Por María Liliana Ottaviano

“El otro ya ha sido suficientemente masacrado. Ignorado. Silenciado.

Asimilado. Industrializado. Globalizado. Cibernetizado. Protegido.

Envuelto. Excluido. Expulsado. Incluido. Integrado. Y vuelto a asesinar.

A violentar. A obscurecer. A Blanquear. A normalizar.

A normalizar excesivamente. A estar fuera y estar adentro.

A vivir en una puerta giratoria.

El otro ya ha sido lo bastante observado y nombrado como para que podamos ser tan impunes al mencionarlo y observarlo nuevamente.

El otro ya ha sido demasiado medido como para que volvamos a calibrarlo en un laboratorio desapasionado y sepulcral… ¿Y si el otro no estuviera ahí??”

(Carlos Skliar, ¿Y si el otro no estuviera ahí? )



Comenzamos a desandar estas líneas definiendo como coordenada fundamental de nuestro pensar y de nuestro hacer el arduo desafío de interpelación respecto de los dispositivos de control social que se desprenden de las políticas públicas (o, lisa y llanamente, las expresan) y de la ritualización que opera en muchas de las prácticas institucionales que deben asumir el cuidado de las personas con padecimientos mentales.

Desde el año 2010 la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657 opera en nuestro país como marco legal y ordenador de las políticas y la gestión de los sistemas de atención a las personas con sufrimientos o situaciones de riesgo vinculados con la salud mental. Esta nueva Ley implica cambios profundos en la comprensión de esos sufrimientos y en las maneras de abordarlos con variadas y diversas acciones y con dispositivos dinámicos que no solo den cuenta, sino que además respeten las complejidades que constituyen las existencias individuales, y a los diversos colectivos de los que emergen esas individualidades, y por ende las relaciones con el cuerpo social y el sufrimiento que de ello deviene.

Cuando Franco Rotelli realiza la historización de la Ley italiana de Reforma Psiquiátrica del año 1978 (conocida como Ley 180) plantea con absoluta claridad cómo la misma, activó todos los “juegos de la implementación” reconocidos como: maniobras políticas, boicots administrativos, resistencias e intereses económicos y de corporaciones de profesionales que se sintieron amenazados. Este concepto de “juegos de implementación” no podemos dejar de traerlo para que arroje luz sobre el terreno nacional y los embates que la Ley 26657 viene sufriendo desde su promulgación. Y debemos advertir que para que logremos su efectivo cumplimiento es imperioso la revisión de las estructuras sanitarias a lo largo de todo el país y en las diferentes jurisdicciones: debemos crear instituciones que sean compatibles y coherentes con los lineamientos expresados en dicha norma, considerando también el cambio en los modos de asignar y administrar los recursos en tanto responsabilidades del Estado para implementar la ley, y la necesidad ineluctable de planificación, de habilitación de recursos, de formación y de capacitación de los trabajadores y también de la sensibilización de la sociedad para desestigmatizar la locura.

En Argentina, el abordaje de la salud mental en los servicios públicos está asociado con los niveles de pobreza, exclusión social y segregación existentes, y los gobiernos en su conjunto no han ofrecido espacio suficiente en las agendas de las políticas públicas y mucho menos en los respectivos presupuestos destinados a la salud pública.

En la Provincia de La Pampa se fue consolidando, desde el año 2015 con diferentes actores y en diferentes tiempos y espacios, una construcción colectiva cuyo principal objetivo era y es visibilizar los Derechos Humanos de las personas con padecimiento mental, haciendo de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657/2010 el instrumento legal que nos permita ser generadores de practicas cotidianas con perspectiva de derechos. Y al momento de escribir estas líneas se está en plena conformación del Órgano de Revisión en la Provincia, lo cual nos posiciona en un lugar de privilegio para el monitoreo y defensa de aquellas personas que hayan visto vulnerados sus derechos en virtud de algún padecimiento mental.



