis Aguirre
Haití intenta definir su compleja situación política e institucional, sobre el filo del vencimiento del mandato constitucional del Presidente Michel Martelly. Treinta años después del régimen sangriento de "Baby Doc" Duvallier, el sufrido pueblo antillano no logra superar una historia compleja de postración, expoliación imperialista y atraso, a pesar de haber sido el primer país latinoamericano en declarar su independencia, en la recordada y heroica revolución de los esclavos (1791-1804).
El país más pobre del continente es, además, el más injusto. Su opulenta y corrupto clase dominante (el 4% de la población) posee el 64% de las riquezas de la nación. La expectativa de vida es de poco más de 50 años. El 70% de la población vive en condiciones de extrema pobreza. La mitad de la misma sobrevive con menos de un euro diario y únicamente el 30% de los habitantes de la región más desfavorecida de la histórica Isla Española posee agua potable. El terremoto de 2010 terminó de sepultar al país en las condiciones de desastre colectivo más dantesco. Los indicadores de conflictividad y privación social son, en la actualidad, inimaginables.
No obstante, en este escenario desesperante de desolación, los haitianos acaban de rechazar de plano la intervención de la OEA y piden que el mundo respete las decisiones populares con prescindencia del desembarco de una institución a la que profesan una comprensible desconfianza. Desde la oposición hasta la propia iglesia católica se han opuesto a la injerencia de la entidad. No les falta razón. Los isleños intuyen que la OEA responde a los designios de los Estados Unidos, que ha adoptado medidas económicas que , entre otras calamidades, aplastaron la producción arrocera haitiana, asestando un golpe de gracia a la endeble economía del país, que todavía sigue pagando el precio a la osadía épica de haber sido la vanguardia de la independencia de las colonias americanas. Como contrapartida de esta repulsa, la CELAC, que enviara una misión de cancilleres a Puerto Príncipe, acaba de lograr un compromiso del gobierno y el senado haitiano de avanzar hacia una solución consensuada de la crisis asegurando la paz y la vigencia de las instituciones democráticas, bajo las cuales debería culminar el complejo proceso electoral iniciado el año pasado, sospechado de irregular. Una nueva muestra de la representatividad y legitimidad de la Comunidad, que es visibilizada como una expresión genuina de los gobiernos y los pueblos de la región, a diferencia de la burocracia creada por Washington para disciplinar los asuntos de su patio trasero.
Video originario de Telesur.
Video originario de Telesur.