Alberto y Federico: dos adolescentes

Niño sin niño indefenso y asustado

que aprende a fuerza de palos como las bestias a sobrevivir…

Si el pegamento no le pudre los pulmones,

si escapa de los matones, si sobrevive al látigo, quizás

llegue hasta viejo entre cárceles y 'fierros'…



Estas dos historias tienen en común que sus protagonistas son adolescentes, cuyas familias pertenecen a sectores pobres de nuestra sociedad.



Que sus familias son definidas, por los profesionales que en algún momento tomamos contacto con ellos, como complejas.

Pienso que lo opuesto a complejo es sencillo.

Y además pienso en el concepto de significante vacío de Laclau, compleja opera como significante vacío[1] para definir a las características de estas familias. ¿Dónde está el límite, los márgenes para que una familia sea entendida como compleja, y otra como sencilla? ¿O “compleja” es un significante que esconde más que lo que define?

Y ninguno preguntó ¿compleja en qué?



Que hablamos de ellos y decimos los pibes. Que uno de ellos tiene 13 años (de aquí en adelante será Alberto) y el otro 17 (quien de aquí en adelante será Federico).



Que lo que hace diferente la historia del de 13 con el de 17, es que éste, no solo tiene 4 años más, sino que esos 4 años de más, son 4 años más en los que sufrió más violencia, más abandono, más vulneración, más estigma, cuatro años más de estar al margen, que lo llevan a estar afuera siempre, para en un par de meses tal vez estar adentro (cumple 18 años y la cárcel es un lugar que puede vislumbrarse en su horizonte). Foucault desarrolla toda una conceptualización acerca de que, en el mundo de la ley, hay una distinción entre el adentro y el afuera; así la ley es acompañada siempre de lo que queda fuera de ella (fuera-de-la-ley), es más muchas veces lo que queda fuera de la ley es mejor definido que lo que la propia ley contiene dentro de ella. Así el espacio de si y el espacio del otro, está cada vez más reglado por una multitud de normas y leyes con lo cual muchos colectivos están más atravesados por zonas de no lugar o de no derecho.



Que siempre ponemos el foco en “los pibes” y los describimos hasta el hartazgo, violentos, inadaptados, vagos, adictos, palabras vacías que impiden que el síntoma hable. El psicoanálisis nos ha enseñado que el síntoma es lo más singular que el sujeto posee. Pero cuando a los síntomas se los transforma en categorías, transformamos a los sujetos, y en este caso a los “pibes” en portadores de un “perfil colectivo”, y se los va asignando a diferentes categorías por parte de la burocracia estatal, que no solo les resta singularidad, sino que impide la posibilidad de pensar abordajes y acompañamientos creativos en función de las demandas de cada uno de ellos. Por eso se hace cada vez más necesario el sostener el discurso psicoanalítico dentro de las instituciones públicas, ya que el mismo no cesa en sus intentos de devolver a los sujetos la singularidad de su deseo, de su fantasma, de su síntoma. Así al decir de Laurent, cada cual estará un poco enfermo, un poco descentrado, un poco desplazado, un poco excéntrico respecto de las categorías que pretenden encasillarlo y sujetarlo.



Que pocas veces, a partir de la perspectiva de estas historias, logramos hacer foco en nuestras prácticas, en las intervenciones que desde el Estado deben llegar a sus historias. Así asistimos infinidad de veces a situaciones en la que quedan al descubierto prácticas e intervenciones fragmentadas y fragmentarias. Sin fundamento, sin escucha. Porque sólo hablamos nosotros. Pocas veces damos la voz a quienes verdaderamente deben hablar (tienen mucho para decir), y así terminamos siendo generadores de más actos en estos sujetos lábiles, con escasas experiencias subjetivantes y simbólicas, que rápidamente pasan al acto como forma de dar cuenta, ante los demás, y ante nosotros mismos, de su propia existencia.



Esta fragmentación queda al descubierto cuando nos sentamos frente a un expediente, que generalmente se inició por la denuncia de algún derecho vulnerado cuando eran niños/niñas, ese expediente está “sobre intervenido”. Pero cuando nos sentamos frente a estos niños/niñas/adolescentes su historia, su existencia transcurre paralela a esos expedientes y las intervenciones que el Estado logró instrumentar son parciales, fragmentadas, desarticuladas. Las burocracias estatales terminan encuadrando sus prácticas en coordenadas binarias: abandono y vigilancia (Laurent) Abandono en la calle, abandono en la cárcel, abandono en la institución psiquiátrica, abandono en la propia familia. Y este abandono se compensa con una vigilancia excesiva que pone “bajo control” a los propios sujetos demandantes de ayuda en algunos casos o necesitados de la misma, aunque no demanden.

Entonces pongamos el foco, pongamos en tensión, pongamos en cuestión e interroguemos nuestras prácticas como miembros de los equipos técnicos del Estado.

¿Es la falta de políticas públicas las que generan ciertas opacidades en estas intervenciones? ¿O es la desarticulación de nosotros como equipos técnicos? ¿Es sólo la falta de decisión política? O somos nosotros que muchas veces nos apropiamos del Estado, en nombre de nuestra intelectualidad[2], nuestra especificidad, nuestra formación, en síntesis, en uso y abuso de nuestra condición de clase?



Tal vez es importante recordar el interrogante que oficia de título: ¿El Otro, Objeto de nuestras prácticas o Sujeto que interpela nuestras prácticas?



Alberto, de 13 años deambuló toda la noche luego que su hermano mayor lo golpeó con un caño en la cabeza, justo al cumplirse el año de que hiciera lo propio su padre. El padre y la madre refieren que Alberto es rebelde, que lo tienen que enderezar, que está poco en la casa, que consume y la “adicción” lo volvió así…

Alberto llega una mañana de junio al Centro de Día, golpeado, sucio y ensangrentado. Buscando ayuda. Buscando cuidado. Se denuncia. Se implementa una medida excepcional. Se lo retira del hogar familiar. Se lo aloja en el hogar de varones. Quiere volver a su casa, “con su familia”, con “su madre” … (¿Quién no quiere una madre… y una familia que lo cuide?? sobre todo cuando se tiene 13 años.)

Se escapa del hogar de varones y se va a su casa. La hermana y su padre lo vuelven a traer. Nos reunimos los equipos técnicos. El expediente se había iniciado con una denuncia de violencia cuando Alberto tenía 7 años. Una hermana mayor también había sido objeto de una medida excepcional y retirada de su hogar. Hay otros hermanos. Una pequeña de 6 años.

Para algunos equipos, Alberto es un dulce, para otros es revoltoso, no acepta reglas ni normas, es violento. No quiere ir a la escuela. Diferentes miradores. Diferentes miradas. ¿Opuestos? No, complementarios. Muchos fragmentos para armar una unidad integrada.



Tal como lo explicita Morín, para poder dar cuenta de esta complejidad hay que recurrir a dos conceptos fundamentales: la noción de integralidad del conocimiento y la transdisciplinariedad. “La estrategia metodológica capaz de dar cuenta de la complejidad de los fenómenos de salud no se resume a miradas múltiples cohabitando o coexistiendo en un campo científico dado, sino que es preciso descubrir la unidad de esa inmensa diversidad compleja de objetos, miradores y miradas.” (Almeida Filho Complejidad y Transdisciplina. 200



En paralelo fuimos citados a una audiencia judicial en la que se iba a definir el pedido de internación fuera de la provincia por un diagnóstico de “adicción” para el adolescente llamado Federico. Ahí se expone que Federico ha protagonizado algunos actos de violencia contra su hermano y un amigo. Que abandonó la escuela, que su madre nunca ha podido maternar. Que Federico ha sido víctima de violencia de su madre. Que la propia madre lo ha llevado a diferentes instituciones porque no sabe qué hacer con él, “porque la droga lo pone loco”.



Él refiere dormir mal en su casa, y hacerlo con un cuchillo bajo la almohada. Que el mejor lugar que él ha estado (que se ha sentido cuidado) es una escuela hogar. Que lo asemeja al Instituto de resocialización donde estaba en ese momento. Donde el equipo que hizo la valoración define algún trastorno de personalidad, con precariedad para simbolizar, y con problemas generados por el consumo. No adicción. Sin criterio de internación. La jueza instrumenta la decisión de no dar lugar a la internación fuera de la provincia por no existir criterio para la misma. Se solicita a los equipos intervinientes la debida articulación para dar una respuesta integral a la problemática de Federico, quien, al ser informado de la decisión de la jueza, debe firmar el acta, y retirarse de la audiencia. Quien, al momento de retirarse, entreabre la puerta que ya estaba cerrando y dice “Gracias”. Me conmuevo. Hay quien dice que es mi falta de costumbre. No es mi falta de costumbre. Es no resignarme ni acostumbrarme a estas historias. Es creer que algo es posible. Que tenemos espacios conquistados, políticas públicas a las cuales echar mano, leyes que delimitan y enmarcan nuestras practicas y protegen los derechos más humanos de todos y todas y en especial de niños, niñas y adolescentes, marcos conceptuales e ideológicos que legitiman nuestros haceres, nuestra tarea.



A Federico le queda poco más de 6 meses y cumplirá 18 años, es urgente que en éstos meses podamos entre todos y con él torcer el rumbo que por su condición de clase, de pibe pobre tiene definido. Que no sea la cárcel el único espacio que el Estado tiene para ofrecerle. Tenemos 6 meses para que Federico nos de la oportunidad de aprender a pensar prácticas e intervenciones con perspectiva de derechos.



Este es el fin del relato, no de la historia de Federico, ni de la de Alberto. Hasta acá y un poco más, nos abrimos paso entre lo imposible y lo posible. Nadie puede asegurar nada. Queremos acompañarlos a que puedan constituirse como sujetos autónomos. Pero esto también forma parte de decisiones de ellos, y de indecisiones. Derrida conceptualizó y objetó la ingenuidad de quienes creen que cambiar es realizar una intervención programada y planificada, con indicaciones precisas y controladas. Cambiar algo es en principio dar tiempo para intensificar una transformación en curso. No es armarle la vida al otro. Es sostener la ilusión de lo posible. Y aceptando que la propia ilusión aloja el fantasma de lo imposible





Cuando los tratos que recibe el malestar o el sufrimiento mental llevan a su judicialización está mostrando las fallas de una organización sanitaria, los límites de la burocracia estatal, que cuando se enfrenta a sus propias imposibilidades: judicializa.



“La interrelación entre la tutela y el castigo, entre la intervención con fines educativos y la segregación con fines de corrección, declinada de maneras diferentes en períodos sucesivos, caracteriza a la definición y administración de la condición juvenil –en particular, de aquella de los jóvenes pobres, marginados económica y socialmente- desde el punto de vista de la justicia. Hasta hace no mucho tiempo atrás, alguna forma de institucionalización parecía la respuesta adecuada a cualquier problema: transgresión de leyes penales, irregularidades de conducta y de carácter, insuficiencias familiares, problemas escolares, etcétera” (Aguirre, E)



Pero no es el sistema judicial quien debe dar las respuestas, es necesario debatir cuáles son las políticas públicas sociales y territoriales destinadas a fortalecer la inclusión educativa y social de niños, niñas y adolescentes.



De esta manera muchos profesionales enquistados en esta burocracia tramitan la angustia que les genera el enfrentarse a sus propias imposibilidades, buscan protocolizar prácticas y pierde de vista la posibilidad de restaurar la singularidad, singularidad sobre la que el psicoanálisis puso el acento, y de la que Laurent dice es el reverso del discurso del amo que promueve la soledad de masa.



A esto Frankel (2008) dirá que en las mismas raíces del ideal de progreso ya se adelanta la opresión eugenésica y la idea de soluciones permanentemente excepcionales que con el argumento de proteger y garantizar el bienestar colectivo sostiene la nuda vida mediante categorías sencillas de administración y gestión masivas: cuidar y proteger el bienestar colectivo mediante homologación, un solo programa, las mismas normas, los mismos gustos, los mismos productos, la misma y única solución, una misma receta. Al Otro necesitado, imposibilitado, dada su inferioridad social, hay que vigilarlo, incluirlo y ampararlo, pero en forma controlada, satisfacerlo con prácticas clientelares, prebendaristas, prácticas que lo tornan dependiente; y simultáneamente excluirlo, dado que su presencia es peligrosa, amenazante para el Orden Institucional; es la razón de su inclusión exclusiva y por eso hay que discriminarlo, segregarlo.

Estamos muchas veces ante un “encierro del afuera” el que está relacionado con lo que el propio Frankel plantea en la serie de artículos que aborda el tema de Eugenesia Social[3], cuando aborda el tema de la desigualdad social y la violencia con que el poder ejerce la exclusión sobre los sectores incluídos.

Al Otro necesitado, hay que incluirlo y ampararlo, hay que vigilarlo

La violencia del poder implica un umbral de indiferenciación en el que dentro y fuera no se excluyen sino que se indeterminan. Se trata por una estructura de excepción, una exclusión inclusiva: indistinción entre el adentro y el afuera, entre el exterior y el interior, entre prohibir y permitir, entre inclusión y exclusión

En este contexto el sujeto queda desamparado, a la intemperie, parado en un umbral donde muerte y vida, interior y exterior, expulsado y encerrado; se confunden al extremo de hacer indescifrable. Viven la nuda vida, no pueden integrarse, aunque lo intenten, porque en lo real no pertenecen, están incluídos en su propia exclusión. Están encerrados en el margen, como aquellas notas que uno registra en el margen de la hoja, y que nunca formaran parte del texto principal.

“Cualquier estrategia institucional que convalide estas instancias de restauración ordenatoria termina siendo necesariamente autoritaria y (muy) probablemente inútil. Incluso, aunque se afilien a las denominadas ideologías ‘re’ que pugnan por ‘reinsertar a estos jóvenes a la sociedad’. Es en este punto que adquiere importancia e análisis de los sistemas de enjuiciamiento y persecución penal de niños y adolescentes ‘en conflicto con ‘la ley’, que demuestra la viabilidad de una vigencia conjunta de la ideología securitaria de la enemistad y de la justicia ‘resocializadora’. Tanto la clave adversarial del derecho penal de enemigo, como la ideología tutelar resocializadora pueden unificarse en términos de política criminal y sobrevivir en ese estado sordo de convivencia estratégica. ‘Hacer algo’ respecto del distinto supone intervenir respecto de el para que se ‘resocialice’, y ambos modelos de intervención se vinculan con el bagaje ideológico de la modernidad”. (Aguirre, E.)



La conformación del campo de la Salud Mental está unida con los principios y valores de la democracia participativa, con la defensa de los derechos humanos. Es un ámbito de saberes multidisciplinarios destinado a contener, asistir y propiciar la integración de las personas con padecimientos mentales en sus comunidades, fortaleciendo los lazos sociales e implementando políticas públicas acordes a estos principios. La materialización de estos principios no es sencilla, ante esta complejidad, generalmente se cae en fragmentaciones del objeto, en este caso la salud es reducida preferentemente a los aspectos biológicos y las restantes dimensiones de la vida humana pasan a formar parte de la categoría condiciones de vida.



“Necesitamos concebir la insustentable complejidad del mundo en el sentido de que es preciso considerar en un solo tiempo la unidad y la diversidad de los procesos planetarios –procesos de salud- sus complementariedades al mismo tiempo que sus antagonismos”. Morin (citado por Almeida Filho Complejidad y Transdisciplina).



La idea de complejidad sería el eje principal que unificaría las diferentes miradas y contribuciones en dirección a un nuevo paradigma, que se pone en tensión con el abordaje reduccionista del positivismo (cuyo objetivo es la simplificación de la realidad) este paradigma de la complejidad debe respetar la complejidad inherente a los procesos concretos de la naturaleza, de la sociedad y de la historia.

Se hace imperioso revisar los abordajes psicosociales para contrarrestar los efectos devastadores que tuvo la fragmentación disciplinar, en pos de preservar la delimitación de los márgenes de los diferentes campos de la ciencia y sus objetos de estudio - en el caso de nuestras ciencias: los sujetos-. Lo que nos ha llevado a una precariedad disciplinar, que potenció el asilamiento sobre todo en épocas político-institucionales críticas por las que hemos atravesado.

La epistemología de la complejidad viene a poner en cuestión las fronteras entre las ciencias y las disciplinas sociales y el aislamiento de los saberes. Debemos profundizar nuestras prácticas basadas en la convergencia de los distintos campos disciplinares, haciendo de “la frontera[4]”, al decir de Jorge Alemán, el espacio que permita poner en diálogo a todas las disciplinas convocadas a dar cuenta de la situación de sufrimiento, malestar o demanda del sujeto.



El término complejidad se puede referir “a la diversidad de las relaciones entre los elementos componentes de un dado objeto modelo” (Almeida Filho Complejidad y Transdisciplina). Será complejo aquel que, en su forma de objeto no puede ser explicado por modelos lineales de determinación.



El “objeto” complejo es multifacetado, blanco de diversas miradas, fuente de múltiples discursos, desborda los recortes disciplinares de la ciencia. De allí que para construirlo como referente es preciso operaciones transdisciplinarias de síntesis, produciendo modelos sintéticos, y para designarlo apropiadamente, es necesario recurrir a la polisemia resultante del cruzamiento de distintos discursos disciplinares.



¿Los conocimientos de los trabajadores del campo sociosanitario alcanzan para abordar la complejidad de lo social?; es mi intención que propongamos preguntas y no repitamos respuestas, porque ante la carencia de interrogantes, como plantea Almeida Filho domina lo instrumental que, con sus destellos y brillos, encandila y produce “parpadeos”. Pero debemos pensar para tratar de escapar de las respuestas totalizantes.



La cuestión es que, considerando la insuficiencia de cada una de ellas aisladamente, ninguno de esos abordajes parciales puede dar cuenta de la necesidad de una síntesis. Creo que éste es el desafío del momento, justamente el punto crucial que se espera tal vez superar con auxilio de la teoría de la complejidad. Morin propuso la expresión neutra "pensamiento complejo" en referencia a la capacidad del pensamiento de lidiar con la incerteza y la posibilidad de autoorganización.



La complejidad es relación y apertura, renuncia a un punto de vista único y absoluto desde el cual definir e interpretar la realidad. La complejidad abre espacio a la multicausalidad, para el pensamiento complejo es esencial considerar al sujeto y todos los mecanismos que lo condicionan. Morín expresa que complejo no es una “palabra maestra”, ni un “palabra solución” en todo caso es una “palabra problema”. La complejidad no es una solución, sino el desafío que debemos afrontar.



En los últimos tiempos, “los nuevos” problemas de la cuestión social han roto los límites entre ciencia y política y se presentan como objetos híbridos mezclando dimensiones de la naturaleza, de la sociedad, de la cultura, de la política, de la subjetividad, de la economía y desafiando prácticas y saberes tanto de lo político como de lo científico. Esos objetos híbridos interpelan de manera simultánea a la ciencia y a la política, como lo vemos en las violencias, el consumo de sustancias, el abandono escolar, la errancia juvenil. Estos son algunos de los ejemplos que entran en conflicto con los viejos dispositivos conceptuales de lo programático, que se dirigen verticalmente al territorio sin diferenciar culturas ni procesos sociales y le asignan al nivel local muy baja capacidad de tener/producir conocimientos. En esa lógica, los problemas se fragmentan, y los recursos materiales y el personal técnico abocado a la resolución de los problemas se vuelven ineficientes e ineficaces.



“Las dificultades para entender lo antes expuesto sobre las complejidades, induce al dominio de una lógica que reproduce más que produce, y lleva a que los profesionales tiendan a atrincherarse en sus instituciones como forma de defensa ante eso “externo” que incomoda y desestructura, y que cada vez se entiende menos, ya que los problemas son más complejos y más distantes a sus epistemes.” (Spinelli H. Volver a pensar en salud: programas y territorios. Salud Colectiva.



Si podemos ir más allá de la presencia de los sujetos, y nos adentramos en sus existencias, se pueden trascender los factores de riesgo para pensar en términos de interacción y juego social, y descubrir las vulnerabilidades sociales y las lógicas de poder (macro y micro).



Las preguntas deberían marcan el camino del pensamiento, y la posibilidad de formularlas se relaciona con la riqueza del marco epistémico y teórico. Enfrentar lo no pensado, y aceptar el derrumbe de las certezas, permitirá realizar preguntas y evitar la naturalización, la queja y/o la anécdota. Por ello no se debe temer abandonar lo conocido que no resulta útil, para aventurarse en lo desconocido en un viaje sin certezas de éxito, apostando y siendo fiel a las apuestas, inscriptos en una lógica del acontecimiento y cuyos logros sólo se reconocen al volver la mirada hacia atrás, identificando lo construido que, en general, se ubica lejos de lo pensado/imaginado, sobre todo en su trayectoria.



Carlos Skliar en una de sus conferencias, titulada “Estar juntos” se pregunta acerca de las existencias de los demás, ¿cuánto de nuestros proyectos, programas y dispositivos tocan la existencia de la gente?, ¿cuánto de esas existencias es conocida por nosotros? cuánto de sus existencias pesa a la hora de tomar decisiones, o solo es un juego de presencias, dice el propio Skliar. El gran desafío es como volver interesantes nuestras intervenciones para cada existencia, las personas concretas nos dicen que muchas veces están allí, pero pocas veces han sido allí. Han estado (estar) frente a nosotros, pero no han sido (ser) frente a nosotros: “no conozco mayor urgencia que la existencia de otro” (Skliar, Carlos: https://www.youtube.com/watch?v=5rPEZhEObzI)



Flexibilizar las instituciones y los dispositivos existentes, ésta ha sido una de las reflexiones que surgieron por estos días y ante estas existencias, que, si bien no son diferentes a otras con las que han trabajado los equipos anteriormente, se presentaron ante mi, no sólo en un expediente o en una historia clínica. Se presentaron con su voz tenue casi silenciada. Con el malestar y el sufrimiento que provoca la violencia en el seno familiar. Con la lentitud con la que a veces operamos los equipos.



Sé que he hecho demasiadas preguntas, que donde había respuestas volví a plantear interrogantes y traté de poner en tensión las verdades acabadas, las certezas, tal vez alguien pueda venir y sin demasiado esfuerzo responder a todas ellas y dar certezas y entregar verdades, no pretendo eso. Quiero que nos forcemos a seguir caminando con la incertidumbre como compañía. Intento seguir abriendo interrogantes, intento que me conmuevan las historias y los dolores ajenos, quiero seguir vibrando con estas cuestiones.

Porque como dice el propio Skliar en uno de sus textos “no he querido responder a nada ni nadie, sino simplemente para volver a mirar bien. Y mirar bien, nuevamente, para que la mismidad se conmueva y atormente de una vez. Para que cuando el otro vuelva, nos invite a su misterio, nos haga diferencia, nos difiera”. (Skliar, C: “¿Y si el Otro no estuviera ahí?)



Volver a mirar, no dónde creíamos. No donde pensábamos.







Ø  Spinelli H. Volver a pensar en salud: programas y territorios. Salud Colectiva. 2016;12(2):149-171. doi: 10.18294/sc.2016.976

Ø  Skliar, C: “¿Y si el Otro no estuviera ahí?. Ed. Miño y Dávila. 2002. Buenos Aires.

Ø  Skliar, Carlos: https://www.youtube.com/watch?v=5rPEZhEObzI

Ø  Almeida-Filho N. Complejidad y Transdisciplinariedad en el Campo de la Salud Colectiva: Evaluación de Conceptos y Aplicaciones. Salud Colectiva. 2006;2(2):123-146.

Ø  Galende, E. De un horizonte incierto. Psicoanálisis y Salud Mental en la sociedad actual. Paidós. 1998. Buenos Aires.

Ø  Morin, E: de L'intelligence de la complexité, editado por L'Harmattan, París, 1999.. Traducción de José Luis Solana Ruiz.

Ø  Rotelli,F: Vivir sin Manicomios. La experiencia de Trieste. Topia Editorial. 2014 Buenos Aires.



Ø  Aguirre, E.: La influencia del positivismo criminológico y del derecho penal de enemigo en el sistema de justicia juvenil. En http://www.derechoareplica.org/index.php/mas/criminologia/1029 -la-influencia-del-positivismo-criminologico-y-del-derecho-penal-de-enemigo-en-el-sistema-de-justicia-juvenil

Ø  Laurent, E: Estamos todos locos. Editorial Gredos. Madrid. 2015

Ø  ALMEIDA-FILHO, Naomar. Complejidad y Transdisciplinariedad en el Campo de la Salud Colectiva: Evaluación de Conceptos y Aplicaciones. Salud colectiva, Lanús , v. 2, n. 2, p. 123-146, agosto 2006 .   Disponible en <http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-82652006000200003&lng=es&nrm=iso>.

Ø  Frankel Eugenesia Social Configuraciones poder tiempos muerte en vida.pdf

http://www.academia.edu/28290711/Frankel_Eugenesia_Social_Configuraciones_poder_tiempos_muerte_en_vida.pdf








[1] Laclau desarrolló el concepto de significantes vacíos: son elementos particulares (“palabras o imágenes”, “términos privilegiados”) que refieren a la cadena equivalencial como un todo. Son significantes sin significado que, inscriptos en momentos de cambio político y de construcción de identidad popular, juegan un importante papel en la configuración de una nueva hegemonía política



[2] Al respecto es interesante la distinción que sobre los analistas (aplicable, a mi juicio, a todos los profesionales) hace E. Laurent, a unos los llama intelectual crítico y a otros analistas ciudadanos. En una etapa determinada de los movimientos que se consideraban de izquierdas, existía una posición conocida como la del intelectual crítico. Lo que se esperaba era que el intelectual se mantuviera en su lugar, tranquilo, y solamente se dedicara, digamos, a crear, a producir vacío. El intelectual criticaba algunas orientaciones decididas por otros y se mantenía en esta posición. El analista crítico es el analista que no tiene ningún ideal, que llega a borrarse, que es tan sólo un vacío ambulante, que no cree en nada. El analista ciudadano en el sentido que puede tener este término en la teoría moderna de la democracia. Los analistas han de entender que hay una comunidad de intereses entre el discurso analítico y la democracia, ¡pero entenderlo de verdad! Hay que pasar del analista encerrado en su reserva, crítico, a un analista que participa, un analista sensible a las formas de segregación, un analista capaz de entender cuál fue su función y cuál le corresponde ahora. (Laurent. Página 70 y 71)



[3] La eugenesia social: Es el estado de excepción permanente al cual están sometidos los conjuntos poblacionales. El nuevo aforismo de estos tiempos amplia el presupuesto foucaultino por “hacer vivir/dejar morir en vida”. Implica por un lado estirar la vida, racionalizar al extremo el cuidado de sí, gestionar privadamente los riegos; por el otro se fomenta la “muerte en vida” mediante agendas de desigualdad al cual están sometidas las poblaciones. Se trata de caracterizar el abandono del poder que somete con violencia y condena a la indignidad de vivir en condiciones mínimas de sobrevivencia respuestas homogenizadoras, desingularizadas. Este modelo biopolítico corresponde al formato del ciudadano adaptado: todo ciudadano adaptado es igual a otro, reemplazable, dependiente del mercado en el consumo o del Estado. Frankel (2008)



[4] Para Jorge Alemán “la frontera” es el espacio que permite poner en diálogo al psicoanálisis y la política.